Siempre tuve perros, pero ahora que vivo en un piso no.
Cuando era crío, mi padrino, que era aficionado a la caza, tenía siempre como mínimo diez o doce chuchos pulgosos de razas mezcladas que trataba a patadas.
Le dieron uno que era mezcla de gran danés con mil leches. Un cachorro grande y torpón, que mi padrino regaló a su madre viuda porque no valía para cazar.
La vieja no tenía puta idea y no podía manejar a la bestia esa. La encerró en un cobertizo y le echaba de comer como si fuera un cerdo que hay que engordar para la matanza.
Yo, cuando salía del cole, iba de vez en cuando al ver al chucho, lo soltaba un rato (se volvía loco corriendo y brincando por la huerta)…..y luego tenía que volver a encerrarlo.
El chucho me obedecía en todo, pero la mirada que me echaba al volver a encerrarlo es algo que llevaré pa los restos (reíros, haced escarnio, llamadme maricona, etc. etc.)
Al cabo del tiempo (con un año y pico), y aunque yo seguía sacándolo a correr cuando podía, el chucho se volvió tarumba de estar encerrado (normal), y con sus saltos, intentando salir, casi tiraba el tejado del cobertizo donde estaba encerrado.
El subnormal de mi padrino dijo que el perro estaba loco, y que era mejor sacrificarlo. Apoyó una escalera en la pared del cobertizo e intentó pegarle un tiro al chucho a través del tejado ya medio roto. El perro lo veía y saltaba tirándose a por él, y no pudo pegarle un tiro.
Mi padrino me llamó (yo tenía 13 años) y me dijo si tenía “cojones” de pegarle un tiro al perro, o, si no, él tendría que pegarle varios perdigonazos con postas loberas para cargárselo.
Lo pensé un minuto, cogí el rifle del 22 que me tendió el puto subnormal, me subí a la escalera. A través del hueco entre las tejas llamé al perro , se quedó quieto, mirándome alegre como cuando lo sacaba de su puto encierro para pasearlo. Le apunté en la cabeza y disparé.
Después tuve que ayudar al gilipollas de mi padrino a meter al perro muerto en un saco (no cabía, era muy grande… tuvimos que usar dos sacos), pringarme de sangre, cargarlo en el coche y cavar un hueco en el monte para enterrarlo.
Ya está. Hala, que os entretenga vuestra puta madre.