HISTORIA MILITAR: hilo de ejércitos y batallitas.

En el circulito el lugar donde combatió mi viejo.

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Recordemos hoy la batalla de Isandhlwana, cerca del río Búfalo en Zululandia, donde 18.000 zulúes al mando del celebre caudillo Cetewayo, el 22 de enero de 1879 vencieron a los ingleses al mando de Chelmsford, infligiéndoles una severa derrota (cayeron del bando inglés unos 1600 hombres). Fue la última gran victoria de un ejército nativo (y salvaje) sobre tropas coloniales.

Batalla de Adua, 1 de marzo de 1896: El general italiano Oreste Baratieri y sus 14.527 hombres son derrotados por más de 120.000 etíopes. Los italianos sufren más de 10.000 bajas y se ven obligados a reconocer la independencia e integridad territorial de Etiopía.

Otro hito en el currículum de uno de mis ejércitos predilectos.
 
Juvenal rebuznó:
Recordemos hoy la batalla de Isandhlwana, cerca del río Búfalo en Zululandia, donde 18.000 zulúes al mando del celebre caudillo Cetewayo, el 22 de enero de 1879 vencieron a los ingleses al mando de Chelmsford, infligiéndoles una severa derrota (cayeron del bando inglés unos 1600 hombres). Fue la última gran victoria de un ejército nativo (y salvaje) sobre tropas coloniales.

Batalla de Adua, 1 de marzo de 1896: El general italiano Oreste Baratieri y sus 14.527 hombres son derrotados por más de 120.000 etíopes. Los italianos sufren más de 10.000 bajas y se ven obligados a reconocer la independencia e integridad territorial de Etiopía.

Otro hito en el currículum de uno de mis ejércitos predilectos.

Cierto, lo había olvidado.
Los guerreros etíopes también eran legendarios. Gente con dos cojones. De esos que hasta que no mataban su hombre no eran nada.
 
Podriais recomendar peliculas belicas ambientadas en los siglos XVIII-XIX?
 
Laertes rebuznó:
Podriais recomendar peliculas belicas ambientadas en los siglos XVIII-XIX?

Waterloo

La carga de la brigada ligera.

Gunga Din.

Zulú (1964) y Amanecer Zulú (1979) por supuesto.

Revolution (la de Al Pacino).

El último mohicano (la moderna)

Son las que me salen a voleo. Las películas de esa época son más caras que las hechas hoy, ya que te tienes que liar un huevo con uniformes más dificiles de encontrar que los de la segunda guerra mundial.
 
El hidalgo de los mares, joder, mira que no acordarme...

En Inglaterra han hecho una serie de TV con las novelas de "Sharpe", interpretado por Sean Bean, algun episodio encontrarás en la mula si buscas.
 
vadertxu rebuznó:
El hidalgo de los mares, joder, mira que no acordarme...

En Inglaterra han hecho una serie de TV con las novelas de "Sharpe", interpretado por Sean Bean, algun episodio encontrarás en la mula si buscas.

Hostia, sí, señor. En la mula están todas. Hay un saco.
 
Una anecdota:

Cuentan que Leon Degrelle, de visita en el cuartel general de Franco por deseo de Hitler, estaba volviendose de loco ante la "lentitud" del generalisimo en sus operaciones, comenzó a hacer todo tipo de insinuaciones y observaciones propias de su ignorancia militar, y Franco en lugar de corregirle le señaló:

"Tranquilo Degrelle, la última vez tardamos 800 años en hechar a los moros, así que ahora no tenemos prisa".
 
nabokov rebuznó:
Una anecdota:

Cuentan que Leon Degrelle, de visita en el cuartel general de Franco por deseo de Hitler, estaba volviendose de loco ante la "lentitud" del generalisimo en sus operaciones, comenzó a hacer todo tipo de insinuaciones y observaciones propias de su ignorancia militar, y Franco en lugar de corregirle le señaló:

"Tranquilo Degrelle, la última vez tardamos 800 años en hechar a los moros, así que ahora no tenemos prisa".

Esa frase de Franquito denota que no era tan lerdo como se supone. Y a Franco le interesó demorar el resultado de la Guerra Civil que posiblemente hubiera podido solventar bastante antes.

