En este hilo se ha hablado de Ciencia, Metafísica, Razón, Dios... Unos las mezclan, otros las separan... Y posiblemente ambos bandos no estén equivocados. La verdad es que el problema es filosóficamente complejo. No olvidemos que los investigadores coinciden en que las leyes básicas de la física son, en general, válidas, absolutas, todopoderosas y eternas. Además, muchos creen que estas leyes son también trascendentes. Es decir, que existen por sí mismas, indiferentes al estado físico en el que se encuentre el universo. Es verdad que la creencia newtoniana en la inspiración divina ha sido definitivamente abandonada, pero no se ha explicado el auténtico origen de las leyes naturales. Es más, resulta curioso que la mayoría de los científicos de hoy en día no malgasten ni un minuto de su tiempo en explicar de dónde proceden los principios de la ciencia. Y eso que esta gigantesca empresa que denominamos ciencia se basa, precisamente, en que el universo es un sistema regido por leyes racionales y aprehensibles.
Hay que reconocer que el recurso a la divinidad resolvió muchos problemas en un tiempo de fervor religioso como el que les tocó vivir a Newton y sus discípulos, pero su abandono crea un vacio serio en el pensamiento de nuestros días. De hecho, si renunciamos a creer en las leyes naturales como ideas de Dios, podemos convertir a la ciencia en algo cercano a lo enigmático. Un enigma que se hace mayor cuando se considera que las leyes de la naturaleza no son, de ningún modo, fáciles de entender. Pensemos si no en la sencilla ley de la caida de los cuerpos. Galileo sólo llegó a comprenderla después de haber realizado muchos experimentos y haberla observado cuidadosamente durante largo tiempo. Y cuando luego se atrevió a formularla, chocó con el escepticismo general. El problema es que la mayoría de las personas no pueden ver intuitivamente que los cuerpos, tanto pesados como ligeros, se aceleran del mismo modo al caer bajo el influjo de la fuerza de la gravedad terrestre. Esta ley se oculta también frecuentemente detrás de la máscara de la resistencia del aire, que nos impide acceder al verdadero fundamento de la caida de los cuerpos, si no contamos con un complicado sistema de conocimientos físico-matemáticos.
En fin, después de olvidar la herencia divina, la ciencia se da cuenta de que las leyes naturales son dificiles de comprender a simple vista, sin la ayuda de elementos trascendentes que expliquen lo que la lógica no puede llegar a abarcar. Recordemos que el físico norteamericano Heinz Pagels habló de un código cósmico secreto para referirse a la dificultad de aprehensión de la ciencia. Las leyes de la naturaleza, decía, están redactadas en una especie de escritura cifrada, por lo que no las podemos percibir directamente. La misión de los científicos sería hincarle el diente a este código y descifrar el mensaje, lo que sólo se consigue a través de una equilibrada combinación de experimentos y teoría. Pagels pensaba que el experimento es una consulta a la naturaleza. En este interrogatorio, el científico recibe respuestas en clave. Luego, el teórico intenta descifrar las respuestas y ordenarlas de una forma racional.
Por otro lado, uno puede pensar que las leyes que rigen el universo son demasiado complicadas para nuestra inteligencia. Pero, sorprendentemente, no es así. Es verdad que, según todas las apariencias, estas leyes están consignadas en clave y tienen una enigmática profundidad. Pero, al mismo tiempo, son absolutamente comprensibles, si se utilizan las matemáticas, cuyo grado de dificultad queda dentro de las posibilidades humanas.
Así, las leyes de la física permiten que surja un mundo en el que son posibles determinadas operaciones matemáticas que, a su vez, explican las leyes de la física. Trabalenguas éste, que nos lleva a la siguiente pregunta: ¿Es este círculo cerrado algo exclusivo de nuestro universo? ¿Es nuestro mundo el único en el que se puede calcular su código cósmico? Si existen otros mundos, independientemente del nuestro, ¿pueden surgir en ellos también unas estructuras complejas, como los seres vivos biológicos, que sean conscientes de su entorno?... Debemos preocuparnos de estas cuestiones que van mucho más allá del campo de la física, para adentrarse en la metafísica, y eso no es malo. No conocemos las respuestas. Yo, personalmente, creo que la coincidencia entre seres racionales, capaces de pensar matemáticamente, y la estructura matemática de su mundo es tan improbable que tiene que ser única. La relación descrita entre matemáticas y mundo natural nos proporciona una cadena de pruebas en favor de que la inteligencia no ha surgido casualmente en el universo, sino que es una propiedad fundamental de éste. Al menos, eso dicen los científicos.
No hay duda de que a través de la ciencia, podemos tener efectivamente a nuestro alcance los fundamentos racionales de la existencia natural. Esta confianza se basa en que hemos descifrado ya grandes partes del código cósmico y que algún día conoceremos quizás toda la verdad. Y esto me parece demasiado admirable para que pudiera tratarse de una simple casualidad.
A pesar de mi agnosticismo, a veces pienso que, de un modo extraño, quizás por caminos inescrutables, parece que hubo algo o alguien que quiso que los humanos estuviéramos aquí...
No sé qué tenéis que decir vosotros al respecto...
Ummita