El 9 de Agosto, Mahmud Ahmadineyad, declaró que su país se dispone a nacionalizar por completo su industria petrolera. Hizo este anuncio en el contexto del nombramiento oficial del nuevo Ministro del Petróleo, Rostam Qasemi.
Irán posee las terceras reservas mundiales de petróleo y las segundas de gas. Es de sobra conocido que nacionalizar la principal riqueza de un país, permitiendo así que sus ciudadanos sean quienes la disfruten, significa enemistarse mortalmente con la mafia multinacional. Es lo que le pasó, por poner sólo unos ejemplos, a Allende con el cobre, en Chile; a Costa de Marfil, con el cacao; y es lo que le está pasando hoy mismo a Gaddafi,
en Libia.
Parece interesante preguntarse cómo es que la Revolución no había dado todavía este paso definitivo y por qué se decide a darlo precisamente ahora. Las respuestas tentativas que podamos realizar deberían basarse en un repaso a la historia de la lucha por el petróleo en Irán, que es algo así como la columna vertebral de la historia de la Persia del siglo XX.
1901. Comienza el saqueo.
Irán puede enorgullecerse de ser el único país de su entorno geográfico que ha mantenido su soberanía (al menos nominalmente) frente a los poderes coloniales. Y ello a pesar de su posición geoestratégica y sus abundantes recursos naturales.
El shah de la declinante dinastía Qajar, Mozzafar al-Din, una marioneta mantenida por el zar y la mafia imperial británica, era aborrecido por su pueblo. Nacionalistas, comunistas y líderes religiosos chiíes se rebelaban contra un soberano que vendía su país a rusos e ingleses a cambio de golosinas. El mafioso británico, William D´Arcy, que se había hecho millonario especulando con terrenos, obtuvo del estúpido monarca persa una concesión para explotar los pozos petrolíferos del sur. En 1908, D´Arcy fundó la Anglo-Persian Oil Company (APOC).
La débil monarquía persa (que se había convertido en constitucional para tratar de acallar las protestas populares) estaba repartida, en virtud de El Gran Juego, en una zona de influencia rusa, al norte y otra inglesa, al sur. Los ladrones ingleses, una vez que, tras años de infructuosa búsqueda bajo el ardiente sol, encontraron el ansiado petróleo, se burlaron del soberano persa negociando con los jefes tribales de la zona. Un ejemplo de lo que los británicos entendían por “negocios“: A cambio de dejarles robar tranquilamente toneladas de petróleo, el sheikh Khazal, el jefe de la región semiautónoma de Jorramshar se conformó con 10.000 libras. Tan contento se quedó el sheikh, que ingresó en los fusileros del Imperio Británico y combatió por él en la Gran Guerra.
Hablando de la Gran Guerra, el ansia por encontrar petróleo a toda costa tenía una noble causa: había que reforzar la marina inglesa con barcos propulsados por petróleo, en vez de por carbón.
Hartos de saqueos e injerencias extranjeras y aprovechando la victoria bolchevique en Rusia, los iraníes protagonizaron revueltas con la intención de derrocar al monarca. Un episodio poco conocido fue el de la República Socialista Soviética de Persia, un intento que prosperó durante poco más de un año en la norteña provincia de Gilan hasta que los ingleses acabaron con ella.
1951. La nacionalización.
Algo que hay que admirar del pueblo iraní es su orgullosa, beligerante e inteligente postura ante el expolio colonial. Lejos de quedarse boquiabiertos con los “extranjeros”, sus modas y sus tecnologías (como todavía hacemos los españoles) eran plenamente conscientes de que lo que estaban haciendo esos ingleses era literalmente expoliarles con el beneplácito del que debería ser su líder.
Tres grandes grupos ideológicos confluyeron para crear en 1950 un ambiente revolucionario que amenazaba con hacer saltar por los aires al Shah y a todo el tinglado criminal anglo-norteamericano que lo mantenía en el trono.