En la reconquista después de las batallas de Las Navas de Tolosa y El Salado todo el pescado ya estaba vendido. Se sabía que los moros terminarían en la puta calle. Si hubiera habido un claro interés en zanjar el tema en los reinos cristianos, en el siglo XIV ya no hubiera quedado un puto moro en Hispania, pero por otros intereses más obscuros la cosa se demoró dos siglos más.
 
Háblenos de alguna batalla de nuestros Tercios, compañero... si es posible, producida bajo el mandato del Rey nuestro señor Carlos I... que tiempos me cago en la ostia


PD: acaba de salir un anuncio de Forte Pharma Slim con una tia enseñando vientre y me he masturbado
 
el mayor genio militar de todos los tiempos, muy por encima de napoleón, de alejandro magno, de julio césar, es GENGHIS KHAN...ese tío era la bomba
 
rusas-macizas rebuznó:
el mayor genio militar de todos los tiempos, muy por encima de napoleón, de alejandro magno, de julio césar, es GENGHIS KHAN...ese tío era la bomba

Merluzillo, ya que abres la puta boca, expláyate un poco con el tema y comenta por qué crees eso, hazañas importante del señor o a qué lado cargaba, pero dí algo más de utilidad.

En saber y ganar, el otro día dijeron que ése era su pseudónimo, lo cual significaba algo tipo "Soy la ostia, nenes" ¿Alguien sabe qué era exactamente?
 
midgär rebuznó:
rusas-macizas rebuznó:
el mayor genio militar de todos los tiempos, muy por encima de napoleón, de alejandro magno, de julio césar, es GENGHIS KHAN...ese tío era la bomba

Merluzillo, ya que abres la puta boca, expláyate un poco con el tema y comenta por qué crees eso, hazañas importante del señor o a qué lado cargaba, pero dí algo más de utilidad.

En saber y ganar, el otro día dijeron que ése era su pseudónimo, lo cual significaba algo tipo "Soy la ostia, nenes" ¿Alguien sabe qué era exactamente?

Es el más grande porque NADIE JAMÁS logró conquistar China, Rusia, Mongolia, llegar hasta Egipto, etc...de hecho.....se comenta que iba descubriendo mundo mientras conquistaba.....sus ejércitos no se desplazaban en kilómetros, SINO EN LATITUDES TERRESTRES......fue el puto amo......
 
En la reconquista después de las batallas de Las Navas de Tolosa y El Salado todo el pescado ya estaba vendido. Se sabía que los moros terminarían en la puta calle. Si hubiera habido un claro interés en zanjar el tema en los reinos cristianos, en el siglo XIV ya no hubiera quedado un puto moro en Hispania, pero por otros intereses más obscuros la cosa se demoró dos siglos más

oscuros o demograficos...si la reconquista se hubiese hecho solo al ritmo militar, hoy la mitad de la población serian moros de siempre...y la otra mitad moros recien llegados :twisted:
 
Sobre juegos cabe destacar la saga Sudden Strike, no sé si alguno la conoceis pero está de puta madre.
 
rusas-macizas rebuznó:
el mayor genio militar de todos los tiempos, muy por encima de napoleón, de alejandro magno, de julio césar, es GENGHIS KHAN...ese tío era la bomba

Prefiero Tamerlán. Hoy en día, todavía sigue existiendo el barrio de Madrid, en Samarkanda, al lado del Registán. Y todo ello por culpa de un señor que se hizo los orientes después de Marco Polo. Y era de Medina del Campo, con dos cojones.

Unificó a las tribus tártaras y echó a los Mongoles de la mayor parte de la herencia de Genghis, y la llevó más lejos, al sur y al este.

Tamerlán es la deformación de su apodo. Se llamaba Temur el cojo, por una herida de niño. Desde Samarkanda conquistó desde el Volga hasta la India, allá por finales del siglo XIV.

Entre sus hazañas está la de haber sido el último en haber jodido del todo Babilonia.

El hombre éste tenía la curiosa costumbre de degollar a toda la gente que habitaba las ciudades conquistadas, exceptos a los miembros de aquellos gremios que hacían esa ciudad famosa. O sea, llegaba a un sitio famoso por sus plateros, pasaba a cuchillo a todos excepto aquéllos y a éstos se los llevaba a su capital y fundaba un barrio de comerciantes. Su fin evidentemente era engrandecer lo suyo y joder lo de los demás. Era un megalómano de cojones, además de uno de los más grandes sádicos de la historia.

