Yo dejé de ir bien pronto a las discotecas. Los "amigos" con los que salía tenían la sanísima costumbre de pedirse algo para beber, meterse en el centro de todo el meollo, donde apenas se podía uno mover, y quedarse allí quietos pegando pequeños sorbos a sus bebidas. Y ese era su gran momento de la semana. Un puto asco.
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Empecé a salir solo, pero fuera solo o acompañado, me dí cuenta de la cruda realidad: yo era el extra.
Podéis ver una película, mala, regular, o una película cojonuda, de las buenas. En esas películas, sean los que sean, siempre estarán los extras, y siempre tienen la misma importancia: hacer de relleno para crear ambiente.
Pues eso era yo, el puto extra de la película de los que ligaban y follaban cada fin de semana, el que creaba ambiente. Así que decidí, tras darme cuenta que las cosas son como son, y que ninguna actitud o comportamiento puede hacerte más alto, más guapo y estar más bueno que los demás, convertirme en el protagonista de mi propia película.
Sería una película de bajo presupuesto, hecha con cuatro duros, pero aun así subiría de categoría: de extra a actor principal.
La mejor decisión que tomé en mi vida. Me cambió hasta el ánimo. Dejó de importarme lo que la gente pensara de mi, y por supuesto me di cuenta que las vidas de esos que yo creía triunfadores en realidad no dejaba de ser una puta mierda de vida. A la postre es una vida vacía que al final no deja ninguna recompensa salvo amargura por los buenos momentos pasados que ya a partir de los cuarenta no se volverán a repetir jamás. Y de las tías buenas que se estrellan contra el muro ni os cuento...
Total, que si, que ya nadie liga. Pues vale, bienvenidos a mi mundo, poneos cómodos y disfrutad la vida, que no es para tanto.