Hamijo syntaxis, te voy a hablar como si fueras el hermano pequeño que no tengo. Sirva mi experiencia para darte luz en la oscuridad.
Yo también tuve 16 años y me sentí aislado del mundo que me rodeaba, como si me separara un cristal blindado del resto de las personas de mi edad. También tenía ese sentimiento de no ser normal, de estar por encima, que no era más que mediocridad, objetivamente hablando. Escogí el camino de la mano izquierda, me dejé crecer el pelo y llevaba una existencia heroica para un muchacho de 16 años. Era completamente impermeable a las tentaciones con las que la vida me azuzaba, tenía un camino marcado, un objetivo, y mi determinación no encontraba obstáculos que la hicieran torcerse. Mi canción favorita era una que decía
A human destiny but nothing human inside.
Los chicos de mi edad peleaban, bebían, fumaban porros, cortejaban a las chicas, se hacían los gallitos y se creían los reyes de la montaña de basura que era su mundo. Yo leía y escuchaba black metal mientras esperaba que las cosas fueran a mejor por sí solas. La luz al final del oscuro túnel era la facultad: un mundo de liberación y comunión con mis semejantes. Centrar la existencia en el fin de semana me causaba sentimientos encontrados. Por una parte reconocía que era lo más cómodo y satisfactorio, pero por otra parte yo esperaba de la vida más cosas que borracheras y relaciones sexuales. Esas eran las tentaciones de la vida mundanda, eso era todo lo que los psicólogos, implícitamente, me ofrecían a cambio de renunciar a mis quimeras.
Posteriormente, después de desengañarme con la universidad, decidí darle una oportunidad a la vida. Salía los fines de semana con un nutrido grupo de amigos que me aceptaban como a uno más, y probé aquello que antaño me causaba repugnancia encontrando cierta satisfacción efímera. Pero la venda de mis ojos había caído y no era capaz de contentarme con eso. Después de llevar una vida estoica no asimilé bien el hedonismo.
Las cosas han ido evolucionando hasta hoy, ahora puedo decir que el término medio, el
aurea mediocritas de Aristóteles, es la clave de la felicidad. Locura, sí. Esquizotipia, pero con toda la mesura de la que soy capaz. No es bueno dejarse arrastrar por la espiral de decadencia de la enfermedad, así como tampoco es bueno introducirse en la vorágine de la vida moderna.
Conclusión: haz lo que te salga de los huevos, que como ya te he dicho alguna que otra vez, sólo vas a aprender cuando sientas el báculo del destino golpeando en tu famélico costillar.
P.D: Nunca vas a ser normal, ven con nosotros y guíanos hacia la luz.