Yo fui a un selecto y exclusivo colegio. Tan selecto y exclusivo que para ingresar tenías que pasar un examen. En mi infancia, cada trimestre, nos hacían pasar unos test de inteligencia. Entraba el psicólogo con un tocho de exámenes, charlaba con la profe y ésta decía que era algo en extremo importante y que podría ser determinante para nuestra futuro, que debíamos responder lo mejor y lo antes posible por nuestro propio bien. "pero sin presiones", solía apostillar el psicólogo, el muy cabrón, y la profesora se desternillaba con él. En cuanto al psicólogo era alto, barrigón y fofo, siempre vestía de negro y sonreía con muchos dientes muy blancos, además tenía una de esas calvicies asquerosas, con toda la parte superior del cráneo con el pelo muy ralo, que se dejaba muy largo, imagino que no quería aceptar su alopecia. Lo llamabamos Pelopolla. Yo me aplicaba al máximo con los test, puesto que de joven me tenía a mi mismo por más listo que los demás, y, a final de año, junto con las notas, nos daban los resultados de los test de inteligencia, cosa que yo deseaba saber más que mis calificaciones en las asignaturas; para mi decepción los resultados que ostentaba estaban en la media de la clase.
Así año tras año, tres veces al año e invariablemente, siempre la misma maldita conclusión al mirar los resultados de CI:"en la media de la clase".
Un año, en uno de estos test, se me inflaron los cojones de hacer algo tan inútil y decepcionante, para mi infantil y engreido yo de entonces, como era el confirmarme mi mediocridad con aquellos viles instrumentos de tortura mental, además de estar dirigidos por el Pelopolla, de los pocos adultos a los que despreciaba, que se pasaba la hora coqueteando con la profe. De modo y manera que resolví inventarme los resultados: el de cálculo, el de lenguaje, el de capacidad espacial, etc. Todos los completé como me salieron de los cojones. Al final del año, junto con las notas, me dieron el esperado informe de CI: mis resultados estaban en la media de la clase. Extraño, puede que acertara de casualidad, pensé. Al año siguiente, hice la misma operación (intentando asegurarme esta vez de que lo que escribía era incorrecto): de nuevo, resultados en la media de la clase. No salía de mi asombro pero no dije nada nunca. Se decía por entonces que el Pelopolla se había follado a toda la plantilla de profesoras de primaria y parte de las de secundaria, incluida una profesora de francés casada con otro profesor de matemáticas, motivo por el cual, junto con otras irregularidades administrativas, decidieron echarlo de allí (colegio de curas). Se acabaron los test de CI.
Pasado el tiempo, hablando con profesores en una reunión de antiguos alumnos, salió a relucir el asunto del Pelopolla por parte de los alumnos. Nosotros le contamos los rumores que habíamos escuchado, cosa que nuestros antiguos profesores desmintieron. No lo echaron por tirarse a la de francés (todos decían que eso era mentira) sino por otro asunto muy distinto en el que no entraron en detalles porque no se acordaban bien. El único que dijo algo distinto al respecto fue el falso cornudo, aunque divorciado, profesor de matemáticas:"ese se creía muy inteligente". Yo pensé:"yo diría que en la media de la clase".
FIN
Auténtica anécdota ficticia. Lo importante es verdad y lo demás lo he adornado. El misterio será desvelado en el próximo capítulo...