Alano
Asiduo
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Me dedico a la educación hace ya casi dos décadas. Pero nunca he creído en la educación reglada. El sistema funciona mal, agrupan a los chavales por edades y les hacen homogéneos con la excusa de que los grupos deben ser heterogéneos; en palabrería progre, gitanos, moros, el hijo del médico, el que tiene capacidad y el tonto del pueblo. El resto es crear guetos. Pues bien, tras mi experiencia, tanto como alumno, como docente, he decidido optar por la educación en casa, al menos hasta que no quede de otra, porque la escolarización es obligatoria desde los seis años a los dieciséis.
Soy consciente de que la escolarización, en general, ha traído muchas ventajas en el desarrollo del país. El problema lo tenemos no con el hecho de que los niños acudan a las instituciones educativas, sino de cómo se trata a todos y se iguala por abajo. Al final, se está creando un sistema tripartito: colegios privados para élites, colegios concertados para la clase media baja y la pública para el resto. En las zonas rurales, normalmente solo hay esta última opción, salvo contadas excepciones.
Decía Laszlo Polgar, el padre de las famosas ajedrecistas, que dios le podía haberle mandado un genio, pero tres, era estadísticamente imposible. En esa idea me baso para la educación de mi hija.
Estoy convencido de que todo niño con una inteligencia normal, puede alcanzar un potencial que jamás conseguiría si no se siguen determinados pasos. Mi hija tiene dos años y un mes, lee poesía, cuentos y todo lo que le pongas, reconoce las CCAA en un mapa mudo, sabe contar hasta cincuenta, conoce todos los rudimentos del solfeo en un pentagrama, toca algunos fragmentos en el piano , reconoce más de cien cuadros de pintores de todas las épocas, tiene un vocabulario amplio en inglés, conoce los nombres de bastantes animales en latín y sabe contar hasta diez en ese idioma. Todo esto, entre otras cosas que ya para mí carecen casi de importancia. Pensaréis que es una exageración, que miento como un bellaco. Pero es real. Y todo se lo debo a un método y a la completa dedicación de mi mujer, que no hace otra cosa que estar pendiente de la niña, en lugar de trabajar o de pintarse las uñas. Es un trabajo en equipo, donde cada cual tiene su papel.
Muchos pensarán que no tiene sentido, pero solo hay que ver cómo detrás de muchos de los genios de la historia, hay unos padres que se dedicaron a transmitirles pasión por algún aspecto concreto de las artes. El padre de Mozart, el padre de los hermanos Machado, la madre de Lorca y mil ejemplos que podéis buscar a través de google, porque en este hilo no pienso poner ni un link. Solo voy a transmitir mi experiencia, por si a alguien le sirve, pues medio foro está en edad de ser padres.
Os preguntaréis cómo se consigue todo esto. Primero debe de haber material en casa. Si yo no tuviera libros de poesía, piano, libros de arte, etcétera, la niña nunca hubiera tenido acceso a ellos.
El segundo paso es la observación. Debéis ver qué es lo que le interesa. A mi hija le interesaba saber cómo se llamaban los personajes que aparecen de relleno en los dibujos de los cuentos. Se le fueron nombrando y ella lo recordaba. Tuvimos que escribirlos para no confundirlos. Ahí comenzó la segunda fase, empezó a comprender que los símbolos de las letras representaban algo y sintió curiosidad. Compre el Micho, que lo han vuelto a editar, tanto el 1 como el 2, el tres no existe ya.
Empezamos con las vocales. Primero en el libro y también con el método Doman, que consiste en pegar carteles con el nombre de un objeto. Así, le servía de refuerzo, porque veía las vocales en toda la casa. Con tiza le escribía las vocales en el suelo de la terraza, a modo de juego, siguiendo el orden del Micho. Después aparecieron las primeras consonantes. Utilizamos siempre refuerzos positivos y la casa se llenó de cuentos infantiles y de juegos educativos.
Los cuadros los aprendía mientras su madre hacía otras tareas, porque me preguntaba por los nombres de los personajes representados. Como la mayoría eran personajes bíblicos, al final le compré una Biblia infantil ilustrada. Le apasionaba cuando le hacía los ruidos de las trompetas de Jericó.
