brassneck rebuznó:
Si estás pensando mejorar tu equipo, insisto, seguramente cambiando las cajas irías más que sobrado para empezar. Estamos hablando de 1500 o 2000 euros, y tendrías unas cajas que en principio te sobrarían por todos lados. Luego -pasados unos meses o cuando juntes pela-, una ampli pura clase A, que no hace falta sea de válvulas. Seguro que con eso acabas más que satisfecho, entonces ya nos meteriamos en platos y capsulas y, mucho después, pensaría en cambiar el reproductor de cds.
¿Estamos contando con el espacio de audición y con el vecindario? Soy un pobre y un triste -de lo contrario no tendría vecinos-, así que la pregunta es: ¿se apreciará la mejora a un volumen, digamos, civilizado? De ser así, tomo nota desde ya: primero, unos buenos bafles y luego, ya veremos. Sobre el equipo, según puedo leer entre líneas, viene a ser como algo más
secundario -siempre que sea más o menos regular y tal-, ¿no? Otra cosa: me hice hará 7 años con un reproductor de cds technics, muy bonito y eso, pero el caso es que, debido a que tengo el pc conectado al equipo, lo he utilizado poquísimo; pues bien, hace más de un año que no me lee nada. ¿Puede ser de usarlo poco? Es que, como no me importa mucho, la verdad, no me he parado nunca a preguntárselo a nadie. Me costó caro para lo que suelen valer estos paratos, así que no sé qué pensar sobre eso que comentas de cambiar, mucho después, el reproductor de cds.
No, eso son los flipaos que se meten ocho mil watios en el coche. Los audiofilos tienen sus sellos propios, que sacan unos discos que suenan de la hostia (tanto en vinilo como en cd) pero que el contenido suele ser jazz-fusion infumable, new age patatera o imitadoras de Celine Dion más malas que la carne de perro. Si alguna vez ves barato un cd de Sheffield Labs o de esos de caja negra y cd dorado, no dejes de pillarlos, igual se te quitan las manías...
Ya. Como los que aparecen en uno de esos enlaces que dejaste. Les importa más la forma que el contenido. Ok.
mundele rebuznó:
A todo esto, tengo un cuñado tan absurdo, que asevera poder oír los bits cuando escucha música en un CD. :53
Me voy a callar porque le respeto y eso... ¿Cómo de cuñado es? Lo digo porque estas cosas suelen transmitirse vía genética y tal.
brassneck rebuznó:
No lo difamo, ni muchisímo menos. Esos "ruidos" son como cicatrices en la batalla, denotan cuales son los que has quemado de verdad, los que te has llevado de fiesta, los que has compartido con amigos.
Como dije, hay un millón de razones por las que el vinilo se folla vivo a los cds, pero ninguna tiene nada que ver con la tecnología. Tengo un montón de cds, pero la gente que viene a casa jamás les presta la mínima atención. Se van directos a los vinilos, los miran como si fuera el monolito de 2001, algo que los sobrepasa. Si es alguien que acabo de conocer o entra por cualquier razón, comienza a pasar la mano por los estantes y notas que, de repente, te habla con mucho más respeto. En serio. Si es un amiguete de los de toda la vida, va a buscar esas piezas que a él le faltan y te dice "que cabrón", con una sonrisa y un guiño similar al que tú le haces cuando vas a su casa y hurgas en su colección y encuentras, ecco, los que él tiene y tú no. Y chuleais como críos al tengui o no tengui, una especie de a ver quien la tiene más gorda disqueril. Cosa absurda porque todavía no he conocido a nadie (a nadie con más de mil discos, claro) que cambiase su colección por la de otro. Ni loco.
Los cds están bien, sí. Son funcionales, se oyen de puta madre, puedes conseguir cosas que en vinilo se van a las decenas de miles de pesetas, pero... como explicarlo... no tienen alma.
Me es imposible sentir por ellos el afecto que siento por alguno de mis discos, a los que estimo más que a muchas personas (¿es grave, doctor?). No porque sean especialmente caros o raros, si no porque he crecido con ellos, me los regaló algún amigo que ya no está, siempre han estado conmigo para lo bueno y para lo malo, alguno me costó semanas de ahorro, me han dado consuelo o marcha mientras otros me daban puñaladas o yo que sé.
