No creo en el karma, no creo en el destino, creo que todo es mucho mas estocastico de lo que parece, pero hay algo en lo que si creo, muy fervientemente ademas; la ironia de la vida.
Hace un tiempo sufri en mis propias carnes el suicidio de una tercera persona. Mas que el suicidio, el intento de suicidio puesto que este no llego a completarse al no morir en el intento. Tenia un vecino encima mia bastante rarito, presentado como si de una pelicula de Lynch se tratase. Tenia pinta de huraño, era bastante hosco en su trato con el resto y lo poco que hablaba era bastante huero y futil. Su aspecto, sin embargo, no era para nada el de una persona desaliñada y sucia, era una especie de gentleman con una merma social evidente. No daba problemas, no provocaba escandalos, podria decirse que se trataba del vecino perfecto, cero incordios, cero contumelias, cero tocapelotismo. Como sucede con esta clase de gente, los bulos, historias y zarandajas sobre su vida (su supuesta vida) eran la comidilla de las viejas decrepitas sin temor a la muerte que habitan en mi bloque. Abusos hacia su padre, presunto ladron, vamos, que le pintaban como un autentico sociopata en potencia. En medio de los rellanos, en los bancos situados a la salida del edificio, en la panaderia, en cualquier lugar donde se refugiaran las pajarracas de la inventiva, era el primer tema del dia. Tenia un seiscientos que llevaba años intentando arreglar, arduos años de sudor, esfuerzo y lagrimas. El trabajo le oprimia el tiempo suficiente como para acabar de arreglarlo. Cuando miraba por la ventana se le veia obsesionado, parecia que le fuese la vida en ello. Yo me podia pasar un buen rato observando por la ventana como dejaba de intentarlo, se sentaba en el bordillo con la solana que caia en aquel tiempo, miraba al infinito y volvia a intentarlo. Y asi un dia, y otro, y otro, hasta que un dia dejo de intentarlo. Rumores nada fidedignos aseguraban que tenia una artrosis galopante, que su fisico apenas podia aguantar el trabajo que intentaba realizar con tanta pasion.
Al cabo del tiempo, unos gitanazers (si, vivo en una zona de gitanos
) expoliaron, o mas bien hurtaron, el coche al que habia entregado su vida, su fisico y su dinero, este hombre. No le volvimos a ver el pelo desde entonces. Se refugio en su casa y eran sus padres (ya ancianos) los que hacian la compra o lo que fuere necesario. Su vida parecia apagada (o quizas se habia suicidado, pensaba yo).
Pues bien, y aqui viene lo que yo denomino como ironia de la vida; despues de unos años, quizas cinco, quizas seis, quizas siete, que mas da, un buen porron de tiempo, este hombre se dispuso a salir de su casa. Se atrevio a enfrentarse al mundo y salir de esa madriguera de hastio y lastima. Fisicamente estaba hecho un cristo, era una sombra de lo que fue, harapos, andrajos y bagatelas eran ahora su nueva vida. Se dispuso a cruzar la calle para ir a la farmacia. Fue atropellado por un vehiculo. El golpe sono en mi cabeza con una fuerza desmesurada, me asome por la ventana y alli estaba el, en el suelo, tirado como un guiñapo, lleno de sangre y visceras. Y alli estaba, en el mismo rincon en el que su coche estuvo aparcado años y años, y que el, con esmero, quiso arreglar.
Y alli estaba el vehiculo, su vehiculo, su coche, su vida. Fue el coche que le habia atropellado.
¿Casualidad, causalidad, destino, karma, azar, dios? mmmmmm ni idea, pero la ironia queda ahi