Cuando era muy chiquitín estaba obsesionado con el tema este de los extraterrestres. Mi abuela lo sabía, y mi abuela, que me odiaba a muerte, utilizaba a menudo el tema para humillarme y herirme en público. Por ejemplo, un día estaban ella y sus amigas viejunas comiendo sobaos en la cocina, yo aparecí por allí alegre y pizpireto para coger un polo del congelador y sus amigas empezaron a decir que qué grande estaba ya, que qué hombre iba a ser y esas cosas que se les dicen a los niños, incluso a los niños escuálidos, feos y desagradables como yo, pero ella, mi propia abuela, dijo entre carcajadas "ahí va el marcianito jajaja, se pasa el día leyendo cosas de marcianitos, qué tontito es". Otra vez en la cena de navidad estaba yo con un muñeco de Naranjito y ella dijo a voz en grito "ya está otra vez el tonto este con los marcianitos". Y otra, una vez que me llevó (obligada por mis padres) al mercado y pidió un Colacao para mí y un carajillo para ella pero yo me bebí el carajillo pensando que era para mí, y animado por el alcohol empecé a cantar fandangos y los allí presentes empezaron a animarme con palmadas y olé qué bien canta er niño y ella me hizo callar de una colleja y le dijo a todo el mundo que yo era un niño mierdoso que no hacía más que pensar en marcianos y en ovnis.
La gota que colmó el botecito del semen fue un día que yo me limpié el culo con su toalla. Que a ver, no lo hice queriendo, lo hice porque no había papel y su toalla era marrón. Pues cuando se enteró empezó a gritar mi nombre para que fuera al baño y yo, que me olí el percal, me hice el sueco y salí por patas a pasar la tarde en la calle con la cuadrilla, como hacíamos todavía los niños en esa época. Cuando volví a casa de noche hice todo lo posible por evitarla, y en la cena ella estuvo muy amable, como si hubiese olvidado la ofrenta excrementil, me cortó la sandía y todo. Era verano y yo solía dormir en la terraza. Mi abuela lo sabía, y allí que fue a esperarme, pero yo no era imbécil y sabía que si mi abuela había subido a la terraza con sus piernas podridas era por algo: para pegarme una paliza. Qué tonta, pensé, yo le dije a mis padres que esa noche no dormiría en la terraza, que dormiría en una de las habitaciones, y asunto arreglado. Cuando ella se enteró de mi plan empezó a gritar "Niñooooooo, mira, un ovni, un ovni, hay un ovni en el cielo", y cuando oí eso se me olvidó todo el asunto de la toalla y subí las escaleras a la velocidad de la luz y nada más llegar me dió un zapatazo en la boca que casi me tira por las escaleras y luego me empezó a pegar patadas y puñetazos y me tiró pinzas de la ropa en la cabeza y me escupió y me insultó y me hizo hasta sangre la vieja hija de puta.