Ayer recibí una llamada de mi hermana, por supuesto no lo cogí. Estoy empezando a sentir la ansiedad esa, cada día un poquito más, estamos en la recta final. Las putas luces de los escaparates y de las calles que veo desde mi burbuja motorizada me provocan emociones encontradas. Por un lado me deprimen, pero por otro me provocan agresividad. Lo he notado en la frecuencia de llenado de depósitos y en el indicador de la temperatura del cuadro de mandos, que le meto unos calentones al motor de puta rabia y estrés que me provocan las luces de colores chillones.
Las luces de los putis de carretera me aceleran el corazón, y las de la navidad de las calles y escaparates me vuelve agresivo al volante.
Ahora estoy escuchando música clásica gótica con mi altavoz nuevo de los chinos y voy a apagar todas las luces y ponerme a leer a la luz del flexo algo, también, gótico. Los cuentos de Poe. Necesito evadirme de la realidad y viajar a un lugar mágico, un lugar donde no brille el sol, donde la noche eterna sea la protagonista.
Me preparo un café y enfilo la noche paseando por esos mundos de sombras, lejos, muy lejos, de los destellos de las lucecitas angustiosas.