Haced lo que se le antojen a vuestros órganos genésicos. Habeis roto el juguete de un niño, el sueño de un idealista, la ilusión, íntima y preciosa, de un romántico sin remedio. No reconozco al hijo que parí, no es la carne de mi carne, ni, ay, el alma de mi alma. Habeis arrojado excrementos contra el altar como herejes iracundos presa de la insania, pues ahora veo claramente que os complace más lo espureo que lo noble y elevado. No buscais la comunión ni el vínculo, amantes de la algarada y el estropicio, sino la chanza, la befa y la mofa pateando divertidos a indefensos monigotes. Oh, si, yo os maldigo, yo os maldigo, mercaderes del templo, cainitas, cizañeros, emponzoñados sediciosos.
No me satisface este tribunal tan estentoreo y arbitrario surgido de la nada, al que nadie llamo ni con el que nadie gana. Me complace darme un baño refrescante en los pasatiempos triviales y sin consecuencias. Me gusta amagar, jugar con señuelos, hacer requiebros delante de minúsculas y tintineantes vaquillas en apretados espacios. Nada que deje huella, nada que obligue a hozar como puercos en el lodazal. No este el hilo ni el motivo que buscaba días atrás. No queda nada. Tan sólo un cadaver vapuleado para el jolgorio primitivo de la masa. Devorarle hasta los huesos si os complace, abriros paso hasta el tuétano al golpe colmillo.
Inclito se retira. Ni nomina, ni vota ni sanciona. No es notario ni juez.