Another brick.
Una historia de violencia
Como la vez anterior, resumen al final para evitar mi ladrillo infumable, aunque recomiendo las citas célebres del final de la historia.
Me hallaba yo el jueves comiendo solo en el salón de casa, a las 5 de la tarde, sin afeitar en dos semanas y hasta la nariz de tomate frito cuando alguien con llave abrió la puerta del piso para luego golpearla con los nudillos y pedir permiso para entrar. Contesté algo como "clfarfo", con la boca llena de boloñesa, y se adentró una hembra de unos 32 años arrastrando una maleta. Me saludó, se presentó y me dio dos besos que imagino le supieron a mi plato de pasta favorito.
Me explicó que era una amiga de mi compañera de piso, que venía a la capital a pasar unos días y que, casualmente, es de la misma provincia que yo, presumiendo ser de una conocida zona de mucho dinero, cosa que me la sudó más de lo normal porque no soy conocedor de la geografía patrimonial de mi provincia. Me hizo unas cuantas preguntas sobre la zona en la que vivo ahora y cómo desplazarse para ir a un centro comercial cercano.
Se trataba, en apariencia, de una niña bien, ñoña hasta decir basta, con una tontería en el cuerpo y una autoestima absolutamente desproporcionada, teniendo en cuenta que hablamos de un especimen muy pero que muy mediocre, con una dentadura en la que ni un solo diente estaba en su sitio. Grado de petabilidad: 4 -1 (por repelente) -5 (por tener piñata de cabra). Total: -2.
El sujeto se ausentó por un par de horas. Se quedó en el salón a darme el coñazo mientras yo terminaba unos trabajos que llevaba atrasados. Pareció molestarle que no me diese cuenta de que se había cortado el pelo y más aún cuando al decírmelo no le dediqué ninguna alabanza. Cada vez que hablaba, a cada intento suyo por parecer más interesante, me causaba más repulsión, además de distraerme de algo que no me haría ninguna gracia tener que acabar de madrugada.
Se acercaba el momento de ir a dormir y la tía no se iba ni con agua caliente, traté de ser poco atractivo, hice gala de mis pantuflas y le comenté un par de aspectos sobre mi persona que parecían surtir efecto, puso cara de circunstancias ante ello. Ya di por hecho que no iba a pasar nada, intuí que tenía la regla cuando pasó un momento a mi habitación y mi gata ni se acercó, es un detector infalible del periodo, hecho que se confirmó poco después en una conversación suya con mi compañera de piso, en inglés, pensando que no les entendía. Pero cuando dije que me iba a la cama, me pidió permiso para mover el colchón auxiliar que estaba en la habitación de su amiga a mi cuarto, porque "hacía mucho frío en el resto de la casa". Yo no quería, lo juro, pero no fue eso lo que le dije y en breves instantes ya estaba ella acurrucándose en una cama junto a la mía. Me levanté a beber agua, usurpó mi lugar y al ver que yo me echaba en la otra cama para evitar cualquier tipo de juego me dijo claramente "¿por qué no te metes en la cama conmigo?". No me preguntéis cómo ni por qué, sabiendo lo que sé ahora, ni llevando un año a pajas me metería en la cama con ese ser, pero cuando ando caliente, sólo sé que no sé nada.
Efectivamente, se cumplieron los presagios, se trataba de una ñoña hija de mil putas, además de una mística asquerosa que pretendía convencerme de que el tantra me gustaría más que follar como un animal rabioso y de que eyacular supone una pérdida de energía. Dos veces, yo, dos veces traté de evadir la situación en la que me había metido por ser un caliente, escapándome de ella me vi y aún volvió la pesada hija de puta alegando que intentaría "ser algo más bestia".
Poco a poco la cosa se fue tornado más ridícula, con una conversación absurda como motor y una zorra que pretendía ser el súmmum de la sensualidad oriental como chasis. Finalmente se me colocó encima y, aburrido de ver cómo se movía y hacía el gilipollas sobre mí, me la acerqué y le di candela de la buena hasta que, de repente, se incorporó, se levantó y se tumbó a mi lado, dándome la espalda. No le dolía, no había un motivo predecible en ese comportamiento. Su argumento fue "no puedo, no puedo follar de forma tan violenta". Me rendí, si eso hubiera pasado antes, durante la media hora de gilipolleces que precedieron al acto del fornicio, me habría pajeado en su recién estrenado corte capilar, pero por gilipollas, por meterla en mi cuarto a pesar de verlo venir, me lo merecía y así lo asumí.
