Lo que no cuenta Arzallus
Que Ariztimuño fue hecho prisionero cuando ibaen barco de Francia a Bilbao. Poco antes había escrito en Euzkadi de Bilbao incitando a los jóvenes nacionalistas, que dudaban, a que tomasen las armas en defensa de la República.
Que dos sacerdotes de Rentería se presentaron en Oyarzun a los requetés diciéndoles que Rentería estaba abandonada. Una sección de requetés fue enviada y cayó en una celada, resultando aniquilada. Los sacerdotes fueron fusilados.
Que Mendicute en un mitin nacionalista había dicho que "eso de que el Corazón de Jesús reinará en España es una patraña, porque ni España puede llegar a tanto, ni el Corazón de Jesús tan bajo".
Del resto de los fusilados, casi todos habían tenido alguna participación en la lucha a favor de los rojos. Con esto no justificamos la pena que se les impuso que pudo ser excesiva en algunos casos.
Todos aquellos sacerdotes pusieron en un mismo plano el amor a la patria inventada por Sabino, que el amor a Dios. Otros muchos estaban en la misma situación. Se ocupaban más de la política que de la Fe. Y se siquieron ocupando los supervivientes, que eran todos los demás. Así hemos llegado hoy a la triste situción de la Iglesia en el Pais Vasco.
Arzallus no menciona a los siguientes sacerdotes nacionalistas notorios fusilados por los rojos:
Victor Alegría Uriarte, en el Cabo Quilates
Benito Atucha Aguirrecelaya, en Ceánuri
Rufino Ganuza Rodríguez de San Pedro, en el Cabo Quilates.
Fermín Gorostiza Iturrita en Usánsolo.
Arzallus se calla que si ha llegado a ser personalidad es gracias a su paso por la Compañía de Jesús que le sufragó los estudios. Y ello fue posible porque lo primero que hicieron los sublevados fue permitir a España el regreso de la misma.
Entre esos sacerdores que tuvieron que ejercer su apostolado por otras tierras de España, puedo aportar el testimonio de D. José María Duñabeitia, que celebraba en Durango las misas del día de los Mártires de la Tradición y del 25 de septiembre, cuando los demás curas se negaban a hacerlo. Regresando a Bilbao, después de una de esas misas me contó que había estado en un pueblo de la Mancha donde le habían dedicado una calle, por su labor durante el tiempo de destierro. "Si aquella condena sirvió para que ho desarrollara una labor de hombre de Dios, que les dejó agradecidos a mis feligreses, ¡Bendita condena!"
Como vemos, algunos sacerdotes nacionalistas dieron más importancia a su carácter sagrado que a la política. De entre los capellanes de gudaris puede que llegue a los altares el pasionista Aita Patxi. Quien entre los curas "progres" de Vizcaya, nacionalistas, era calificado como "un tabarra" por la insistencia con que encarecía el rezo del Santo Rosario.
Las circunstancias personales que concurren a el Sr. Arzallus, le convierten en una de las personas menos adecuadas para tratar de éstos temas como lo hace.
Y para acabar un pequeño recordatorio de quien es este indeseable de Arzallus:
La Historia de un Dictador
Su padre, Felipe Arzalluz Eizmendi, nacido en 1887, no era un simple chófer. Lo mismo que su abuelo, Luis, y su bisabuelo Francisco alardeaban de su participación en las guerras carlistas junto al príncipe heredero, en defensa de la reacción y el absolutismo frente a los intentos de liberalismo, Felipe Arzalluz se sentía fiel continuador de la línea familiar. Tenía a gala pertenecer al requeté [voluntarios que en las guerras civiles lucharon en defensa de la tradición religiosa y monárquica] local y guardaba en un arcón el viejo mosquetón de su progenitor como una reliquia singular.
Pero no constituía un miembro cualquiera del requeté. Durante los preliminares de la Guerra Civil, con 49 años bien cumplidos echados a sus espaldas, era todavía un mocetón robusto, fuerte y de mucho carácter, según los testimonios y las fotografías de la época. «Un verdadero carlistón», según el responsable del nacionalismo. Y, como
conductor de la línea de autobuses que unía el valle del Urola con la capital de la provincia, era el principal enlace vía San Sebastián entre los carlistas que preparaban el alzamiento militar en su comarca y los hombres del general Emilio Mola, el director, en Pamplona. Su nombre de guerra entre los sublevados, según consta en varios documentos, era el de Errexil, el mote familiar por el que se le conocía en el pueblo.
