Bdsm Profesional
En España, hay que vestirse de Indiana Jones para ponerse a buscar el “Ama perdida”. El sado profesional ha estado bajo mínimos siempre, con honrosas excepciones que no han hecho sino confirmar la regla (no la que tienen las Amas mensualmente, la otra).
Desde las postrimerías del franquismo, cuando todo aficionado BDSM volaba a Londres para comprar revistas en los sex shops del Soho, ser amo o sumiso ha devenido en una odisea. Los primeros anuncios de sado profesional, allá por los años 76-77, estaban encubiertos bajo el epígrafe “fantasías diversas”. Así llegabas a un piso donde la anunciante ejercía su profesión, que según los cursis era la más antigua del mundo, y entre polvo y polvo sacaba una bolsa con extraños utensilios como esposas, mordazas o una fusta, de modo que de buenas a primeras no sabías si estabas en la comisaría (hasta entonces era el único sitio donde se veían objetos parecidos a esos) o en un relax. La encargada de las “fantasías diversas” solía ser extranjera, porque como todo el mundo sabía “la española cuando besa es que besa de verdad” y las mujeres patrias no estaban por la labor de ejercer para “desviados”.
Luego, cuando la afición por el BDSM proliferó, muchas listillas que se dedicaban al relax, dedujeron que había una serie de cretinos que en vez de querer echar un polvo “normal”, preferían que les atizaran o les gustaba lamer los pies, así que decidieron que, cuando apareciera uno de esos, subirían el precio. El polvo con gimnasia sueca seguía siendo lo standard.
Cuando los desesperados aficionados estaban hartos de que las chicas de los clubs de alterne o directamente de los bares de putas, y les preguntaran siempre por qué les gustaban esas cosas tan raras, empezaron a encontrar anuncios de Amas y de sumisas. Lo de las sumisas fue más trabajoso. Porque había que convencer a las chicas que se dejaran pegar por alguien que no fuera su chulo, y eso no les gustaba. Hasta que de pronto, algunas descubrieron que lo que les iba era la sumisión y entregarse a un Amo. Entonces, además de ganar una pasta gansa, lo pasaban de miedo. Ni que decir tiene que en cualquier relax de medio pelo, había ya unas “especialistas” en someter o ser sometidas. La especialización se hacía a toda mecha y de oídas. De modo que las chicas iban aprendiendo la cosa según llegaran aficionados más o menos enterados.
Las Amas eran cosa fina. El sumiso llegaba y le explicaba a la teórica dominante lo que quería que le hicieran. Ella iba, de vez en cuando, preguntando con timidez, “Y si te hago esto? ”... “no, eso no, que me cabreo”, decía el “sumiso”. Así que la mayoría de las veces el que mandaba en la relación era el teóricamente obediente.
De pronto, apareció en el panorama un Ama con pedigrí. Venía de Francia -decía- y había “estudiado” en las mejores mazmorras alemanas y holandesas, lo que le daba un prestigio enorme. La verdad, es que era la primera que aparecía y le gustaba el BDSM, ejercía de Ama como ella quería, al margen de lo que le pidieran los sumisos. Se trataba de Maitresse Michelle. Ella, en su Palacio del Sado, enseñó a una generación de Amas que todavía hoy ejercen según el “Libro de Michelle” o sus variantes. Decir que se estuvo en Palacio en el mundo BDSM, es como licenciarse en Cambridge, pero sin haber participado en las regatas contra Oxford.
La tal Michelle acabó como Bela Lugosi. No creyéndose vampira, sino Ama. A todos los niveles, con todo el mundo y a todas horas. Pero había creado escuela y, sobre todo, había sido la precursora del mundo BDSM en un país en que la gente, aún hoy, sigue confundiendo la dominación/sumisión con los malos tratos. Y, si se investiga solo superficialmente el mundo sadomasoquista, se verá que no hay nada que ver entre ambas cosas, porque el BDSM es un juego en el que las dos partes están de acuerdo y lo pasan chachi piruli, que diría algún cronista de “La Vanguardia”.
En fin, volviendo a la realidad del sado profesional, a partir de entonces aparecen (y desaparecen, la cosa suele ser así frecuentemente), Amas y sumisas ya más especializadas. Y como el mundo BDSM es amplísimo, unas se especializan en unas cosas y otras en algo parecido. Desde fetichismo del pie al face sitting (por poner algo) hasta el aguante físico ante el castigo o el hacer de báteres humanos (por la parte sumisil).
Sigue habiendo mucho engaño en el sado profesional y muchas autodenominadas “Amas” y “sumisas” que confunden la velocidad con el tocino, pero se ha avanzado bastante...
Algunas Amas profesionales aterrizan en la profesión después de algún desengaño sentimental y con algún niño/a a cuestas como resultado del "desengaño". Y se toman el BDSM como una venganza contra los hombres. Son las menos, pero haberlas háylas. Otras, tanto dominantes como sumisas, disfrutan con lo que hacen. Y muchas “Amas” tienen el sueño secreto de ser violadas por 5 negros a la vez (pongo negros para dar más énfasis al folleteo, porque los blancos tenemos fama de tener más corto... el pensamiento).
Con la progresión de los derechos a las minorías maltratadas anteriormente, los gays han irrumpido en el mundo BDSM como elefante en cristalería. Y para estar a la “page”, no hay como que un sumiso se entrgue a un Amo o viceversa (no que un Amo se entregue a un sumiso, sino que un gay se haga Amo para someter a otro de su mismo sexo). Así, empezaron a aparecer anuncios donde hombres se ofrecían como Amos (o sumisos), sin especificar para quien, con lo que tras breve investigación se acabó conociendo que trabajaban dentro de la homosexualidad. Los nombres solían ser extranjeros (Tom, Jim, John), no se si por exotismo o porque realmente procedían de países foráneos. También hubo algún anuncio de sumiso (estos sin especificar nombres) que se ofrecían a entregarse a un hombre dominante. Y hasta alguno en el que un Amo (o un sumiso ocasionalmente), se ofrecían “solo a mujeres”.
Los travestis también vieron el negocio. Y colocaron sus anuncios en el que “bellísimas Amas, con miembro de 20 cm, sometían a esclavos”. Todo el espectro sexual quedó cubierto. El BDSM se había “normalizado” (como el catalán o el vasco) aparentemente.
Pero sigue habiendo que estudiar mucho el terreno antes de ir a un gabinete o un relax. Sigue habiendo mucha “amateur” y mucho desconocimiento. El BDSM es tentador porque los precios siempre son superiores al sexo convencional.
Ahora, la verdad, es que sitios buenos los hay. No muchos, pero en ciudades como Barcelona o Madrid, los aficionados pueden encontrar buenas Amas y buenas sumisas. Y que además, disfrutan con lo que hacen. Pero no todo el monte es orégano. Como no se ande uno/a con ojo, le sale enseguida cualquier gárrula que le dice al Amo, “pasa y ponte de rodillas” o al sumiso “Perdone, ¿le importaria besarme los pies?”.
Así que buena suerte a todos/as
Un enlace interesante para los aficionados al tema:
https://openadultdirectory.com/bdsm/Spain/