Una ruptura de una pareja asentada conlleva un luto que hay que pasar, y depende de cada uno es más largo o no. Para mí tuvo que pasar más de un año largo para fijarme en una mujer, otro par para no importarme empezar una relación que pudiera llegar a ser seria.
Yo es que he dejado de creer en el género femenino como conjunto, así que no me planteo invertir excesivos esfuerzos en construir nada duradero. Por ejemplo, la psicóloga de la que he hablado alguna vez; la que está muy buena y me gusta, pero creo que conmigo, más allá de un tonteo puntual, no hay nada. Hace un par de días desapareció un conocido, un chico que -yo lo desconocía- está bajo medicación; la familia muy preocupada y los amigos también.
Me pasan sus familiares el cartelito que han hecho para difundirlo por RRSS. Amigo mío no es, sólo coincidimos en una peña de fútbol un tiempo, pero, coño, todo lo que se pueda ayudar es poco y no cuesta nada, así que a Instagram, Facebook y donde haga falta. Me reacciona la psicóloga a la historia, que ella también lo ha compartido y que ojalá aparezca pronto y, en el mismo texto, sin punto y aparte ni hostias, me recuerda que este fin de semana o el que viene o el siguiente, no sé, imparte un curso de no sé qué para el que aún quedan plazas y que mañana lo ponen en modalidad online y que pasado lo bajan a mitad de precio. Pero hostias, que estamos hablando de un marido y padre de familia con problemas que o se ha escapado o se ha perdido o yo qué sé, qué cojones me cuentas tú de tu curso y tus descuentos.
Es que son así de utilitaristas y mezquinas. Y, hostia, que eres psicóloga, no la cagues precisamente tú de una forma tan burda y barata.