Vengo a hablar, que no a recomendar (que cada uno luego obre en consecuencia) del restaurante El Huerto de Juan Ranas, situado en pleno Albaicín de Granada, en el famoso mirador de San Nicolás, por lo que en los precios, además de la propia comida en sí, pagas el marco incomparable en el que estás comiendo y las vistas también espectaculares al monumento más famoso de la ciudad.
La página web, por si queréis echar un vistazo es la siguiente:
https://elhuertodejuanranas.com/
Obviamente por su emplazamiento, es un restaurante dirigido fundamentalmente a los visitantes de la ciudad, sobre todo guiris a los que no les importa gastarse una pasta en comer frente a la Alhambra. En la parte de arriba hay también una terraza en la que se puede comer también de forma más informal y tomar cafés o copas dependiendo de la hora.
Una vez acomodados en la mesa, hice un par de fotos por el ventanal que había y en el que se puede apreciar y casi tocar el monumento nazarí (estacas
dixit).
Para hacer patria, empezamos pidiendo unas milnoh, y de tapa nos trajeron unos "canutillos" rellenos de morcilla con piñones muy deliciosos. No sé si ésto debería ir en el hilo de las tapas.
Ya con la carta (qué podéis ver en la peich wec) en mano comenzamos a elegir. De entrantes nos pedimos un buen plato de jamón ibérico, al que acompañaron con un pan que me pareció oir que se denominaba de cristal y un poco de tomate (ecológico y cultivado y envasado por la propia empresa) y aceite de
@curro jimenez.
Una vez dimos cuenta la contraria y yo del jamón nos trajeron el segundo entrante que habíamos pedido, ensalada de canónigos, perdiz guisada de Perellada, vinagreta de frutos secos y jabugo.
Aunque habíamos pedido una ensalada para los dos, tuvieron el detalle de traerla ya dividida en platos individuales.
Una vez dimos cuenta de la ensalada, nos trajeron el plato principal. Para el mismo, y queriendo seguir haciendo patria pedimos una botella de vino de la tierra, en concreto un Calvente blanco que estaba muy fresquito y entraba con suma facilidad.
Mi oponente se pidió una pastela moruna, plato con matices dulces y salados, pero delicioso, al menos para el que suscribe.
Yo, sin embargo, en honor a estacas me pedí bacalao (seguro que congelado, como el que sirven en todas partes). Estaba confitado a baja temperatura y acompañado de jugo de guisante.
Terminamos el principal, y acto seguido nos trajeron la carta de postres.
Mientras que decidíamos el postre a tomar, y para rebajar la comida, nos obsequiaron con una jarra de té con hierbabuena y un par de trufas, dignas de ser consideradas
bocata di cardinale.
Con dos cervezas y media botella de vino en el cuerpo, mi vejiga empezó a mandarme señales de S.O.S., y no me pude contener, por lo que me fuí de excursión.
Por fin trajeron los postres. Ella un coulant de chocolate y yo un cielito lindo, que yo pensaba que era algún postre mejicano y luego resultó ser un tocino de cielo con alguna variante.
Con la barriga a punto de explotar, nos subimos a la terraza que he indicado antes para tomar algún digestivo que aliviase el consumo calórico que había ingerido mi cuerpo serrano.
Vista desde la citada terraza.
Ratito de solaz al solecito, ella con un café y el menda con un pacharán.
Abono de la dolorosa, y para casa a retozar.
En definitiva, un buen restaurante tanto en la comida como en el emplazamiento. Caro, si, y bastante para mi opinión, pero ya contábamos con ello, ya que hemos estado varias veces ahí, pero la vida está para darse pequeños caprichos de vez en cuando.
Hasta más ver.