¿Cómo cojones llegó un castellano hasta allí? Estamos hablando de un señor llamado Ruy González de Clavijo, emviado por el Trastámara Enrique II de Castilla para ampliar las miradas de Castilla hacia el oriente, en tiempos en los que Aragón cerraba completamente el paso. Después de hacer todas las paradas que el itinerario exige (Roma, Costantinopla, Jerusalén...) llegó a Persia, donde estableció embajada. A la vuelta escribió sus relatos con el nombre de "Historia del Gran Tamerlan e Itinerario y Narración del Viaje" Enrique tenía su corte en Madrid, así que Madrid es el nombre del barrio de las Embajadas y de los extranjeros de Samarkanda. Otros barrios son Babilonia, Bagdad, Damasco...

Gracias a él, entre otros, se consiguió la alianza cristiana que consiguió que la vieja Bizancio durase 50 años más. Después de la gran cagada de Nicópolis en 1396, donde Bayaceto se cargó todo lo que de cristiano quedaba en los Balcanes, la única esperanza de la cristiandad fue este cabrón, que era más animal que los turcos. Bayaceto I a primeros del XV conquistó toda Asia menor, Bulgaria y Bosnia, y se dirigió a las murallas de Constantinopla. Allí le vinieron a contar que un enorme ejército tártaro/mongol había conquistado la India y Mesopotamia, luego Siria, el Cáucaso y el sur de Rusia, y que le tocaba a él. Levantó el asedio y en 1402 se lo encontró en Ankara (o Angora). Bayaceto murió en prisión y de su ejército y de su imperio no quedó nada. Sólo Taifas dependientes de Tamerlán. Sólo resistió la parte europea, quizás no ayudada por los europeos ante el acojone. Si había palos, que se los llevasen los búlgaros.

Para dar una anécdota acerca de la megalomanía del paisano, se cuenta que mandó al mejor arquitecto del momento hacerle su peazo palacio (o la mezquita, ahora no me acuerdo). Le dijo que era el cabrón más grande y el que más dinero tenía, así que no reparó en gastos. Este arquitecto estaba terminando su labor fantástica cuando volvió Tamur de una de sus correrías para ver qué tal iban las obras. Éstas. en verdad estaban prácticamente concluidas. Tamerlán recorrío el palacio y lo vió desde fuera. Lo que le interesaba era que la gente se asombrase de su tamaño. Le gustó lo que vió y le dijo al arquitecto que muy bien, pero que le parecía que iba un poco retrasado, ya que lo quería para dentro de exactamente un mes (no habían hablado de plazos) y todavía era muy pequeño. Los sudores fríos recorrieron la frente del arquitecto. Sólo se le ocurrió añadir al edificio lo que ahora llamaríamos "una gran peineta" decorada, lo que le hacía muy aparente y sobre todo muy hortera. A Tamerlán le encantó, y desde entonces toda la arquitectura de la zona es así.



Obsérvese que al edificio le sobra, directamente, la enorme parte superior de la puerta.
 
midgär rebuznó:
rusas-macizas rebuznó:
el mayor genio militar de todos los tiempos, muy por encima de napoleón, de alejandro magno, de julio césar, es GENGHIS KHAN...ese tío era la bomba

Merluzillo, ya que abres la puta boca, expláyate un poco con el tema y comenta por qué crees eso, hazañas importante del señor o a qué lado cargaba, pero dí algo más de utilidad.

En saber y ganar, el otro día dijeron que ése era su pseudónimo, lo cual significaba algo tipo "Soy la ostia, nenes" ¿Alguien sabe qué era exactamente?

Genghis significa "el gran" y Khan (en castellano se pronuncia y se escribe "Jan", hijos de puta) era el nombre que recibían los caudillos mongoles que dirigían una tribu y que de vez en cuando como máximo llegaban a juntar dos o tres.

Lo increíble de Genghis Jan es que creó el ejército con mayor movilidad desde las legiones romanas y hasta la invención del ferrocarril y sobre todo que conquistó casi todo el mundo en la vida de una sola persona, incluyendo el imperio más grande y más avanzado tecnológicamente del momento (China) y uno de los más ricos (Persia), partiendo de una tribu que vivía en tiendas de campaña cutres. Si Genghis Jan no hubiera muerto los mongoles habrían entrado en Europa y llegado hasta Cádiz.