Todo el día en mi casa está puesta Radio Clásica. Salvo algunos ratos, en los que le ponemos Clan y Disney Chanel.
Mañana sigo que ya es tarde. Si no interesa el tema, candado y a otra cosa.
Soy consciente de que la escolarización, en general, ha traído muchas ventajas en el desarrollo del país. El problema lo tenemos no con el hecho de que los niños acudan a las instituciones educativas, sino de cómo se trata a todos y se iguala por abajo. Al final, se está creando un sistema tripartito: colegios privados para élites, colegios concertados para la clase media baja y la pública para el resto. En las zonas rurales, normalmente solo hay esta última opción, salvo contadas excepciones.
Decía Laszlo Polgar, el padre de las famosas ajedrecistas, que dios le podía haberle mandado un genio, pero tres, era estadísticamente imposible. En esa idea me baso para la educación de mi hija.
Estoy convencido de que todo niño con una inteligencia normal, puede alcanzar un potencial que jamás conseguiría si no se siguen determinados pasos. Mi hija tiene dos años y un mes, lee poesía, cuentos y todo lo que le pongas, reconoce las CCAA en un mapa mudo, sabe contar hasta cincuenta, conoce todos los rudimentos del solfeo en un pentagrama, toca algunos fragmentos en el piano , reconoce más de cien cuadros de pintores de todas las épocas, tiene un vocabulario amplio en inglés, conoce los nombres de bastantes animales en latín y sabe contar hasta diez en ese idioma. Todo esto, entre otras cosas que ya para mí carecen casi de importancia. Pensaréis que es una exageración, que miento como un bellaco. Pero es real. Y todo se lo debo a un método y a la completa dedicación de mi mujer, que no hace otra cosa que estar pendiente de la niña, en lugar de trabajar o de pintarse las uñas. Es un trabajo en equipo, donde cada cual tiene su papel.
Muchos pensarán que no tiene sentido, pero solo hay que ver cómo detrás de muchos de los genios de la historia, hay unos padres que se dedicaron a transmitirles pasión por algún aspecto concreto de las artes. El padre de Mozart, el padre de los hermanos Machado, la madre de Lorca y mil ejemplos que podéis buscar a través de google, porque en este hilo no pienso poner ni un link. Solo voy a transmitir mi experiencia, por si a alguien le sirve, pues medio foro está en edad de ser padres.
Os preguntaréis cómo se consigue todo esto. Primero debe de haber material en casa. Si yo no tuviera libros de poesía, piano, libros de arte, etcétera, la niña nunca hubiera tenido acceso a ellos.
El segundo paso es la observación. Debéis ver qué es lo que le interesa. A mi hija le interesaba saber cómo se llamaban los personajes que aparecen de relleno en los dibujos de los cuentos. Se le fueron nombrando y ella lo recordaba. Tuvimos que escribirlos para no confundirlos. Ahí comenzó la segunda fase, empezó a comprender que los símbolos de las letras representaban algo y sintió curiosidad. Compre el Micho, que lo han vuelto a editar, tanto el 1 como el 2, el tres no existe ya.
Empezamos con las vocales. Primero en el libro y también con el método Doman, que consiste en pegar carteles con el nombre de un objeto. Así, le servía de refuerzo, porque veía las vocales en toda la casa. Con tiza le escribía las vocales en el suelo de la terraza, a modo de juego, siguiendo el orden del Micho. Después aparecieron las primeras consonantes. Utilizamos siempre refuerzos positivos y la casa se llenó de cuentos infantiles y de juegos educativos.
Los cuadros los aprendía mientras su madre hacía otras tareas, porque me preguntaba por los nombres de los personajes representados. Como la mayoría eran personajes bíblicos, al final le compré una Biblia infantil ilustrada. Le apasionaba cuando le hacía los ruidos de las trompetas de Jericó.
Todo el día en mi casa está puesta Radio Clásica. Salvo algunos ratos, en los que le ponemos Clan y Disney Chanel.
Mañana sigo que ya es tarde. Si no interesa el tema, candado y a otra cosa.
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