Recuerdo que el año pasado estaba un día tomando cervezas -Paulaner- con mi señora madre y con mi chica y al llegar la hora de pagar yo pagué mi parte y la de mi señora madre -que para una vez que la veo, coño

- y la otra pagó la suya, porque como ya comenté yo voy a medias con las tías. Mi madre se quedó mirándome raro, y aprovechó la marcha de mi novia al servicio para decirme que por qué permitía que pagara ella, que por qué había dejado que sacara un billete, que si era así siempre y que estaba feo. Yo le expliqué que íbamos a medias, que cada uno se pagaba lo suyo y tal y que eso no quitaba para que de vez en cuando nos invitásemos mutuamente, porque ambos estábamos a favor de eso y porque somos muy modernos y partidarios de la igualdad. No lo acabó de ver, la verdad. La vi con cara de "están locos estos romanos". En sus tiempos no era así, evidentemente.
Esto viene a cuento de que si bien ahora uno puede -o no- ir a pachas con la pareja, antiguamente lo suyo era que el varón pagase las cositas que se tomase la chica.
Hoy el que da con una chupasangres que le esquilma la cartera es porque es imbécil, básicamente. A buenas horas, a buenas horas, habiendo como hay chicas que no van a por la pasta, voy a emparejarme yo con una furrrrrrcia que me exige copas gratis
porque yo lo valgo, cenas gratis
porque yo lo valgo, ropitas gratis
porque yo lo valgo, regalitos
porque yo lo valgo; si alguien da con una furcia de esta, repito, es
imbécil. No porque le saque la pasta, que al fin y al cabo es lo de menos, sino por estar con una persona cuyo interés es ese, cuyo afán es tener cosas gratis, cuyo criterio se basa en el grosor de la cartera del incauto, cuyas demandas son tan sucias, tan bajas, tan viles.