Me acabo de hacer ahora una paja y mi lefa huele dulce, un olor que no se parece a nada que yo haya olido antes. Quizás se podría intentar describir como una mezcla de frescor, dulzor y libertad. Es un aroma único, ya me lo habían dicho algunas, que les molaba como me huele la leche. Y no es por presumir, pero estoy seguro que si salpicase con mi caliente simiente la cara de la hermana de
@dakilla, se relamería aun a riesgo de quedar como una verdadera cerda. Mi semen huele a vida, a esperanza, a macho sano, a entrañas, a pureza, a amor. Es un olor visceral, que el celebro rápidamente comprende que es orgánico, algo puro, algo natural y salvaje. ¿Habéis visto cuando los gatos tienen que morder a las gatas en la nuca para tranquilizarlas mientras se lo hacen? Pues el olor de mi semen tiene esa capacidad traquilizadora, es un olor que cuando la hembra lo percibe se queda a gusto, tranquila, relajada. Sabe que nada puede pasar cuando ese olor está cerca porque es el aroma más puro de un macho. La naturaleza le dotó de ese poder para que la hembra no se fuese a lavarse al río o se dejase follar por otros. Es un anestésico que da unos minutos al espermatozoide para que intente fecundar antes de que otro macho bombee la vagina.
A mí me encanta el olor de mi leche, es dulzona, pero lo curioso es que a pesar de ser muy penetrante es ligero a la vez. Para nada pesado o molesto, es la sutileza hecha perfume. Tengo toda mi casa llena de manchones porque me alivio donde quiero y así marco el territorio, impregnando toda mi guarida con mi personal aroma.