Hablar de Paracuellos del Jarama es hablar del holocausto católico mas importante de la historia de España y uno de los mayores de la historia de la Iglesia Universal. Inicua y devastadora carnicería de hombres inocentes, indefensos, cristianos y patriotas, sacrificados sin razón ni pretexto alguno.
Causa gran extrañeza que un hecho como este haya caido tan pronto en el olvido general. El silencio de la memoria colectiva hace que la investigación, la narración y la divulgación de este acontecimiento sea no solo una obligación moral, sino prácticamente vital, para aquellos que pensamos que la muerte -del espíritu- es el olvido.
Por ello, entre otras razones, me he propuesto arrojar un poco de luz sobre este asunto, apoyandome siempre en datos y acontecimientos reales y cotejados de archivos de la Real Academia de la Historia de España.
Madrid, 1936.
El ministerio de la Gobernación, la Dirección General de Seguridad, la Junta de Defensa y el Delegado de Orden Público habían dispuesto en un paraje solitario, al pie del Cerro de San Miguel, el fusilamiento de millares de presos de cárceles madrileñas. Cada noche, de madrugada, uno de los milicianos gritaba la lista de nombres de los presos que serían transportados desde su prisión, La Modelo, Ventas, San Antón o Porlier, atados y amordazados, hasta su destino trágico en aquel campo de fusilamiento.
Esas gentes no eran delincuentes, ni asesinos del bando nacional, ni chivatos. Eran niños, mujeres, ancianos, trabajadores, estudiantes, al fin y al cabo, personas normales. Entre esos civiles no encontraremos, pues, nombres de golpistas ni de combatientes, sino de españoles tan geniales como Pedro Muñoz Seca o Ramiro de Maeztu.
Paracuellos del Jarama es el estandarte de aquellos sepultados tambien en Boadilla del Monte, Ribas-Vaciamadrid, Torrejón de Ardoz e incluso Aravaca. La suma de cada una de las muertes -sabiendo que una muerte vale mas que una unidad numérica- asciende a 8.354 según el miembro, historiador y archivero de la Real Academia de la Historia, Arsenio de Izaga, en su obra "Los presos de Madrid".
Indudablemente, el número exacto de mártires -así son llamados por obispos de entonces- es incalculable puesto que muchos de los presos fueron transladados mediante listas nominativas, así como ejecutados en pequeños grupos o individualmente, de los que no se converva referencia escrita.
La matanza de Madrid, pese a lo que se piense, solo fue la culminación de masacres anteriores por parte del bando rojo, que empezaron incluso antes de la propia contienda de la Guerra Civily continuaron con los marinos de Cartagena arrojados al mar, los fusilamientos masivos de las prisiones de Ubeda, Ciudad Real, Toledo, Almería, Lérida, Málaga, San Sebastián y el fuerte de Guadalupe, Castellón, Ibiza, Fuenteovejuna, Albacete, Consuegra, Cebreros, Ocaña, Monasterio de Cóbreces, Guadalajara, Bilbao y Martos así como en los barcos-prisión “Río Segre”, de Tarragona; “Isla de Menorca”, de Castellón; “Astoy Mendi”, de Almería; “Cabo Quilates” y “Altuna Mendi”, de Bilbao; “Atlante”, de Mahón, y “Alfonso Pérez”, de Santander, así como en los terroríficos pozos de Tahal y de La Lagarta en Almería, y los de Carrión de Calatrava y Herencia.
Las consignas de ejecución, y siento manchar mis letras, tenían nombre y apellidos. La primera, acargo de Enrique Castro Delgado que relató en su libro "Hombres made in Moscú": -Ya dentro del Cuartel, alguien dice: “Allí” están los que no han escapado, serios, lívidos, rígidos... Castro sonríe al recordar la “fórmula”. “Matar... matar, seguir matando hasta que el cansancio impida matar más... Después... Después construir el socialismo”. “Que salgan en filas y se vayan colocando junto a aquella pared de enfrente, y que se queden allí de cara a la pared... ¡Daros prisa! La fórmula se convirtió en síntesis de aquella hora... luego un disparo... luego muchos disparos... La fórmula se había aplicado con una exactitud casi maravillosa”.
