Por indicaciones de mi churri venía dispuesto a asumir la defensa del amor eterno pero, en el peor momento, como una puta que se cruza en el momento de subirte al altar, me di cuenta de que el amor eterno no puede existir. Es imposible su existencia desde el punto y hora de que no existió antes de conocerlo, y ese lapso anterior tambien forma parte de la eternidad. Lamento que nuestro amor eterno no sea eterno, que haya permitido el despilfarro del tiempo antes de entrar, para quedarse hasta la eternidad, en el coto privado de nuestras vidas; o que la eternidad no empiece a considerarse desde el momento en que conocemos ese amor que merece el calificativo de eterno, pero no cabe más remedio que entenderlo así.
Dicen del hombre que es una criatura especialmente abocada a la promiscuidad, pero yo tengo otra opinión: el hombre es un ser entregado en cuerpo y alma a los vicios. Y reconozcámoslo con la mano en el corazón: hay mujeres que a su especial magnetismo unen un olor estremecedoramente adictivo.