Hoy voy a hablar del violador del ascensor. Lo que ocurre es que apenas si cambié 3 palabras con él en los meses que estuve allí, así que no podré decir muchas cosas sobre el. Pero para que el post no quede corto os hablaré también de otro preso que no tiene desperdicio.
EL VIOLADOR DEL ASCENSOR
Mientras observaba a la gente en el patio, después de varias semanas, me fije en un tipo que después de la comida le echaba trozos de migas a los pájaros que había por allí. Llegaba con su mendrugo de pan lo desmenuzaba y como un ritual lanzaba pequeños trozos de migas para los pájaros y contemplaba como estos comían. Después tomaba la escoba y minuciosamente barría los restos que habían dejado las aves con tanto esmero que parecía que allí no había pasado nada.
Solo lo veía en esos momentos, lo cual me resultaba extraño. Era un tipo que mediría 1.65 completamente calvo y muy delgado parecía más un enfermo de cáncer que un preso. Me tenía completamente intrigado. Por más que lo buscaba por el patio nunca lo veía, pero, por supuesto, no quería preguntar a nadie por el. Fui paciente y al final un día me contaron que ese tipo era el famoso violador del ascensor... y me quedé a cuadros. Pero si era un alfeñique, cualquier tía con un poco de peso le podía haber dado una paliza, luego caí en que existen navajas y esas cosas.
La particularidad de este tipo es que estaba "refugiado". Cuando un preso es acosado, golpeado repetidas veces o amenazado puede pedir refugio. En esos casos lo normal es que te cambien de módulo y te metan en una celda solo. Ese hombre se debe haber llevado la del pulpo en la cárcel, es que no me imagino que le habrían hecho para llevar la vida que llevaba. Me explico. Pedro, que así se llamaba, solo bajaba al patio única y exclusivamente a la hora de la comida y a la hora de la cena. Llegaba con su tupperware, recogía la comida (siempre el último de la cola y siempre esperando que todos los internos hubieran pasado al comedor) y desaparecía. Debía tener algún tipo de escrito o acuerdo con el subdirector de tratamiento porque la comida se servía a la 1 y hasta las dos no abrían la verja que conducía a los chavolos. Se pasaba casi las 24 horas del día metido en su celda.
Creo recordar que tenía veintitantos años de condena. Espero que disfrutase de aquellos "polvos" que echó, porque... joder.
EL PROBE MIGUÉ
Es increíble la cantidad de enfermos mentales que hay en la cárcel, no como yo, digo, me estoy refiriendo a tíos que están pero mal mal de la cabeza y que desde mi punto de vista pegarían más en un psiquiátrico que allí, incluso había un chico con síndrome de down... es decir, tenía todos los rasgos faciales característicos pero reconozco que si hablabas con el podías notar algún destello de inteligencia.
Bueno, a lo que voy. Migué era ese tipo de locos que no sabías si tener pena por él o dedicarte a cachondearte... porque es que tela el tío. No se sabía los nombres de nadie a todo el mundo le llamaba "primo" o "loco" hasta a los funcionarios. Estaba obsesionado con la nocilla "taleguera". Después del desayuno a veces sobraba pequeños cuadraditos que nos daban de mantequilla y otros días nos daban sobrecitos de cola cao. Bueno. Pues Migué se pasaba el día entero pidiéndole a todo el mundo mantequilla, sobres de cola cao y sobres de azúcar también. Iba recolectando con una botella de plástico cortada a modo de vaso en la mano y mantequilla o cola cao o azúcar que conseguía los metía en la botella y con un tenedor de plástico se pasaba horas removiendo y acercando la botella a los calefactores para que aquello cogiera consistencia.
Esa era una de sus parafilias. La otra eran los bolígrafos ¿Por qué? porque se pasaba otra parte del día escribiendo cartas al Juez de vigilancia, a bufetes de abogados incluso escribía al tribunal supremo. En sus "cartas" (porque no usaba sobres, sino que los fabricaba con folios y los cerraba pegándolos con pasta de dientes) decía que se iba a suicidar muy fuerte, que los presos, ordenanzas y funcionarios le pegaban y que él quería irse a un centro donde le atendieran por su discapacidad.
Como no le hacían ni puto caso, empezó a cargar las cartas con más problemas, se hizo cortes en los antebrazos... etc. Hasta que un día se presentaron el Jefe de Servicio y el de Seguridad para hablar con él. No sé de que hablaron pero básicamente le dijeron que parase ya con las cartitas porque resultaba que había denunciado a la prisión, al equipo médico y vete a saber a quien más. Le dijeron que como no parase habría consecuencias. Pero él como si nada, al día siguiente ya estaba con su nocilla, sus bolis y sus cartas. Le volvieron a decir que parase, pero el nada seguía y seguía hasta que un día le dijeron que como mandase otra carta más de ese tipo se iba a enterar.
Pues nada, una mañana escribió la primera carta del día y se la llevó al funcionario... a los cinco minutos apareció un funcionario enorme, con los guantes puestos y le dijo que se preparase que en 5 minutos le llevaban al hospital. Se lo llevaron a psiquiatría y no sé que quisieron hacerle pero al parecer le dio un puñetazo a la psiquiatra. No volvió hasta 3 días después y no sé que le habían pinchado o metido en el cuerpo que ya no parecía el mismo. Era un zombi, pero un zombi drogado hasta el culo. No se le entendía lo que hablaba, se le caía la baba, se chocaba con todo al andar y no sé que fue de él porque todo aquello coincidió con mi puesta en libertad.