Aunque gran parte de los archivos militares han desaparecido o están ilocalizables, se sabe que el autobús de Felipe Arzalluz fue utilizado días antes de la sublevación para trasladar a Azkoitia una partida de revólveres Smith & Wenson adquiridos previamente en Inglaterra por algunos de los jefes de la conspiración.
El levantamiento de las unidades de África el 18 de julio de 1936 se conoció en Azkoitia [localidad guipuzcoana de donde es oriunda la familia Arzalluz] dos días después. Como uno de los cabecillas de la conspiración, Errexil asumió el papel que tenía asignado.
Se caló la boina roja hasta las cejas, se echó el pistolón al cinto, llamó a un grupo de vecinos y armados hasta los dientes se presentaron en el cuartel de la Guardia Civil del pueblo.
Allí, al grito de «Abajo la República», «Mueran los traidores», «Abajo el Gobierno vasco», el Tejero de Azkoitia y sus «conmilitones» convencieron al sargento encargado del puesto, Félix Sáenz de Urturi y Rodríguez, de 43 años, para que con la guarnición al completo se alzara en armas contra la República. Y lo cierto es que el sargento y los guardias a sus órdenes no se hicieron rogar.
Recuerdo que se llevaron preso a mi padre. Estaba en una habitación muy oscura.Le custodiaban unos gudaris. Un día, en compañía de una hermana mía, fuimos al palacio de Juin a llevarle comida. Un gudari me llevó a hombros. Creo que eran gudaris porque me viene a la memoria una persona con un fusil. No me acuerdo ni de mi padre ni de nada.
Sólo que era una habitación oscura y que había unos gudaris». De esta manera tan
peculiar recuerda Javier Arzalluz el cautiverio de su padre en la prisión de JuinTorrea.
El que sería años más tarde máximo responsable del PNV tenía entonces cuatro años. Su hermana Victoria, algunos más.Pero muy pocos para retener una visión nítida de los trágicos acontecimientos que ocurrían en el país. Los prisioneros estaban, en realidad, bajo custodia del Comité Municipal del Frente Popular.Vivían hacinados en una torre de tres plantas a la que se le habían tapiado las ventanas para evitar fugas.
Los milicianos responsables de su custodia se habían desentendido de su suerte y obligaban a susfamilias a llevarles alimentos de sus propias casas todos los días.
VIVAS AL «SALVADOR»
El 20 de septiembre, los requetés del Tercio de
Lácar, con su boina roja y sus uniformes relucientes, y con su jefe, el teniente coronel
Díez de Rivera, al frente, desfilan orgullosos por la calle Mayor de Azkoitia. Desde los balcones y aceras, una muchedumbre, entre la que se encuentran Manuela Antía y Victoria Arzalluz Antía [madre y hermana de Javier Arzalluz], da vivas al «ejército salvador» y a los generales Emilio Mola y José Solchaga, mientras dos ex cautivos, Felipe Arzalluz Eizmendi y el varias veces campeón de pelota vasca, el azkoitiano Luciano Juaristi, AtanoII, sostienen una pancarta en la que puede leerse: «Viva el heroico Tercio de Lácar.
Muera el separatismo».
Felipe Arzalluz Eizmendi es uno de los primeros en colaborar con la causa. Como no podía ser de otra forma, sus hijos Marichu, Victoria, Nemesio, Claudio, Jorge y Javier comienzan a formar parte de las organizaciones de margaritas y pelayos de la comarca y a tomar parte en las conmemoraciones, desfiles y procesiones del 1 de abril, el Día de la Victoria.
El conductor de autobuses no tiene tiempo para aburrirse. Los mandos militares a quienes tanto odia Javier Arzalluz por considerarlos el símbolo de la «bota de Madrid» constituyen una nueva corporación y nombra alcalde a José Luis Albizuri. Entre los concejales más españolistas de aquel consistorio provisional se encuentra Felipe Arzalluz Eizmendi.
