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Por la tarde iré al ikea y echaré un polvo. Espero que no en ese orden, que el ikea me roba la líbido.
Joder, ¡qué gran verdad!
Es una suma de incontables factores dañinos que destruyen la hombría de cualquiera.
Entras en ese laberinto guiado y no eres más que una pieza de rebaño. Tu hogar, tu cueva, va a ser estandarizada y reducida a la copia de la copia de otra copia, el olor de tus genitales no será suficiente, ese sillón no será tuyo por mucho que pagues por él, ya perteneces al universo Ikea, un lugar en el que tu creatividad e ingenio se reducen a explotar una de las múltiples combinaciones de telas disponibles.
Todo está en un orden presuntamente lógico pero inabarcable para un solo cerebro, tienes las cosas delante y no las ves porque tu cabeza sólo piensa en sacarte de ahí. Ese sitio es la idea que tiene un sueco de un lugar cómodo y agradable, es decir, todo lo contrario a ser un macho español. Es un parque de atracciones para gatos castrados.