Una fría noche de Febrero
Me siento solo, me pasa muy a menudo desde hace unas semanas. Mi teléfono móvil apenas suena ya, y lo cierto es que aunque tengo una pretendida vida feliz con mi nueva novia, no me siento del todo lleno. Todavía la echo de menos, así que decido mandarle un SMS, que estoy mal de saldo y esta semana no he cobrado aún.
Mentiría si dijera que no nos hemos visto unas cuantas veces. Yo intento llevar una vida decente ahora que tengo nueva chica, pero hay veces en que el capullo se me pone gordo, muy gordo, y un hombre tiene sus necesidades. El tuenti a veces no basta, a veces necesito acción real.
Ella tarda poco en responder. Como siempre me trata con frialdad, pero yo sé que es una pose bajo la que ocultar un deseo tan explícito como el mío. Será solo sexo, como siempre, y después seguiremos con nuestras anodinas vidas separadas. Arranco la turbo scooter y me planto en su portal en menos de veinte minutos.
Cuando sale del portal la miro a través de la visera del casco. Ah no, que soy cani y no llevo. Está preciosa, un poco SENIOR ya, se le notan los años, pero sigue desprendiendo ese aura de puro sexo adolescente que me cautivó años atrás. Al subir en la moto no puede evitar el gesto de cogerse a mi cintura, es una niña y necesita protección. Yo tampoco puedo evitar las costumbres del pasado, y tengo una erección de caballo bajo el pantalón de mi chándal. No me molesto en disimular, ella sabe para qué hemos quedado.
Cuando llegamos a mi casa, exquisitamente decorada con posters y fan-arts de Andy y Lucas, me espatarro en el sofá y recuerdo los viejos tiempos, sugiriéndole que vaya a la cocina y me haga la cena, si no quiere llevarse unas hostias supersónicas. Ella acepta a regañadientes, y mientras oigo de lejos el ruido de los cacharros, me empiezo a hacer un trócolo doble, para ponerme fino y ponerla morada también a ella. Le gusta follar con todo el jumeral. A mi me encanta que se suba encima de mí sin quitarse la camiseta, y además hace bastante frío.
La cena ha estado bastante bien. Ella apenas ha comido nada, entretenida como estaba con el peta y con Callejeros. Puto programa, parece un documental sobre mi vida, yo también tuve que escaparme con mi novia de ahora para que sus padres me aceptaran como marido. Bueno, su madre, que su padre está en la modelo de Sevilla por unos trapicheos de nada. Ya veremos cuando lo suelten. De momento me queda lo más complicado, follarme a Marta antes de que me de el super morado y me quede muñeco hasta mañana por la tarde.
No me encuentro muy bien, la litrona que me he bebido de un trago está haciendo estragos en mi estómago, así que me pego un eructo y logro tirar la figura de la Virgen de la Macarena que tengo sobre la tele. Marta me mira con los ojillos brillantes, porque sabe que sigo siendo su hombre, su macho, su conan rey. Sin mediar palabra, me saco el cipote enhiesto y ella, solícita como siempre, se inclina sobre él y empieza a acariciarlo con su lengua. Su mano está helada cuando me lo coge, pero su boca es cálida como el tubarro de mi moto.
De repente, el horror. Su ortodoncia se engancha con saña sobre mi capullo, haciéndome un raspado que ni los del CSI. Pego un respingo y se me inyectan los ojos en sangre. Esta puta ya me ha jodido la cena. Como un autómata, engancho el cenicero lleno de chustas a medio apagar y le suelto en todo el melón una hostia recia. Salta un montón de ceniza, jijiji, como si su cabeza estuviese llena de serrín. La tengo espatarradita en el suelo, con una teta fuera y la lengua entre los dientes, como en los dibujos animados. Con desgana le quito la ropa y me la follo, y cuando termino recojo la mitad de su cabeza, que se ha enredado en las cortinas, y se la vuelvo a colocar.
Voy a tener que llamar al Samu, la he liao parda.