el viejo dela montaña
Muerto por dentro
- Registro
- 20 Feb 2017
- Mensajes
- 25.912
- Reacciones
- 18.182
Y hacer tu lumbre en el invierno y comer bajo el emparrado en el verano. Bajar al pueblo solo a por sal, cartuchos y echar algún cohete en el lupanar. Vender las pieles cazadas, poner lazos a conejos y jabalíes. Unas gallinejas, unas criadillas, unos níscalos, unos cardillos, espárragos trigueros, moras, madroños, bellotas, coger nidos, unas truchas, y bueno, todo lo que la despensa de la madre naturaleza va ofreciendo a lo largo del año.
Con un hacha bien afilado, una escopeta de las baratas, un machete y una navaja cabritera como herramientas principales, luego como lujo para trabajar con las manos y dar rienda suelta a las comodidades un formón, una gubia, una zuela, una sierra, un berbiquí, un mazo y alguna otra herramienta para trabajar la madera. Alicates, cizallas, tijeras para cortar el latón, un yunque, una fragua rudimentaria, y demás útiles para trasformar la chatarra y darle una segunda vida como el Dr. Frankestain. Con una cacerola, un tenedor, una cuchara, una taza de hojalata o aluminio y un cuchillo de cocina es suficiente para comer dignamente.
Habrá que adiestrar a un perro que nos ayude, que nos dé compañía, que nos auxilie. Un pastor alemán, un malinois, un husky o un chucho con clase y pedigrí que no sea demasiado subnormal. Las enfermedades se curaran con cataplasmas de hierbas, ungüentos de vísceras y encomendándonos al espíritu del bosque.
Recrearnos en los atardeceres de la montaña, despertar antes que amanezca, dormir al caer el sol, sin luz artificial ni pollas que envilecen al hombre. Entran en armonía con el ciclo natural del lugar, sentir el frío, sufrir las sequías, protegerse de la lluvia y el aguanieve, esconderse en las nieblas invernales, respirar el aire puro impregnado de los aromos de las plantas, el suelo, la lluvia, el ozono de las tormentas. Sentir el frescor de los arroyos, saciar la sed en los manantiales, descansar a la sombra de un roble centenario, contemplar el manto de estrellas en las noches rasas, leer el entorno, aprender el comportamiento de los animales, comprender los ciclos de las plantas, filosofar sobre la vida y el lugar que cada uno tiene en ese biotopo.
Con salvajes cabelleras y barbas recortadas a machete sin espejo, con mirada animal, el olfato agudizado, el oído adiestrado. Lavándose solo las partes problemáticas en el riachuelo, la raja del culo cuando pique y la punta del nabo cuando se reseque el esmegma. Con manos fuertes y curtidas, capaces de apartar unas zarzas sin pincharse y retorcer el pescuezo a un pato.
Esa es la verdadera calidad de vida, ¿en qué momento nos engañaron y nos dijeron que no eramos esclavos y que viviríamos mejor sirviendo a los demás por unas monedas que no valen sino para llegar al día siguiente y seguir trabajando en una rueda que nunca para? Hemos sido engañados, encadenados al amo con cadenas invisibles, dependientes, serviciales, conformistas, anulados como individuos y llevados al redil del rebaño ovino con su porción de forraje diario.
Vivir en el campo como una alimaña es la única vía para conocernos a nosotros mismos, para saber quienes somos, quién es ese tipo con el que has estado conviviendo toda la vida y al que apenas conoces porque los que mandan no quieren que te conozcas, ni que pienses, ni que plantees preguntas. Solo quieren que trabajes y obedezcas.
Que bien vives cabronazo.