Tras mi inicial retraimiento del asunto he decidido a lo largo de hoy pulsar un poco el ambiente de opinión para extraer algunas conclusiones.
Cierto es que mi muestreo adolece de fallas, no he hablado con ningún meapilas confeso ni tampoco con algún militante de izquierda radical, así como tampoco forman parte de mis encuestados peperos de pro ni militantes de ningún partido. Me he limitado a tocar el tema por encima con algo más de una docena de personas de mi entorno y con alguna otra con la que me he topado episódicamente. Si de algo les sirve les diré que no me he encontrado con una sola condena tajante y sí a lo sumo con alguna que otra de tibio calado que, curiosamente, al entrar más en detalle se iba asemejando poco a poco a la indiferencia. Por otra parte la mayoría de las opiniones iban por la senda del velo de la sospecha, de que en el asunto se ventilaba algo en lo que han existido episodios de "doy para que des", "doy para que hagas" y demás componendas.
Si bien hoy día las cosas transcurren muy deprisa y todo cambia de la noche a la mañana da la sensación de que este crimen ha hecho traspasar a la sociedad española una barrera mental, como si se hubieran perdido los tapujos a considerar que los políticos en su generalidad merecen la peor de las suertes y a manifestarlo abiertamente.
Ya no se trata de hacer un juicio póstumo sobre si la asesinada era una retorcida hija de puta, como algunos sostienen, o bien una mujer enérgica y con mano de hierro, como afirman otros; si sólo pensaba en sí misma y en su beneficio o si estaba entregada en cuerpo y alma al servicio público, que lo uno y lo otro se dice por ahí según por quién. De lo que sí se trata en cambio es de constatar que se ha llegado a un estado de ánimo, tal vez no generalizado pero sí muy extendido, en el que no sería de sorprender que ante actos de emulación al del otro día se daría una simpatía colectiva creciente, y no necesito decir qué nombres podrían ir destacados en una nómina bien nutrida de individuos que no han mostrado la más mínima sensibilidad, ni un atisbo de escrúpulo y si un descaro y provocación manifiestos a la hora de aprovecharse de sus privilegios, personajes destacados de una época nefasta para nuestra historia e hipotéticas dianas ahora.
Por último, aunque fuera del hilo argumental anterior, deja atónito la capacidad de los aspersores de mierda al servicio del PP para pretender (porque dudo que lo logren) convertir una aparente vendetta estrictamente interna, un mero entre pillos anda el juego, en el resultado lógico e inevitable de protestas en contra de su política.