1 -El movimiento religioso. De entre ellos, sin duda este fue el que contó con mayor apoyo popular. Su líder indiscutible fue el ayatollah Kashani, que ya desde los años 40 mantuvo un discurso en el que aunaba los principios islámicos chiítas de justicia social con un no disimulado anticapitalismo. Su enorme prestigio popular hacía que el Shah no pudiera arrestarlo o asesinarlo como hacía con cualquier opositor: solo se atrevía a mandarlo al exilio. Kashani tenía una idea clara que no cesaba de repetir: el petróleo de Irán es para los iraníes.
2 -El movimiento comunista. Agrupados en el partido Tudeh (o partido de las masas). A pesar de la sistemática represión de Reza padre y Reza hijo, la breve experiencia soviética en Irán mantuvo muchos seguidores clandestinos que, ahora, con el apoyo logístico de la URSS, habían logrado no solo un buen número de seguidores sino también un brazo armado (la TMPO) y un considerable número de oficiales infiltrados en el ejército. Los comunistas movilizaron a amplios sectores de obreros e intelectuales en contra de la expropiación sistemática a la que los angloamericanos estaban sometiendo a su país y fueron decisivos, junto con el movimiento islámico del ayatollah Kashani.
3 -El movimiento nacionalista. Liderado por Mohammad Mossadeq. El doctor Mossadeq era un veterano alto funcionario, de familia aristocrática, que había mostrado un progresivo desacuerdo con la sumisión iraní al expolio de la por entonces denominada Anglo-Iranian Oil Company (AIOC). Representante de la burguesía local, deseosa de un Irán próspero y democrático, a imagen y semejanza de los países occidentales, pensaba que una mayor participación estatal en los beneficios del petróleo era imprescindible para modernizar el por entonces atrasadísimo país. Aprovechó el masivo descontento popular para hacerse inprescindible para el Shah.
La situación en 1951 era insostenible. En 1950, ante las insistentes presiones de la AIOC, el Shah nombró Primer Ministro a Ali Razmara para encargarse de sacar un nuevo acuerdo con los ingleses. La jugarreta consistía en hacer pasar ante el parlamento y el pueblo como una mejora de las condiciones lo que en realidad constituía un robo aun mayor al Estado iraní. Pero, al contrario de lo que ocurre en muchos otros parlamentos y, sobre todo en muchas calles del mundo (quizá porque falten líderes como Kashani), los iraníes fueron conscientes de que se les estaba intentando engañar. Razmara fue asesinado al año siguiente por lo que los libros de historia llaman un “fanático.” Sin embargo nosotros pensamos que con muchos fanáticos como ese el mundo sería un lugar mucho más habitable. La rata mentirosa de Razmara tuvo lo que se merecía
1979: Triunfa la Revolución.
Tras el golpe militar, los EE.UU. impusieron un nuevo modelo de explotación del petróleo iraní. En primer lugar, se acordó un reparto del pastel entre varias compañías, de manera que la AOIC, que pasaría a denominarse British Petroleum (BP), perdía su tradicional monopolio persa. En segundo lugar, se acordó homologar con otros países colonizados económicamente como Venezuela la tasa de explotación en un 50-50, es decir, en un reparto a medias de los beneficios entre las compañías explotadoras y el estado iraní. Esto era una aparente mejora de las condiciones previas a la nacionalización de 1951. Sin embargo hay que tener en cuenta que con ello se procuraba evitar nuevos brotes de insurrección y que, además, las compañías seguían sin permitir que los iraníes auditaran sus cuentas, con lo que el fraude en el reparto estaba cantado.
Una de las primeras medidas del triunfante Consejo Revolucionario del 7 de enero de 1979 fue declarar nulos todos los tratados de explotación petrolífera con compañías extranjeras.
La nación iraní, tras la victoria de la Revolución Islámica liderada por el Imam Jomeini se convierte en la dueña exclusiva de los yacimientos y las instalaciones.
Ya desde ese mismo día, EE.UU, y sus aliados políticos y económicos iniciaron una guerra militar, económica e ideológica para tratar de acabar con la Revolución y permitir así que las multinacionales continuasen con su secular expolio. Treinta años después, el acoso continúa.
