Algo curioso en muchos humanos es el querer proyectar tus frustraciones en tus hijos y pretender que ellos sean lo que tú no fuiste.
Conozco a un tarugo que de niño, adolescente y en su tierna juventud fue un auténtico zoquete. Un garrulo que abandonó los estudios a los catorce, fumaba con doce años y con trece ya había fumado hachís para parar diez trenes. Su adolescencia fue ninista, rozando la delincuencia por no decir que la llegó a abrazar considerablemente. Típico cani analfabeto.
Conoció a una panchita y más o menos sentó cabeza con un trabajo para cabezas huecas. Tiene un crio de cuatro o cinco años y le da al muy payaso ahora por presumir de que lo apunta a un colegio en que le dan inglés y alemán, soñando con que su hijo será ministro y hablará seis idiomas.
Un tio de esos que le dices "Do you speak english?" y te suelta "¿lo quéeeee?". El típico garrulete que ha nacido en Cataluña y habla el mismo catalán que puede hablarte ILG, o incluso peor (vamos, que no sabe hablarlo en absoluto y nunca lo ha hecho). El típico garrulete que es monolingüe y eso todavía se podría discutir porque precisamente no es que domine la lengua de Cervantes como lo hace saca-al-tarado. El típico chaval que no vale para estudiar, que nunca ha valido para estudiar, con unos padres que naturalmente nunca han valido para estudiar.
Pues el notas va por la vida ahora con la idea de que su hijo será un coco, y se va a llevar una hostia monumental, porque en estas cosas la genética manda mucho, y el padre es lo que es, y la madre pues con el dato que os dí ya podéis imaginar.