No haré ningún comentario al respecto, el lector sabrá sacar sus propias conclusiones.
Ante esta clase de verdugos, cabe resaltar la grandiosidad de las victimas, de los mártires, entre ellos aquel que dijo: “Después de confesarme, a bien con Dios y con los hombres, siento en mi alma una inmensa ternura... y como para morir en gracia de Dios es preciso perdonar, yo perdono a mis verdugos, como Cristo perdonó en la Cruz”. Testimonio generalizado, ya que, como consta en miles de escritos y entrevistas de antiguos presos y cautivos, ni un solo caido dudó jamás ni de su fé ni de su amor a España, por increible que nos pueda parecer, habitantes del mundo materialista y barbarizado.
Manuel Muñoz, Director General de Seguridad, firmó, tras una muestra de gallardia sin igual, el fusilamiento de aquellos que en la cárcel de Ventas el 27 de octubre, tras mandarse formar a los militares pidiéndoles un paso al frente a los que estuvieran dispuestos a servir a la República, bajo terribles amenazas, nadie lo dió. Su valentía fue comentada con entusiasmo por los compañeros de cautiverio, todos se dieron a la oración y a renovar absoluciones. Y en efecto a la noche, por orden de este asesino, 32 presos de esta cárcel fueron llamados para salir, entre ellos Ramiro de Maeztu y Ramiro Ledesma Ramos.
Así, las victimas seguían muriendo en manos de advenedizos asesinos. Personas como el gran periodista Manuel Delgado Barreto, Director de La Nación, el futbolista del Real Madrid Monchín Triana y el Jefe Territorial de La Falange gallega, Juan Canalejo. ¿Acaso la tinta y la pluma son armas mortíferas? Para el ejercito rojo, al parecer si lo eran.
Asesinos como Koltsov, Largo Caballero, Ángel Galarza, que tienen sobre sus espaldas esas muertes, así como las de familias enteras como la del farmacéutico Luis Madariaga Moras y sus hijos Ángel y Luis Madariaga Cenedese, Abogados; los cuatro hermanos Antonio, Carlos, Emilio y José M.ª Paramés de Casa Buylla, de ellos dos Abogados, un Arquitecto y un Ingeniero; Gregorio Sáenz de Heredia y sus hijos José y Joaquín, estudiantes, de 21 y 20 años; el militar Francisco Serrano Alguacil y sus hijos Manuel y Alfonso Serrano y García-Ibáñez, también militares; él militar Enrique Sicluna Burgos y sus hijos Luis y Enrique, estudiantes de 23 y 16 años; el Abogado Mariano Soria Monje y sus tres hijos, Rufino, Mariano y Luis, de 24, 22 y 19 años; los hermanos Enrique e Ignacio Triana Arroyo, hermanos del antes nombrado Monchín, jugador del Real Madrid; y los hermanos Florencio y José Luis Vadillo Alcalde, estudiantes de 21 y 17 años.
La organización del genocidio corrió a cargo de la Junta de Defensa, de la que Carrillo era consejero de Orden Público. El día 13, dicho consejero declaraba: "La quinta columna está en camino de ser aplastada y los restos que de ella quedan en los entresijos de la vida madrileña están siendo perseguidos y acorralados con arreglo a la ley, con arreglo a todas las disposiciones de justicia precisas, pero, sobre todo, con la energía necesaria".
Es decir, los partícipes, los autores del mayor genocidio católico en este pais están, no solo libres, sino bien considerados por la sociedad en general. Recordemos como el presidente electo de España, Jose Luis Rodriguez Zapatero (PSOE) acudía a un homenaje en el cumpleaños del mencionado Carrillo.
Urge, pues, no dejar caer en el olvido las páginas mas negras de nuestra historia, recordar a los mártires de la fé española y darles gracias por su lucha; al fin y al cabo, es nuestro pasado y presente.
No os olvidamos.
Gracias