El conductor de autobuses no lo duda un instante: deja a su mujer y a sus siete hijos y, a sus 49 años, se enrola voluntario en las huestes del Caudillo de España.
«Yo no creo que el vasco sea un hombre violento. De carácter retraído y tímido, si se encuentra acosado y no tiene dialéctica suficiente, su último recurso es liarse a golpes», declararía su hijo Javier 42 años más tarde, en septiembre de 1978. «El terrorismo vasco es cuestión de carácter», añadiría años más tarde. ¿Trauma infantil o herencia genética?
«Yo sé que mi padre estuvo de conductor por el frente de Teruel. Fue un hombre de otra época al que no le dio tiempo a evolucionar», declara Javier Arzalluz. Su biografía militar, repleta de hechos de guerra a favor de la causa de Mola y Franco, no
parecen confirmar la teoría. Y es que Felipe Arzalluz parecía sentirse más a gusto defendiendo sus ideas, trabuco en mano, en los campos de batalla que en el hogar familiar.
El dirigente nacionalista cuenta, obviamente, sólo una parte de la verdad. Tras su paso por los frentes de batalla, el gobierno de Franco premia la abnegación y el patriotismo de Felipe Arzalluz concediendo a su familia un estanco, concesión que en esas fechas era un privilegio asequible sólo a las viudas y huérfanos de la Guerra Civil.
A la familia del actual patriarca del nacionalismo vasco le tocó la lotería. «Fue uno de los más beneficiados del pueblo tras la Guerra Civil», recuerda José María Juaristi, hijo de Atano II, y una de las pocas personas de Azkoitia que se atreve en público a afear la conducta del todopoderoso presidente del PNV. «Mientras mi madre cosía, el tabaco y las pólizas los vendía yo», agrega Victoria Arzalluz.
Felipe Higinio Arzalluz Eizmendi falleció en 1949, a la edad de 62 años, coincidiendo con el ingreso de su hijo Javier en el noviciado de la Compañía de Jesús, en Oña (Burgos). Poco antes había cumplido el mayor deseo de su vida: formar parte de la «guardia de honor», que rinde homenaje al general Francisco Franco junto a su querido Tercio de San Ignacio durante las «vísperas» en la basílica de San Ignacio de Loyola, y escuchar la santa misa en el mismo templo que el «invicto Caudillo de España», en compañía de su mujer y sus siete hijos.
La imagen debió de dejar un recuerdo imborrable en la memoria de Javier Arzalluz. Años más tarde, estando de maestrillo en el colegio Jesús María-El Salvador de Zaragoza, lo comentaría con algunos amigos. «Yo, de mayor, quiero ser como Franco».
UN JESUITA EN ALEMANIA
En 1961 llegan a Alemania tres jesuitas españoles: dos aragoneses, José del Rey Fajardo, en 2001 rector de la Universidad Táchira(Venezuela), y Joaquín Paricio, en la actualidad secularizado y psicólogo jubilado de la General Motors en Alemania, y un guipuzcoano, Javier Arzalluz Antía.
Los tres acuden al seminario Santk Georgen, que la Compañía de Jesús tiene en Offenbacherland Strasse (Frankfurt), a concluir los estudios superiores de teología en un país donde la influencia de Karl Rahner, que enseña en Innsbruck, y de otros teólogos se ha convertido en polo de atracción mundial para aquellos estudiantes preocupados por la existencia de Dios.
Arzalluz se revela, en Alemania, desde el principio como un estudiante desorganizado, que lo resuelve todo en el último minuto con un golpe de inspiración o de suerte.
Brillante en la oratoria y buen jugador de mus, es un hombre de órdagos que pasa más tiempo dispuesto a imponer sus ideas a los demás que a estudiar la epistemología o las Sagradas Escrituras.
