Mr capitalista
Asiduo
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Últimamente viene dándose hilos y hilos llenos de hastío y amargura sobre una existencia que parece condenada al frío hedor de la tristeza y la soledad. Es irremisible, por tanto sólo queda anotar en el cuaderno de bitácora en una deriva extraña y periclitada, ese tranquilo e inminente despeño al abismo. La vida es así y me tengo que joder. No me refiero tanto como el protoforero recubierto de Risketos y misoginia que a la lumbre del monitor en la oscuridad de su cuarto maquina sus desesperanzas, que también; sino otra clase de víctima de un acomodamiento quizá más afortunado pero no menos atrofiante: aquella que aún gozando de buena posición social y/o ecónomica con amigos y todo eso, o incluso novia, se le cruza la vida en forma de jovenzuela rubia con el coño más caliente que el albarán del infierno o la oportunidad de cambiar de aires. Se le cruza lo inesperado y excitante. Como dijo Lennon "La vida es aquello que te va sucediendo mientras estás ocupado haciendo otros planes."
Así pues todos coinciden en lo mismo: el desánimo en que los años, o los mejores años que deberían ser, pasan, y desde luego lo malo no es que te vayas a morir, que eso es seguro. Lo horrible es la sensación de estar a punto de hacerlo o verse en esa tesitura y darse cuenta que no se ha puesto toda la carne en el asador. Que no se ha vivido. No hay peor muerte que esa.
Por tanto la cuestión es la siguiente: me encantaría cambiar la desesperanza y hastío foril típicos de " mi vida hiede" por otras historias más rezumantes de optimismo y salir adelante, del palo: "llegué a un punto que no pude más, salté cual ave Fénix, me arriesgué y viví. Sí, viví con mayúsculas".
Demasiado tristes andamos últimamente.
Así pues todos coinciden en lo mismo: el desánimo en que los años, o los mejores años que deberían ser, pasan, y desde luego lo malo no es que te vayas a morir, que eso es seguro. Lo horrible es la sensación de estar a punto de hacerlo o verse en esa tesitura y darse cuenta que no se ha puesto toda la carne en el asador. Que no se ha vivido. No hay peor muerte que esa.
Por tanto la cuestión es la siguiente: me encantaría cambiar la desesperanza y hastío foril típicos de " mi vida hiede" por otras historias más rezumantes de optimismo y salir adelante, del palo: "llegué a un punto que no pude más, salté cual ave Fénix, me arriesgué y viví. Sí, viví con mayúsculas".
Demasiado tristes andamos últimamente.