tengo el buen juicio, desde hace ya unos cuantos años, de obviar tan adulterada celebración. Sin embargo todo el mundo tiene un pasado y debo reconocer que al igual que el cursi que ha abierto el hilo yo tambien me entregaba con devoción a honrar a los centros comerciales y a los caprichos de mis zorras de entonces. No siempre fue igual ni siempre con la misma intención. Durante las postadolescencia, aun pervivían en mi esos inmaculados ideales sobre el amor y su eterna pureza. El dia de san valentin era en aquellos años idiotizados y confunsos la sublimación de todo nuestro amor y la constatación material de la fortaleza de nuestra unión.
Cuando la experiencia y las decepciones me enseñaron a correazos la fétida transtienda del corazón humano y de la relaciones sentimentales, cuando descubrí el juego de intreses, las innobles matématicas que operan en toda relación de pareja y como el verdadero sentido ha dejado paso a la mecánica ceremonia, tuve la inteligencia de buscar un extra que me compensara del obligado cumplimiento de tan penosa celebración. Solia aprovechar este dia para alquilar la habitación de un hotel, pasar la noche juntos con la romántica intención de dormir abrazados, y satisfacerme el rabo con un buen recital de polvos de sol a sol.
Tengo especialmente vívido el recuerdo de una noche de amor a mediados de los 90. La señorita con la que compartia proyecto vital y cama por aquel entonces era una hembra con una hechuras de yegua árabe, con unos cuartos traseros de una perfección y una potencia que povocaban un alborotado entusiasmo en mi entrepierna. El resto de su cuerpo y de su boca no le iban a la zaga en cuanto a prestancia y operatividad, asi que esa noche tocó cena y hotel y folleteo por todo lo alto.
Como era san valentin, tuvo el detalle de hacer un regalo muy especial y se puso su armadura del amor: Sujetador, tanga y medias con liguero, todo en negro, todo de encaje, todo muy de zorra profesional y desatada. Para terminar de rematar la jugada, durante la cena me encargue de suminstrarla un para de copazos de vino que la ponia en ese estado de semiembriaguez que multiplicaba su líbido y su descaro por mil. Ya de camino al hotel se empeño en hacerme una mamada entre dos coches, sin importarle el devenir de gente que pasaba a nuestro alrrededor. En la recepción del hotel, mientras el recepcionista se ausentó a buscar no se que, se saco una teta para que se la chupara y al llegar a la habitación, me ató a la cama y me dejo correrme en su bocaza por primera vez...cosas del dia de san valentin.