A mi primer amor, y con quien me di el primer beso, le tengo un asco infinito. Por aquella época me parecía atractivo en todos los sentidos, hoy en día todo lo contrario. Vivíamos en el mismo barrio, por lo que teníamos muchos amigos en común. Poco a poco empezamos a salir, y en la puerta de un “Cobreros” me dio un morreo horrible similar al ataque de Alien. Llegué a casa con la boca medio ensangrentada, y claro, me llevé la bronca del siglo, por puta y reputa.
Fuimos “novietes” durante el inicio de la adolescencia, hasta que dejamos de vernos.
Hace poco, después de 10 años sin hablar (vernos nos habíamos visto por el barrio en alguna ocasión), recibí un email, era él. Me decía que le había pedido mi correo a una amiga en común y que le gustaría volver a hablar conmigo, recalcaba la P.D con un “tranquila, sólo quiero que seamos amigos”.
Después de hablar varios días por Messenger decidimos quedar para tomar una copa. Resultó ser una noche muy muy triste. Me encontré con un tío desesperado, ansioso, borde, inculto y maleducado.
Nada más vernos y saludarnos me dio dos besos muy cerca de la boca, eso ya me empezó a mosquear. Inmediatamente después me miró, se me vinieron a la mente todas aquellas miradas durante la maldita adolescencia, experiencias, mal sabor de boca, escalofríos, mal rollo en general.
El tío me había estado comentando por Messenger que estaba ganando mucha pasta con su nueva empresa… le tuve que invitar a todas las copas. Cuando empezó a acercarse, a intimar sin recibir compensación y a intentar besarme se me vino de nuevo a la mente aquel “Cobreros” repleto de carteles con ofertas de chope, el olor cutre de la inexperiencia, recuerdos grisáceos, la vida pasó ante mi en menos de un segundo, como cuando vas a morir. Me fui con la cabeza alta, como una buena pagafantas. Es curioso como cambian las cosas, de pronto la vida te ofrece reexperimentar tu infancia, tu adolescencia, tu pasado, pero ya no es lo mismo. Muchas veces es mejor dejar las cosas como están, al menos en este caso debió haber sido así, ya de por sí tenía mal recuerdo de él… el reencontrarnos me hizo tener aun peor recuerdo.
Mi primera vez fue efímera, breve y vacía, como el que se toma un café con prisas. Estaba paseando por mi barrio cuando en la acera de en frente vi a un chico que solía salir con nosotros, pero con el que no había hablado casi nada. Era extremadamente guapo y exageradamente tímido, hasta ese día.
Al verme cruzó la carretera para saludarme, estuvimos hablando de trivialidades, nose como, pero me preguntó si quería ir a su casa, estaba solo. Y nose como, siendo yo timidísima, le dije que si. Tenía una casa de tres plantas maravillosa, con un patio enorme, donde ya empezamos a mirarnos lascivamente. Jamás antes nos habíamos mirado así, los dos éramos bastante discretos, pero fue entrar en aquel patio y transformarnos en fieras.
Nos comimos literalmente la boca y me subió en brazos hasta el primer piso
hubiese sido muy loleante el habernos caído por las escaleras y el quedarnos minusvalidos, ahí tirados en el suelo eternamente, con acento gallego como el Ramón SanPedro de los cojones.
Me tumbó en una cama, no tenía sabanas, se tiró encima mía, me quitó toda la ropa y vi las estrellas, hasta ahí puedo contar. Luego ni nos hablamos, adiós muy buenas.
Con el paso del tiempo fuimos “buenos” amigos, tuvimos más encuentros, pero todos igual de vacíos, lo único que nos unía era la timidez y la música.
Hoy en día está casado y ha engordado.