El problema de invadir tan rápido es que al morir se empezó a desmoronar todo. Suele ocurrir si has pasado a cuchillo al 70% de la población que has ido conquistando a lo largo de varios continentes, te guardan cierto rencor... es posible que con la televisión los hubieran mantenido contentos pero eran otros tiempos.
 
Cierto, sus generales aplastaron a los rusos y a sus aliados en el río Kalka. Pero después se replagaron hacia el este.
 
Es posible que ya lo haya mencionado en este hilo, no lo recuerdo, pero os recomiendo que leáis las memorias de Baber (o Babur), primer emperador mogol de la India. Todo un caballero turco.

Descendiente de Tamerlán por parte de padre y de Gengis por parte de madre. Reunió en su persona lo mejor de cada sangre. No obstante, no fue tan sanguinario como sus ancestros, fue un gran guerrero y un gran príncipe protector de las artes.

Conquistó el Afganistán y buena parte de la India.
 
Una batalla del Gran Capitán:

La Toma de la Isla de Cefalonia en el año 1500:


Posesión veneciana desde muy antiguo, Cefalonia llevaba unos años en manos turcas. Un poco más extensa que Corfú, alternaba en su litoral largas playas y blancos acantilados calizos, que daban albergue a nutridas colonias de aves marinas. El interior era rocoso y abrupto. La fortaleza de San Jorge, alzada sobre un promontorio cercano al mar, señoreaba en toda la isla. Bajo su atenta mirada, en una honda ensenada de más de quince kilómetros de longitud, situada entre los pueblos de Angostolion, la actual capital, y Lixuri, se amparó del temporal a principios de noviembre la mayor parte de la flota cristiana. El resto se repartió por la isla, utilizando preferentemente las amplias calas del norte y el este. Muy posiblemente algún contingente se trasladaría a la cercana Ítaca.

Custodiaba la isla una orta de 700 jenízaros al mando del enérgico capitán Gisdar, un albanés pagado por Constantinopla. Ya sabía esta guarnición de combates y asedios, pues durante cuatro meses los venecianos la habían cercado sin éxito.

Como primera medida, el Gran Capitán recurrió a la negociación, por si era posible evitar una confrontación armada, y si no, sonsacar el estado de ánimo de los defensores y su disposición ante un nuevo asedio. Para ello acudieron a la fortaleza dos mensajeros, el español Gómez de Solís y el veneciano Pucio. Buenos oradores, instaron a Gisdar a entregar la ciudadela, recordándole que tenía enfrente a los vencedores de los moros de Granada y de la poderosa Francia. No se hablandó el albanés por palabras tan escogidas. Experimentado, buen conocedor de la guerra y de todo lo acontecido en Italia y otros lugares, contestó que sabía de la valentía de los españoles y de su Gran Capitán, pero no pactaba y, además, podían estar bien seguros de que, si Alah no les concedía la victoria, ni a él ni a sus hombres podían cogerlos con vida. Como gesto de caballerosidad y al mismo tiempo de arrogancia, regaló al Gran Capitán dos bandejas de oro. En una de ellas iba un fuerte arco, en la otra un rico carcaj repleto de flechas. Así de cortas fueron las negociaciones. El regalo no dejaba dudas sobre las intenciones de los turcos, que preferían el sacrificio a manos de los cristianos antes que presentarse delante del sultán como cobardes, pues sabían que poco les duraría entonces la cabeza sobre los hombros.

A simple vista se veía lo inaccesible del castillo. Sus altos y gruesos muros coronaban una atalaya de pura roca a la que se dirigía un único camino fácil de defender. Por el lado contrario, el mar ceñía los acantilados donde se asentaba la fortaleza y era su mejor centinela. Muchísima dificultades encontraron los artilleros para emplazar sus ingenios por lo empinado del pedregoso terreno, que se resistía a cualquier preparación. Frente a la puerta principal del castillo se alzaba un pequeño montículo con algo de tierra que de piedras. Allí colocaron varios cañones, pero no todos los que hubieran querido, por lo reducido del lugar. Sobre él quedó también ubicada, detrás de la artillería, la tienda del general español y las de los jefes venecianos.

