Conozco el caso de mi prima, una desgraciada desvivida por su carrera y el éxito laboral que ha acabado a los trentaytantos en Alemania cambiando los pañales a las dos hijas de un kartoffen para llenar el vacío de las desechos genéticos a las que nunca alumbrará.
Más educada, más culta, más exitosa, más emprendedora, más mujer del siglo veintiuno y mucho más infeliz que su hermana pequeña, una choni que cría culo en la caja de un supermercado y vive feliz y sin demasiadas pretensiones tiranizando al pobre santo varón que la preñó y con el que han inaugurado una acojedora cárcel de pladur en el extrarradio.
La vida es maravillosa.