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- 18 Abr 2006
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Hoy me he despertado de un sueño erótico. La mayor parte ha sido anodina, yo nadaba en un río con una simpática joven estudiante de derecho y manteníamos una conversación con un mozo labriego que nos hablaba de los sablazos que le estaba pegando la comunidad de regantes, cobrándole incluso el agua de una inundación.
De repente ese río se transormaba en piscina olímpica cubierta pero que cubría por la cintura, el otro tipo se esfumaba, aparecían amigas de la abogada y mientras ellas hablaban de sus cosas de pie, yo nadaba a lo perrito. Cosa muy verosímil porque me gusta estar dentro del agua.
Entonces salíamos de la piscina la chica y yo, ya vestidos como para una cita, estábamos en el barrio del Carmen de Valencia, pero en una versión bonita como para hacerlo patrimonio de la Unesco. Me gusta mucho ese sitio, pero no es TAN espectacular. Había macetas con flores colgando en el centro de la calle, toda pared estaba decorada bien por adornos arquitectónicos, bien por murales en armonía con el entorno, ni un grafiti guarro.
Al contemplar una estampa así, yo interrumpía la charla insustancial que estábamos teniendo, decía "me encanta el Carmen" y nos fundíamos en tiernos morreos que recuerdo con lujo de detalles, con esa labor de exploración entre bocas que se están conociendo.
Ella me besaba despacio, se dejaba hacer pero también jugaba, apartó sus labios, la veía de arriba a abajo, en un vestido con vuelo vaporoso, y me susurraba "lo que quiero es que te corras en mi boca".
Y me he despertado, empalmado como un adolescente.
De repente ese río se transormaba en piscina olímpica cubierta pero que cubría por la cintura, el otro tipo se esfumaba, aparecían amigas de la abogada y mientras ellas hablaban de sus cosas de pie, yo nadaba a lo perrito. Cosa muy verosímil porque me gusta estar dentro del agua.
Entonces salíamos de la piscina la chica y yo, ya vestidos como para una cita, estábamos en el barrio del Carmen de Valencia, pero en una versión bonita como para hacerlo patrimonio de la Unesco. Me gusta mucho ese sitio, pero no es TAN espectacular. Había macetas con flores colgando en el centro de la calle, toda pared estaba decorada bien por adornos arquitectónicos, bien por murales en armonía con el entorno, ni un grafiti guarro.
Al contemplar una estampa así, yo interrumpía la charla insustancial que estábamos teniendo, decía "me encanta el Carmen" y nos fundíamos en tiernos morreos que recuerdo con lujo de detalles, con esa labor de exploración entre bocas que se están conociendo.
Ella me besaba despacio, se dejaba hacer pero también jugaba, apartó sus labios, la veía de arriba a abajo, en un vestido con vuelo vaporoso, y me susurraba "lo que quiero es que te corras en mi boca".
Y me he despertado, empalmado como un adolescente.