Muy próxima al enemigo se preparó una trinchera aprovechando los accidentes del terreno. Los capitanes Villalba y Pizarro se instalaron en ella con 600 peones y muchos arcabuces. A la derecha de la batería del montículo, pero más adelantados, Diego de Mendoza y Pedro de Paz con 200 hombres de armas como infantería pesada y 200 jientes acompañados de 1.500 infantes. Una gran torre, a la que llamaron del espolón, se llevó ella sola 100 caballeros, 100 jinetes y 1.000 soldados de a pie mandados por el comendador Mendoza y Pedro de Hoces. Rodeando la fortaleza hasta el lado de los precipicios que daban al mar se repartieron 1.500 hombres. Por toda la isla destacamentos y patrullas. La flota aliada permanecía alerta ante una posible tentativa enemiga de recuperar la isla, que no llegó a ocurrir.

Fueron los basiliscos venecianos los primeros en escupir sus pesadas pelotas de hierro fundido contra las recias murallas del castillo de San Jorge. Las bombardas españolas no tardaron en acompasar con su estruendo la infernal orquesta. El castigo fue tremendo, pero no el adecuado para aquella obra defensiva tan bien construida y mejor situada, que sumaba a su pasiva resistencia la tenacidad de los guardianes. Inmejorables aliados tuvieron los turcos en los pedregales y pendientes que circundaban la fortaleza. La falta de un suelo estable imposilitaba el uso eficaz de la artillería. Por ello, se recurrió a las minas, que realizaron con éxito Micer Antonello y Pedro Navarro, el cautivo liberado por el Gran Capitán en Sicilia. Con los cimientos socavados, un lienzo de muralla se derrumbó con gran estrépito. Lazando su grito de guerra: ¡Santiago y Cierra España!, los de Iberia se abalanzaron decididamente al asalto. Con ellos iba su capitán general, espada y rodela en mano, dando ejemplo como un alférez más. Conforme avanzaban, se disipó la polvareda y apareció detrás de los escombros del derribo un muro de ocasión que los jenízaros habían levantado previamente al localizar la mina. Así y todo prosiguió el ataque, empleándose escaleras para subir a lo alto y entablar una cruda pelea cuerpo a cuerpo. Hubo valentía por ambas partes, pero la porfía de los turcos, que parecían pegados a sus defensas, rechazó el ataque.

La ferocidad de los jenízaros era legendaria. Consumados arqueros, disparaban lluvias de flechas, algunas de las cuales eran incendiarias y otras portaban veneno. Una de ellas acertó al capitán Sancho Velasco, quien al poco murió a causa de la dolorosa herida. También se fue al cielo un aventurero húngaro de noble cuna que peleó como una fiera. Los defensores arrojaban piedras que aplastaron muchos cascos y escudos. Derramaban aceite hirviendo que provocaba horrorosas quemaduras, que muy fácilmente se infectaban. Empleaban unos garfios, llamados lobos por los españoles, con los cuales prendía a los asaltantes desprevenidos que se arrimaban al pie de las murallas y los izaban a gran altura para luego soltarlos y que se estrellaran contra las rocas. Uno de estos lobos capturó al capitán García de Paredes. Vieron los otomados que se protegía con una buena amardura y lo subieron para quitársela y pedir rescate por él. Pero con descomunal esfuerzo, el extremeño logró zafarse y manejando la espada con sorprendente destreza dejó fuera de combate a varios de sus enemigos. Los demás, desconcertados por hallar tanta energía en quien creían abatido, dudaron de sus propias fuerzas y concertaron con él un trato de no agresión si, a cambio, esperaba el rescate encerrado en una celda. No tenía García de Paredes mucho en donde elegir, así que aceptó las condiciones que le exigieron sus captores.

Los turcos no eran enemigos de fiar ni copados como estaban. No conformes con esperar los asaltos para ir quebrando enemigo, intentaron varias salidas nocturnas para destruir los cañones e infligir graves destrozos en el campamento de los cristianos. El fuego de arcabucería, bien dirigido desde las trincheras españolas, evito el desastre y les hizo desistir tras sufrir cuantiosas bajas. Mas no se desanimaron por ello. Obstinadamente, cabaron un túnel subterráneo que desde el interior de la fortaleza atravesaba la tierra de nadie en dirección al montículo de las bombardas, donde se alzaba la tienda del Gran Capitán. Ese era el lugar elegido para acumular en una gran bóveda barriles de pólvora con los que hacer saltar por los aires el punto más fuerte del dispositivo del asedio. La leyenda cuenta que tuvo un sueño D.Gonzalo en el que vio el túnel. Fuera el sueño o la continua vigilancia een que se mantenía el campamento español, lo cierto es que se detectó la mina y se atajó con su correspondiente contramina, que convenció a los jenízaros de lo vano de sus intentos.