Sus dos aficiones eran, por aquel entonces, los juegos de naipes y la esgrima dialéctica.Ocupaba muchas de las tardes jugando al mus. Le gustaba formar pareja con Genaro Lemona, un compañero suyo de Azkoitia, y enfrentarse a dos capellanes navarros, uno de ellos Javier Iturgaiz, un sacerdote diocesano de Mañeru (Navarra), tío abuelo del dirigente del PP Carlos Iturgaiz, al que le gustaba derrotar, no sólo en el terreno de las cartas, sino también dialécticamente.
YO QUIERO ENTRAR EN ETA
En la etapa de Alemania se hace nacionalista. Allí le «envenenaron», recuerda su hermana Victoria desde San Sebastián. Sus principales contrincantes políticos eran el padre Iturgaiz y el responsable de los curas para los emigrantes de Frankfurt, José Ramón Larrauri, uno de los mejores amigos de Arzalluz de aquella época y, en la actualidad, militante del PNV en Navarra.
Carlistas furibundos, Iturgaiz y Larrauri defendían la tesis de que Navarra es tierra de vascos pero no Euskadi, un ente político artificial y falso creado por el PNV. El forjador del nacionalismo, Sabino Arana y Goiri, constituía para ellos un personaje racista y xenófobo, «una auténtica afrenta para todos los que nos sentimos vascos», remachaba Iturgaiz, ya fallecido.
El jesuita azkoitiano, renegando de sus orígenes familiares carlistas, era un apasionado partidario de la vigencia del pensamiento de Sabino Arana, el Rh negativo de los vascos, la pureza de sangre y la idiosincrasia de su pueblo.
Yo tengo muchos años y he oído hablar mucho del problema vasco, pero nadie me lo ha logrado explicar nunca. ¿Por qué no lo haces tú? le incitaba Iturgaiz.
A Arzalluz, aquellos argumentos le hacían enfurecer y siempre contraargumentaba. Volvía a insistir en las supuestas diferencias étnicas, lingüísticas y culturales sustentandoasí el llamado hecho diferencial vasco, que convertía a los habitantes de Álava, Vizcaya, Navarra y Guipúzcoa en hombres y mujeres cuya historia se pierde en la noche de los tiempos.
Tú lo que eres es un nazi le replica entonces José del Rey.
Arzalluz vive aquellos momentos de fuerte tensión emocional en los que la Compañía de Jesús toma abiertamente partido por la organización terrorista, que asesina a víctimas inocentes, ya que el supuesto tirano, al que muchos carlistas vascos llevaron al poder, vive cómodamente instalado en el palacio de El Pardo, en Madrid. Allí, rodeado de ayudantes militares y guardaespaldas, resulta inalcanzable a la capacidad operativa de una banda armada todavía incipiente.
En ese contexto, en 1969 y 1970, el hijo de Errexil se reúne en secreto en un piso franco de Getxo (Vizcaya) con varios miembros de ETA en la clandestinidad. No han caído en lasredadas de años anteriores y permanecen ocultos a la espera de que se normalicen las cosas. Allí discute hasta largas horas de la madrugada sobre el papel de la lucha armadacomo vía para resolver los conflictos en un país occidental.
Arzalluz está de acuerdo con casi todos los planteamientos de ETA, pero «cuando se habla
del marxismo-leninismo comienza a desbarrar», comenta uno de los contertulios, que pide
no ser citado. Educado en Alemania en la década de los sesenta, amigo de la familia Kiesinger, para él, el ejemplo a seguir no era la China de Mao Tse Tung, el Vietcong, el FLN argelino, la guerrilla castrista de Sierra Maestra, ni el Che Guevara, los modelos más discutidos en los ambientes revolucionarios europeos.
«ESTADO LIBRE DE EUSKADI»
Su opción era construir Euskadi al estilo del Estado Libre de Baviera, el land de Franz Joseph Strauss, un político alemán nacido en Munich en 1915 y fallecido en 1988, fundador de la ultraconservadora Unión Socialdemócrata y presidente de Baviera en 1978. «A Arzalluz le parecía que con colocar un letrero en Miranda de Ebro (Burgos) que pusiera ;Estado Libre de Euskadi;, similar al existente a las puertas de Baviera, ya habíamos conseguido nuestras cotas de autogobierno», rememora uno de los ex etarras asistente a las reuniones.