Fueron momentos agridulces, me sentí ridículo y avergonzado varias veces, pero también reconozco que no me carcajeaba así desde hacía mucho tiempo, he aquí algunas de sus perlas, algunas con mi respuesta, dado que ya sabía a mitad del asunto que no iba a disfrutar metiendo, al menos tenía que reírme como hacía tiempo que no tenía oportunidad:
-No puedo follar de una forma tan violenta.
-Tienes mucha energía, no sé por qué quieres malgastarla eyaculando.
-¿Alguna vez lo has hecho sin que sea con violencia?
-Hazme el amor.
-Tienes que trasladar lo que tienes aquí (punto entre el ombligo y el pubis) aquí arriba (parte indeterminada del esternón).
-Te gustan unas cosas muy raras, seguro que acabas haciendo sadomaso.
-¿Sabes que la privación del orgasmo es una práctica sadomasoquista?
-... y ... ¿cómo sabes eso? ¿ves como tengo razón? Te gusta el sadismo, seguro que lo practicas.
-El fútbol no me gusta, soy malísimo jugando y sin embargo sé perfectamente lo que es un fuera de juego. Aquí la sádica DE MIERDA eres tú.
-Cúrame (poniendo mi mano sobre esa parte entre el ombligo y el pubis, debe ser un chacra o que tiene una úlcera).
-Hagamos un juego, nos ponemos a cuatro patas y actuamos como tigres, nos miramos, gruñimos e incluso arañamos, para que aprendas a respetar al animal que tienes enfrente.
-¿Tú no ves los documentales de la 2? Me parece que te has perdido la mejor parte.
-Cuando eyaculas pierdes energía, si haces el amor sin eyacular, ganas energía, es mucho mejor ¿no crees?
-Según las leyes de la termodinámica, el universo tiende al estado de mínima energía ¿me estás pidiendo que vaya contra las leyes de la física?
-Tienes que dejar salir a la bestia pero respetar a la bestia que tienes enfrente.
-Respeto mucho a las bestias, pero tú eres una mujer. (su cara en este momento fue mejor que la mamada que no me hizo)
-No me imaginaba que fueses así en la cama después de conocerte. ¿A que eres géminis?
Y un largo etcétera de gilipolleces varias que darían para otro megaladrillo.
El resto del fin de semana he tenido que parecer ocupado, conseguí traer a otra chavala a casa el sábado, pero el viernes por la noche y el domingo tuve que pedir a un amigo que se quedase a dormir para que la puta budista no me acosara, ya que resulta que ella "tiene novio, pero es algo abierto y es lo mejor" y le daba igual el hecho de que yo hiciera un paréntesis para comerme a otra, así como las cosas que le dije para quitármela de encima, que no fueron pocas. No sólo he conseguido que mi amigo se haya reído de mí por ver el especimen que metí en mi cama, sino que encima ahora le debo un favor y él sabe que es de los grandes.
Resumen
Una tía desconocida, amiga de una compañera de piso se queda el fin de semana en mi casa. Es una pija budista, mística partidaria de la homeopatía y de la apertura de chacras, pero que por lo visto no tiene chacra en el ano. Me asedió y caí, claro. Otra experiencia sexual nefasta para mi currículum y un motivo más para pensar que, de ser cierto lo que dice y existir el karma, he debido ser muy hijo de puta, pero con las personas equivocadas.
De todas las mujeres que he conocido, la peor. Hace cosa de un año conocí a una attention whore que utilizaba el sexo como su principal arma y que disfrutaba pensando que podía tener a todos los hombres locos por ella. Dañina como ella sola, pero joder, qué bien follaba y qué fácil de manipular cuando lo sabías, prefiero casarme con esa que tomarme un café con la de este fin de semana. Esta mística de mierda es odiosa, tiene todo lo que detesto en una persona y para colmo es de lo peorcito en la cama. Afortunadamente se va a vivir a la India y "es probable que no volvamos a vernos", cosa que deseo y que espero sea motivada porque ha cogido el cólera y muere con el ojete escocido.