Sigueron días de continuos forcejeos que a ninguna parte llevaron. Después de varios ataques infructuosos de los españoles lo intentaron los venecianos. Por Venecia se luchaba y por ella 2.000 de sus hijos acometieron contra la fortaleza confiados en recuperar la plaza. Combatieron bravamente, pero la firmeza de los turcos les obligó a retirarse dejando en el empeño a numerosos de los suyos. Muy desilusinados, dejaron que sus aliados volvieron a llevar el peso de las acciones.

La obstinada resistencia de los turcos, unida a la inclemencia del tiempo, la humedad salitrosa del mar y a la aspereza del terreno endureció la vida en la isla. Enfermos y heridos, muchos de ellos incurables, ee acumulaban en lugares pestilentes donde la falta de higiene aumentaba sus males. Hacía tiempo que se había agotado la harina para hacer gachas, pan y bizcochos, el alimento básico de la tropa. La dieta se limitó a raquíticas raciones de legumbres secas y carne de caballo y burro mal condimentada, pues de cabras y corderos ya se había dado cuenta hacía tiempo. Los soldados recolectaban por el campo tubérculos, raíces y cualquier hierba que no los matara. La miseria aumentaba con los días.

Un hecho, atribuido por muchos a un milagro, apaciguó las penas de los expedicionarios. Un barco merante naufragó cerca de la costa y casi todo su cargamento, consistente en castañas y avellanas procedentes de Alejandría, llegó a la orila arrastrado por la marea. Estos frutos aliviaron los estómagos descontentos hasta que, semanas más tarde, volvieron las naves enviadas a Sicilia y la Calabria.

Con el estomago vacío o lleno, la estancia en aquella isla apartada y arisca, tan cercana a la bases turcas de Grecia y los Balcanes, no se podía mantener indefinidamente. Por ello se tomó la resolución de dar un asalto definitivo, que acabara con los turcos y con aquella situación lamentable que amenazaba a desastre.

Bombardas y basiliscos de bronce castigaron a conciencia las fortificaciones durante días, en postrer intento por doblegar la resistencia de las gruesas paredes. Además, Pedro Navarro preparó minas explosivas para secundar a los artilleros en la demolición de lienzos y torreones. Frente a la impotente torre del espolón formaron los vizcaínos con su jefe Lazcano. La noche previa al asalto pocos durmieron. Los aliados por últimar los preparativos y por la tensión de saber lo que ocurriría el día siguiente. A los defensores no les dejaron dormir. Las bombardas y un nutrido fuego de arcabucería, bien dirigido por mosen Hoces, batieron las murallas manteniendo en continua vela a los turcos por temor a un ataque nocturno. Muertos de sueño vieron amanecer.

La mañana siguiente se presentó desapacible. Muy temprano, antes de dar la batalla, Gonzalo Fernández de Córdoba arengó enérgicamente a sus tropas, provocándolas con el recuerdo de sus hazañas. Enardecidos por las palabras de su capitán, que las traían a la memoria tan sonadas victorias, los veteranos, lanzando su grito de guerra, cargaron con renovada furia contra la fortaleza como si de combate a campo abierto de tratara. Entre ellos, como uno más, el Gran Capitán, dispuesto a compartir el riesgo con sus hombres. Dirigieron todo su esfuerzo contra un muro de ocasión que parecía más flojo que los demás. Apoyaron las escalas en las paredes y treparon como gatos, cubriéndose la cabeza con las rodelas para no caer víctimas de la lluvia de piedras y flechas que los turcos les dedicaban. Uno de los primeros en subir fue el capitán Martín Gómez que, con desprecio de las heridas que le mortificaban, contuvo a los jenízaros con gran valentía, permitiendo con ellos que los que le seguían subieran al camino de ronda de la muralla con el menor daño posible. Así y todo las rocas que circundaban el castillo estaban sembradas de cadáveres ensangrentados y heridos que gemían de dolor.