Mario Onaindía, ex etarra, presidente del PSOE de Álava y uno de los hombres más serenos y reflexivos del País Vasco, sostiene que, tras aquel encuentro, Arzalluz estuvo varios días meditando sobre si pedir su ingreso en ETA o en el PNV.
Lo cierto, sin embargo, es que, a sus 38 años, pidió a uno de los asistentes entrevistarse con la cúpula de la banda terrorista para solicitar la admisión en sus filas. Aunque era bastante talludito para empuñar una metralleta o poner una bomba en un cuartel de la Guardia Civil y salir corriendo, de casta le viene al galgo. Con 49 años, una mujer y siete hijos que mantener, su padre lo abandonó todo y se fue a la guerra detrás del general Franco.
En 1970, a través del padre Joseph Xarriton, director del colegio Saint-Joseph, de Hasparren, Javier Arzalluz contacta con Txillardegui. Pronto se da cuenta de que tienen muchos puntos de vista en común y que el frente vasco que propugna el miembro de ETA es la solución para conseguir la independencia de Euskadi.
"El salvapatrias"
En 1970, con 38 años, se afilió al PNV. Entonces inició una carrera fulgurante hasta hacerse con el mando del partido en 1980 cuando es elegido presidente de la Ejecutiva.
LOS DEL PNV NO PAGAN
Juan Alcorta Maíz, propietario de Koipe y uno de los empresarios más emprendedores del País Vasco, recibió en 1980 una carta de ETA exigiéndole el «impuesto revolucionario». Tras entrevistarse con el presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, y con el ministro de Interior, Juan José Rosón, decide plantar cara a ETA. El 29 de abril hace pública una carta abierta en todos los medios de comunicación negándose a pagar la suma exigida por ETA.
Días más tarde acude a la sede del PNV a recabar el apoyo de los nacionalistas vascos. «¿Éste es de los nuestros? ¿Ha apoyado al partido cuando se le ha pedido ayuda? No, ¿verdad? Pues, entonces, que vaya a hablar con los suyos y que éstos le protejan», replica con su habitual displicencia el presidente del PNV cuando se le transmite la petición de amparo.
Y es que, en Euskadi, la afinidad política al PNV constituye, en muchas ocasiones, un salvoconducto que garantiza la inmunidad ante los terroristas. El 21 de marzo de 1983, el empresario Jesús Guibert, un hombre próximo al PNV y amigo de Javier Arzalluz, es secuestrado en la localidad guipuzcoana de Azpeitia.
Al mismo tiempo, varios dirigentes y afiliados del PNV entre los que se encuentran el
alcalde de Oñate, Eli Galdós; el árbitro de Primera División Ildefonso Urizar Azpitarte y algunos concejales de Getxo, Amorebieta y Sestao, reciben una carta en la que les piden el «impuesto revolucionario». El presidente del PNV decide tomar cartas en el asunto.
Pero no para denunciar el chantaje a la policía o a la Ertzaintza y evitar que con el dinero arrancado con amenazas a unos empresarios compren las balas y la Goma-2 destinadas a asesinar guardias civiles, militares, civiles y policías. Arzalluz pretende conseguir, simplemente, un acuerdo que impida que sus empresarios sean objeto de coacciones y amenazas en el futuro.
Prepara un encuentro con ETA le dice a Gorka Aguirre.
La cita se produce 15 días después en un piso particular de Bayona y a la entrevista asisten por parte del PNV Luis María Retolaza, consejero del Interior del Gobierno Vasco, y Javier Arzalluz; y por parte de ETA, Domingo Iturbe Abásolo y José Luis Arrieta Zubimendi, Azkoiti.
Durante el encuentro, Arzalluz se siente incluso cómodo. Uno de sus interlocutores, Arrieta Zubimendi, Azkoiti, «un chico descarriado» por el que siente debilidad, había nacido en la localidad guipuzcoana de Azpeitia, a escasos centenares de metros del santuario de Loyola. Era uno de los muchos militantes de EGI, las juventudes del PNV, que decidieron ingresar en ETA en tromba, en 1970, a raíz de la «convulsión política» que produjo el consejo de guerra de Burgos.