Domingo por la mañana. Discusión sobre qué hacer.
Bajo imposición conyugal, un servidor portaba una bolsa con víveres, toallas, caldero y rastrillo, sillas plegables, sombrilla y una segunda bolsa con productos anticancer de piel mientras desde las alturas oteaba una ubicación idónea en una pequeña playa de Santillana del Mar. Detrás, señora y niña.
Identificado el lugar, señalo con el dedo el destino y avanzamos hasta el campamento base.
Dejo caer los portes y coloco los brazos en jarras mirando a un lado y a otro con cara de defecar. A un lado, un paisano sentado en una silla con una gorra del Banesto completamente torrado. Al otro lado, una pareja de treintañeras relucientes de buen ver momificadas sobre un par de toallas.
Siguiendo las instrucciones de mi señora coloco las toallas estratégicamente para a posteriori recibir la instrucción de repetir la acción hasta obtener un resultado óptimo.
Tras numerosos intentos me relevan de la misión para embadurnar a la niña de crema.
A la niña la gusta, está fresquito y riendo como un mongólico me dispongo a dibujar en su espalda figuras y dibujos.
- ¿Qué haces, qué haces!!?
- Jáh!!!! Y le pongo los dos puntos..
- Pero que estás dibujando ahí
Fui bastante hábil, junto a los dos círculos con dos puntitos en el centro de cada uno de ellos realizé dos magníficas rayas simulando unas gafas. Orgulloso miré a mi señora para buscar su aprobación. Sólo encontré la segunda falta tras la incapacidad de colocar las toallas sobre la arena.
Mi señora rauda y veloz saltó como un águila sobre la niña para sacarla la mano de la boca y evitar así que engullese un segundo puñado de arena.
- Tú no te das cuenta o qué!
- Que estoy detrás de ella
- No, si con hacer el tonto te vale, siempre te vale.
Ya ubicados en las toallas me quedo observando de reojo a las treintañeras mientras como una fulana de vallecas me voy preguntando a mí mismo si sería de su gusto, si están más buenas que mi señora, y un sinfín de preguntas obscenas a mi mente. Me incorporo para sentarme sobre la toalla apretando el vientre para marcar abdominales y me doy cuenta de lo subnormal que soy.
El paisano, despertando de su letargo se levanta y con paso firme se dirige al agua. Un pie, el otro, parece que está fría, pero con los cojones del norte, se lanza de cabeza dando un sonoro planchazo.
Comienza a nadar y a nadar hasta que sólo puedo ver la gorra del Banesto.
- Has visto al paisano?
- Qué le pasa
- Joder, se a fundido con el horizonte.
- Ah sisi..
Indignado me voy al agua a refrescarme. Al recorrer 20 metros...
- Coge el caldero y trae agua para hacer una piscinita para la niña!!!
Resignado por completo vuelvo para coger el caldero del tamaño de una tazita de té, lo llenó y vuelvo al campamento.
- A ver, dónde lo echo
- Pues muy fácil corazón, haz un hoyo, un tobogán, una piscina de olas, o una réplica del Aquapark de Villanueva de la Cañada
Hago una auténtica obra de la arquitectura y vierto el agua sobre ella. Rayos, tengo que dar 50 viajes más.
Con hombría y poseído por las palabras "por mis cojones" lleno aquella delicia arquitectónica para introducir a mi hija.
La cojo por los sobacos, la introduzco los pies y al ver su cara de felicidad la dejo caer al fondo del hoyo. Desapareció por completo en las profundidades del océano que acababa de crear. Conseguí sacarla mientras escupía un chorro de agua por la boca para cometer la tercera falta, falta que se convirtió en grave tras comentar que no hacía falta que comiera que ya estaba servida.
El paisano, que volvía de las costas inglesas me miraba encogiendo los hombros dando su aprobación para decapitar a mi señora mientras ésta gritaba y berreaba. Las treintañeras me miraban con odio y asco.
Comimos en silencio mientras repasaba mentalmente la atrocidad de mis actos con cara de desvalido mientras mi señora buscaba robarme un beso con la mirada. Tras la reconciliación tuve que desplazarme hasta Los Tánagos, cerca de la frontera entre Cantabria y Asturias para comprar unas palmeras gigantes famosas por la zona confirmando así mi disculpa. A la vuelta, merendamos aquella monstruosidad y vuelta la hogar.
A la playa se va solo, ostias.