Cada vez eran más los hombres acumulados en lo alto de la murralla. El ruido de los aceros y los gritos se mezclaban en frenética confusión, Cada uno peleaba por su vida sin acordarse de bandera ni rey. El valor, el coraje y la temeridad empujaban a los españoles en aquel angosto lugar. Pero nada ni nadie parecía poder torcer la férrea voluntad de los guerreros otomanos, que resistían como rocas las acometidas más feroces.

En otro punto distante del castillo se desarrollaba idéntica pelea, para de este modo dividir y mermar la eficacia de las flechas y los alfanjes turcos. Informado Gonzalo Fernández de lo reñido de los combates, ordenó traer un puente de madera que había sido construido para la ocasión la noche anterior. Lo colocaron rápidamente contra uno de los muros reparados y por él pasaron en tromba varias capitanías de reserva, que esperaban el momento de intervenir. La sorpresa del plan tuvo éxito y cogió desprevnido al enemigo, que muy poca resistencia ofreció en aquel lugar. A continuación, los soldados se desperdigaron por el interior de la fortaleza luchando con despiadado coraje, deseosos de rendir a los turcos. Los heridos estorbaban a los muchos que empujaban desde atrás con ánimos de querer pelear en la primera fila. Los capitanes, celosos unos de otros, alardeaban delante de sus hombres y no dejaban que nadie les igualase en bravura y arrojo. García de Paredes, haciendo uso de su gran fuerza, abrió a porrazos la puerta de la celda donde sus captores lo tenía prisionero y acudió raudo a unirse a la batalla, que no iba a dejar que terminara sin él. Furioso por el deshonor de su encierro, la pagó con los desafortunados enemigos que encontró en su camino. El Gran Capitán, olvidándose del rango que ocupaba y repartiendo estocadas a cuantos otomanos le salían al paso, se perdió en la refriega como uno más. Los soldados, al ver a su general entregado a la bélica tarea sin que el brazo le desmayara, tomaron ejemplo y redoblaron sus esfuerzos, no queriendo ser menos que él.

El castillo de San Jorge temblaba hasta sus cimientos como sacudido por un terremoto. El clamor de la batalla sobrepasaba los límtes de sus muros. Olía a sangre, a sudor y a humo; a madera quemada y a degollina. Acorralado, Gisdar se retiró con los hombres que aún se matenían en pie hacia el interior del reducto, desde el cual, imaginaba, poder conseguir alguna ventaja. Pero los españoles habían sufrido mucho y les hervía la sangre. Pasando por alto de los muertos embistieron a los últimos jenízaros, que les esperaron a pie firme como si el asedio acaba de empezar. Se trabó dura pelea, esta vez con un claro vencedor. No hubo clemencia ni nadie la pidió. Era el momento de terminar con todo aquello. El albanés, como buen soldado, supo estar a la altura de las circunstancias. No lo cogieron vivo. Murió como predijo, atravesado a cuchilladas y arcabucazos en medio de los cadáveres de sus fieros guerreros, para los que se día se abrieron de par en par las puertas del paraíso.

Sin nadie a quien matar, se calmaron los ánimos y volvieron a ser personas. En la más alta de las torres se izaron tres banderas: la de los reyes de España, la del de San Marcos por Venecia y otra con una cruz, para que se viera desde bien lejos a quien pertenecía la fortaleza y toda la isla de Cefalonia.

Se recogieron los heridos y se contaron alrededor de un centenar de bajas propias. Los turcos no tuvieron heridos, sólo 700 muertos, toda la guarnición. Era la nochebuena del año 1500. El día de Navidad se celebró una solemne misa de acción de gracias en el patio de armas del castillo de San Jorge. De esta manera se puso final a la que el Gran Capitán calificó como la más brava batalla que jamás vió ni oyó.

Fuente: "El Gran Capitán. Campañas del Duque de Terranova y Santángelo". Antonio L. Martín Gómez. Editorial Almena.

Un saludo
 
nabokov rebuznó:
buen libro, ese lo tengo yo.

En general los libros de la editorial Almena son buenos. Lo unico que lamento son los mapas, generalmente pocos y con una calidad que ni de lejos se puede comparar con los libros de Osprey.
 
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