Verruga rebuznó:
Hijos de puta, desagradecidos, algunos no llevábamos nada pa el recreo. Yo hubiese matado por hincarle el diente a un bollicao de esos sin chocolate. Ni una sola vez llevé merienda al colegio, ni una. Se me hacía la boca agua con los donetes, los bollicaos, los donus, los fosquitos y demás delicatesen que mis compañeros devoraban con avidez. A mí me daban el cromo con el sobre ya relamido.
Te quejas de vicio. Yo comento de triángulos porque alguno probé...con 18-20 años, cuando ya manejaba mi dinero.
A ver, a mí dinero para el colegio, no es que me dieran mucho o poco, es que no me daban, ni para el colegio ni para nada, no, nunca, nada, cero. Es más, el dinero me lo quitaban, me acuerdo una vez mi madrina dándome un dinerillo a escondidas en mi cumpleaños porque sabía que sinó no le vería yo el pelo.
Es más, recuerdo en una ocasión que de algo que me habían regalado insistieron en guardármelo, y es para ti, y es que tú te lo gastas, y aquí te lo guardo bajo llave, y nos das lo que juntes y te lo vamos guardando y...un día me compraron una cazadora...por supuesto, de ese dinero te olvidas, que la cazadora vale más...la acabé perdiendo en el colegio una de esas tardes de deporte. Era beige con rojo.
Me daban bien de desayunar, eso sí, y si se terciaba, es decir, si se hacía necesario, me daban un bocadillo. De salchichón, de queso con membrillo...son los que recuerdo, en primaria, algunas veces los tiraba, luego empecé a cambiarlos por dinero para probar la mierda que comían los demás. En la secundaria jugábamos horas al basquet o fut americano, los demás bebían refrescos, yo agua del grifo del baño, que era un baño donde hoy no me dignaría a lavarme las manos. Por ese entonces me agenciaba dinero haciendo trabajos de mecanografía, o vendiendo cosas, desde llevar botellas vacías de refresco y cambiarlas hasta incluso una caja de refrescos, de esas de plástico para 24 botellas, ¿os imaginais el cuadro? Ahí, en un colegio de curas para ricos con la bolsa de redecilla de las marujas que van a la compra llena de envases o una caja para cambiar en la tienda del colegio o el supermercado afuera. Luego empecé a robar revistas eróticas y venderlas en el colegio, pasaron hasta por manos de profesores, me acuerdo de uno que se las quitó a Malouf Saadi en otra clase y las tuvo unos días, después me las devolvió a mi, incluso se dió el lujo de decirme cuales le habían gustado y cuales no, un profesor joven de historia, era su primer año.
He bebido por años agua del grifo en el tercer mundo, y aquí me teneis, sano en cuerpo y alma. Y no me quejo, no lloriqueo, lo digo con orgullo. Así que A LLORAR A LA IGLESIA.