Hace como veinte años, en uno de esos programas matinales que presentaba un íñigo aún con pelo, se dedicaron cierto día a los gordos y allí que se presentaron cinco o seis cachalotes de tonelaje difícil de precisar. Se les preguntó lo típico: cómo te llamas, cómo has llegado a esta situación, cuántas comidas haces al día y por qué no te suicidas de una puta vez.
En un determinado momento, ya en el turno de las preguntas del público y abrumado por la agresividad de las mismas, el más sudoroso estalló (no literalmente, gracias a Dios) y, sin venir a cuento, gritó "¡¡por lo menos yo soy feliz tres veces al día, habría que ver si podéis decir lo mismo!!".
Algo de pena me dio aquella mole, pero sólo me duró hasta que, debido a la ofuscación o a saber qué, al gordo se le fue la olla y, cuando le regalaron en tono de broma un flotador gigante, dijo "ah, pues lo usaré para el homenaje". Íñigo picó preguntando qué homenaje y el gordo finalizó su feliz intervención en la televisión soltando con todas sus ganas "EL DE MIS PELOTAS, QUE SE VAN DE VIAJE".
A día de hoy, año 2015, supongo que estará muerto.