Algún día deberíais aceptar que hay tíos a los que sí, efectivamente, se les tiran encima las mujeres. Tíos a los que el teléfono no les deja de sonar con propuestas de sexo femeninas, a los que buscan allá donde se metan. Tíos que si los pones en mitad del Amazonas no tardan en tener a la única indígena en diez kilómetros a la redonda pidiendo rabo.
Yo sé que cuando estás en la mierda y no te miran ni para escupirte a la cara es difícil de creer. Yo sé que cuando eres constantemente despreciado, bueno, no, despreciado no, para despreciarte tienen que reparar en que existes, cuando eres constantemente ignorado y pareces transparente, ver el testimonio de uno de los primeros es increíble, inverosímil, inaudito y hasta parece una broma de mal gusto. Entiendo que os entre la envidia, entiendo que os entren las ganas de insultarlo, porque, claro, unos tanto y otros tan poco. Entiendo que vuestro cerebro os diga "no, no puede ser, está mintiendo", porque creyendo que es mentira lo que cuentan podréis soportar mejor vuestra existencia famélica. Entiendo que si le dais crédito entonces el hoyo en el que vivís es más profundo, y vuestra realidad más pesada. Pero, amigos, lo que tenéis que hacer no es rebelaros contra eso, ni llamarles mentirosos, ni fantasmas, ni reíros, ni negarlo, ni mucho menos sentir la venenosa envidia y la rabia que os da ver esto, porque con eso sólo os hacéis mal a vosotros. Lo que tenéis que hacer es aceptar ese hecho, porque es un hecho, y asumir que la realidad es una hija de puta y a vosotros os ha tocado la cara amarga de la vida en lo tocante al sexo, y que a unos cuantos (a mí desde luego que no) les ha tocado la cara amable, aquella en la que chasqueando los dedos lo obtienen y hasta sin chasquearlos tienen más del que quisieran.
Dejaos de putas envidias, que os estáis envenenando. El mal os lo hacéis vosotros, no os lo hacen ellos, que al final sólo viven su vida y su realidad.