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- 31 Dic 2003
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Gustar a las tías es una sensación acojonantemente buena.
Yo tuve la suerte o desgracia de sentirlo cuando de chaval mis padres me mandaron a Irlanda a aprender inglés viviendo con una familia allá.
De repente un tipo anodino e invisible para las vascas se convierte en un bronceado adonis para las tías (algo así como cuando un guiri rubio y de ojos azules viene acá) y van detrás tuyo descaradamente.
Yo me decía que las tías de Limerick serían un poco ligeras de cascos pero los años siguientes fui a un pueblito al norte de Dublin y lo mismo. A Galway y lo mismo.
También influiría el poder de la novedad aunque ya por entonces los españoles éramos legión por aquellos lares todos los veranos.
El verano pasaba y yo invariablemente regresaba a mi cueva de Mordor a torear orcos en los bares. Menuda diferencia de todo.
En fin siempre nos quedará Irlanda.
Yo tuve la suerte o desgracia de sentirlo cuando de chaval mis padres me mandaron a Irlanda a aprender inglés viviendo con una familia allá.
De repente un tipo anodino e invisible para las vascas se convierte en un bronceado adonis para las tías (algo así como cuando un guiri rubio y de ojos azules viene acá) y van detrás tuyo descaradamente.
Yo me decía que las tías de Limerick serían un poco ligeras de cascos pero los años siguientes fui a un pueblito al norte de Dublin y lo mismo. A Galway y lo mismo.
También influiría el poder de la novedad aunque ya por entonces los españoles éramos legión por aquellos lares todos los veranos.
El verano pasaba y yo invariablemente regresaba a mi cueva de Mordor a torear orcos en los bares. Menuda diferencia de todo.
En fin siempre nos quedará Irlanda.
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