Estimados caballeros (que es lo que son quienes se interesan por las barberas en estos tiempos de consumo y desecho),
Las navajas Filarmónica, del señor José Monserrat Pou, aún se pueden conseguir nuevas y precintadas, pagando su precio, en alguna subasta o tienda de antigüedades. Sin ir más lejos, la semana pasada adquirí una procedente de Argentina. Por otra parte, no son las únicas barberas buenas que existen, ya que las mencionadas Dovo y las Thiers-Issard (francesas) son de una calidad excepcional. Sin embargo, he de decir que cuestan un dinerillo, esto es, por menos de 100 euros no hay navaja nueva que valga (que las hay más baratas de ocasión). A estos 100 hay que añadir unos 50 por el suavizador de cuero con su correspondiente pasta de diamante y unos 30 por una cotícula belga amarilla mediana. Estos dos últimos artículos son los que permiten que la barbera se encuentre siempre en condiciones de acariciar nuestro preciado rostro, sin producir sonrojos ni para nuestra piel ni para nosotros al salir a la calle. En total, habrá que desembolsar una vez en la vida 180 euros más o menos y teniendo material de la mejor calidad, cosa ridícula si se calcula el desembolso en cuchillas que se realizará. En unos 4 años está amortizado. Obviando el hecho de que el jabón de afeitar vale 2 euros y dura meses, por oposición a las bombas a presión (además de no pagar tanto envase ni generar tal cantidad de desperdicios).
El afeitado a navaja es, amén de la satisfacción de una necesidad, una afición, una pasión. La navaja requiere un mantenimiento periódico para ser capaz de cortar un pelo colgante ("Hanging Hair Test" en youtube para quien no lo crea). Este mantenimiento consiste en un afilado periódico (una o dos veces al año) y el suavizado cada vez que se va a usar el frio temple.
El afilado se debe hacer con una piedra (natural o sintética) bastante fina, que una barbera no es un cuchillo de cocina. Me refiero a lo que los especialistas llaman "grits" (en este caso, mínimo unos 7000 u 8000) que no es otra cosa que la medida de las partículas de la piedra (cuanto más elevado el número, más pequeño el grano). En lo personal, empleo la piedra belga amarilla, que da un resultado inmejorable si se conjunta con el empleo del cuero empastado. Seguro que habéis visto hacer ese gesto de vaivén a los barberos con una piel tensada, unas 12 ó 15 veces por cada lado del suavizador. Bien, en uno de los lados se aplica una pasta levemente abrasiva (las hay de varios tipos) para rectificar el filo después del anterior afeitado, y el otro lado es de piel natural y sirve para alinear el filo de la navaja.
Si se siguen estos sencillos pasos se consigue un filo que podría cortar una yugular con la presión de una mosca apoyándose en el lomo de la hoja. Sin embargo, no hay por qué temer, ya que los cortes sólo se producen con los movimientos horizontales de la hoja o el exceso de presión de la misma sobre el rostro, cosa que no sucederá si la navaja está lo suficientemente afilada como para cortar los pelos de la barba sin casi presionar.
Una vez esto claro, el arte del afeitado sólo consiste en mantener un ángulo cómodo de la hoja sobre la cara (los especialistas hablan de 30º, pero depende del apurado deseado con una pasada) y, sobre todo, del modo en que se posa la hoja sobre la faz. Cuando uno está aprendiendo, lo normal es que los primeros días sólo se afeite con la barbera los carrillos. Una vez dominado el ángulo y la técnica se pasa al cuello y al mentón, la parte, para mí, más difícil. El afeitado se consigue cada vez con más soltura, en menos tiempo y con menor irritación de la piel.
A partir de entonces se abre ante el amante un nuevo universo de aromas, jabones, aceites, lociones con aromas orientales, especiados, masculinos, viriles, clásicos y exóticos (todo lo masculino que es pasarse un filo de tales características y en repetidas ocasiones sobre la carótida y la yugular) que, expuestos en el cuarto de baño junto a la brocha y el cuero, harían palidecer de envidia a la mismísima Mata-Hari. Un buen ritual pre-afeitado, con agua caliente, aceites esenciales que embalsaman el aire de la casa dándole fragancias milenarias, la dilatación del tiempo, la necesidad de concentración, de tomarse las cosas con calma; en mi imaginario, el "ris-ras" de la hoja se opone al "tic-tac" del reloj.
La navaja es sexual, como todo aquello que lleva atado la carga de la muerte, y yo estoy enamorado de ella.