Será el rollo fetichista ese de abrir la portada, sacar el disco con delicadeza, desnudandolo de su funda de papel igual que le bajas el tanga a una chica, rozando apenas la galleta para no mancillar su contenido, ese ponerlo sobre el plato mientras el pivote taladra su diminuto agujero central. Verlo girar, sexy, negro, reluciente, casi bailando solo para ti, distinguiendo la separación entre canciones, eligiendo ese pedacito que te gusta especialmente. Ese bajar el brazo con cuidado, relamiendote cual perro de Pavlov al adivinar lo que te espera, oir como se posa la aguja en el surco, ese siseo que es más un susurro de gatita, y cuando comienza la música... wow... Deleitarse escudriñando hasta el último detalle la portada y fundas interiores mientras las canciones se suceden elegantemente. Esa pausa a los veinte minutos, te levantas, desentumeces las piernas, te pones otro cubata, le das la vuelta al disco -o te pones otro, que cojones- y tienes otro ratillo de felicidad. Compañeros que llevan cuarenta o cincuenta años por el mundo y que, pese a sus achaques, todavía cumplen su función principal a la perfección: emocionar.
Me cago en todos esos putos posavasos digitales, fríos, impersonales, cuasi perfectos, que capullos se empeñan en llenar hasta casi los ochenta minutos cuando apenas tienen ideas para veinte, con portadas en las que no distingues nada y libretos con los que te quedas ciego cuando intentas seguir las letras. Pequeñajos, escurridizos y para nada bonitos, que no se rayan pero con una mierda de cajas que se rompen de mirarlas. Ahí están, como flores de plástico de las que cualquiera puede hacerse imitaciones por treinta centimos en casita. Yo estoy hablando de pasión.
Parafraseando al anuncio, los vinilos son más caros que el cd. Sí. Y la vida muy corta.
No suelo macroquotear por razones estéticas pero haremos una excepción -paradógicamente, estética-. Acaba usted -porque a partir de ahora le hablaré de usted- de ganarse mi respeto y mi corazoncito. Añadiré a su poema, si me permite, algunas cosillas. Como bien dice, el vinilo necesita de una interacción; una complicidad que no se da, para nada, con el cd. Un cd lo pones y te puedes dedicar a hacer cualquier cosa, puedes olvidarte -si no se va la luz, seguirá ahí eternamente,
hasta hacerse pesado-. Un vinilo necesita de tu atención,
de una participación activa, nunca es lo mismo; hay que estar encima de él para gozarlo. Como dice Gable, es más para ocasiones especiales -parece mentira que un diletante en estas lides sea tan cabal-. Si a esto le añadimos el detalle del agujerito, con connotaciones muy sexys, la cosa gana todavía más enteros -y el formato single, todavía más-. Recuerdo que Jerry Lewis, en la mejor actuación de su vida -El Rey de la Comedia- nos hablaba de una banda de swing tan lasciva que su compañía de discos había decidido editar el álbum sin agujero.
Como bien dice, nuestros discos están cargados de sensaciones que nunca jamás volverán. Son trozos de nuestra miserable vida. Y tienen más valor que la mayoría de las personas. Antes tenía una casa en La Alpujarra, que solía frecuentar los findes; pues bien, cada viernes agarraba mis bolsas con tropecientos discos y las cargaba en el coche -¡para dos días!. Además de que eran mi mejor compañía, creo que me emparanoyé con la idea de que entraran cacos en mi piso y se los llevaran
. Me importaba una mierda el resto del mobiliario, pero mis discos eran sagraos. También estaba el ritual de la hormiguita de ir, poco a poco, consiguiendo esos tesoros y que, como bien dice, ya solían salir por una buena pasta. Igual no me cree, pero lo primero que introduje en mi nueva casa fue mi
Ziggy Stardust -hay quien tiene la superstición de introducir primero un pan, sal y aceite-.
Mi idea de futuro es, primero, estabilizar mi situación; después, hacerme con todos los vinilos que pueda. Un café, un pitillo, una mujer y un disco sonando hasta que reviente él o yo. Así de simple.
P.D: Creo que mucha gente le agradecería que colgase alguno de sus tesoros y eso.