1988-2011: El milagro iraní (y este, de verdad)
Pero otro aspecto en el que el paralelismo con la URSS se hace inevitable es el económico. Se habla mucho de “milagros” económicos en países de tipo capitalista o abiertamente fascista, como el alemán, el chileno o incluso el español. La propaganda capitalista nos tiene acostumbrados a pensar que ésos son los milagros económicos prototípicos. Sin embargo, el milagro alemán no fue más que una inyección masiva de capital para proteger al páis del peligro comunista. Otro modelo muy corriente de “milagro” capitalista es el del Chile pinochetista, que consiste en la repentina afluencia de dinero proveniente de la venta de bienes del Estado a manos privadas… seguida de una irreparable y permanente bancarrota, una vez malvendido todo.
Pero, para milagros, el de la URSS o el de Irán. Dos países hundidos en la miseria, vendidos a los bancos, colonizados económicamente, con alarmantes índices de miseria, consiguen convertirse en potencias económicas mundiales en apenas un par de décadas. ¡Y ello debiendo, además, hacer frente a terribles y devastadoras agresiones externas!
La renta per cápita se cuadruplica.
Un indicador incontestable (aunque no el único, pues también podríamos hablar de la cobertura sanitaria, la esperanza de vida, el nivel de alfabetización, etc.) nos lo proporciona la evolución de la renta per capita nacional. Nada más iniciarse la Revolución, en 1980, ésta se situaba en menos de 3000 dólares. Sorprendentemente, al terminar la larga y terrible guerra, no solo no había disminuido sino que había crecido un 50%. A día de hoy la renta ya ha alcanzado los 12.000 $ y se estima que seguirá creciendo a pasos agigantados.
De miserable colonia a tercera potencia emergente.
El nada sospechoso de ser proiraní World Fact Book considera a Irán la tercera potencia económica emergente mundial, detrás de China e India. Lo mismo opina la aun menos sospechosa de simpatizar con la Revolución agencia Goldmann Sachs. Irán, que realiza planes económicos quinquenales, también como la URSS, tiene previsto ser la 12ª economía mundial en 2015. Todo ello en un país teocrático, fanático y medieval, que dicen algunos. Comparemos con las perspectivas de nuestra ultramoderna, liberal y avanzada España.
Nacionalizar: pecado mortal de la fe capitalista.
Todo esto ha sido posible en buena medida al hecho de que el dinero procedente del petróleo y el gas revierte en los iraníes, en vez de ir a parar a los bolsillos privados de los grandes mafiosos internacionales. Mantener la propiedad de los pozos petrolíferos ha costado al pueblo irani 8 años de guerra, un bloqueo permanente de EE.UU. y un también permanente estado de alarma ante las continuas intentonas de golpes de estado, revoluciones de colores (en este caso, verdes) y ataques terroristas. A pesar también de la traición ideológica de los que se denominan orgullosamente intelectuales progresistas y que se han dedicado a difundir entre los occidentales de izquierdas la imagen de país satánico que promueve el imperio.
¿Por qué ahora?
Ahora podemos elucubrar una respuesta a la pregunta que nos hicimos al principio.¿Por qué no se había procedido a la plena nacionalización del petróleo hasta ahora?
En primer lugar, parece claro que hasta hace poco Irán seguía dependiendo de compañías extranjeras para los procesos tecnológicos más complejos. Pero ya es prácticamente autosuficiente en este sentido. La tecnología pública iraní en prospección, extracción, procesamiento y transporte de petróleo y gas es igual o superior a la de las grandes compañías privadas internacionales. No sólo eso: la derivada industria petroquímica nacional irani ya es la segunda mayor del mundo, tras Dow Chemical.
Es decir, Irán ha nacionalizado todo el proceso de producción cuando tecnológicamente ha estado preparada.
También podemos aventurar que, ante las más que previsibles intentonas militares de Israel y EE.UU, los iraníes hayan decidido cortar toda dependencia económica con quienes mañana van a tratar de exterminarlos.
Pero que sepan los genocidas de la Casa Blanca y sus aliados y mercenarios, desde los magnates del petróleo a los plumíferos a sueldo, que Irán no va a doblar la rodilla. Que Dios los proteja.