La vida tiene su cosa, tiene sus espinas y tiene sus rosas. Es tomárselo todo a risa.
hoy cumplíamos años y parecía que hubiera pasado un siglo, lo que pasa es que no pasa nada. Allí nos pasaban películas sobre el alcázar de Toledo y el sitio de Leningrado, que duró un montón de meses, estaba condensada en dos horas de función con música de fondo, de manera que los combates resultaban emocionantes, pero en la cruda realidad uno descubre que las guerras están llenas de tiempos muertos, de rutinas, de tedio espantoso, abre y cierra trincheras, súbete a una roca, busca agua en el río, y los tiros no se ven por ninguna parte, o se escuchan como truenos de un aguasero que cae en la casa del vecino, hasta que llega el día en que a uno le toca mojarse con la lluvia y son los otros los que ven los relámpaglols a la distancia, mientras abren y cierran sus trincheras. "Cávenme una trinchera por si nos ataca el enemigo! Mi capitán, y no podríamos atacar nosotros y que caven ellos?". Qué risas la hostia.
dice mi amigo el haltera que éramos los 7 samurais (y el loco era yo!), porque por techo y por sardinas fuimos a defender el destino de un pueblo del que nunca habíamos oído hablar. Y en lo que se mataba al enemigo o el enemigo nos mataba anosotros había que ir matando el tiempo. El teniente un día se durmió con la boca abierta y el jinete fue y buscó un tubo de pasta de dientes para echarle un buen chorro. Se levantó de un brinco, como si le hubiera picado una abeja en el culo y desenfundó la pistola que siempre llevaba en la cintura, "quién hostias ha sido?", exclamó escupiendo la pasta babeando, "quién pollas ha sido? Qué hostias pasa aquí?". Que estaba usted dormido, dijo el jinete. Tras unos segundos de tensión el otro se guardó el arma y respondió con una seguridad que pocas veces he visto en alguien: "no estaba dormido, estaba durmiendo. Igual que no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo". Un no parar de reír.
un día el teniente nos dio un discurso de apaga y vámonos, para levantar la moral combativa que según él había empezado a debilitarse con unas latas de sardinas que salieron rancias y nos pusieron a cagar pescaditos por los matorrales. Empezó hablando de los tercios de flandes y la guerra de independencia, siguió con la voladura del Maine y las guerras de áfrica y terminó hablando de la división azul. Para rematar la muela, antes de pronunciar la consigna de Sangre y Fuego, dijo desde la tribuna de su taburete, para finalizar la arenga patriótica: seamos hoy mejores que mañana!, lo que fue inmediatamente respondido por la voz anónima: sí, cómo no, todos los días un poco peor mi teniente. Qué risas nos echamos.
y me acordé de una cosa que sucedió ya hace mucho tiempo, mi madre estaba en casa haciendo una escudella, yo leía un tebeo y mi prima la tetuda, que por entonces estaba plana, se comía un trozo de una sandía que acababan de traer. En eso que se le cayó al suelo, se agachó a recogerlo y quedó a cuatro patas, con las manos en el suelo y las nalgas apuntando arriba como un mascarón de proa en la quilla de un ferrocemento. Cuidado, le dije yo, que así mismo volaron al Maine, y ella me respondió, casi suspirando, con la sandía chorreando por la boca: ay primo, qué suerte tienen algunos barcos. Mi otra prima casi se muere de la risa.