Vamos a ver, claro que hacer la mili, y en la forma que estaba pensada y organizada en este país, era una pérdida de tiempo infame. Además para un varón, te partía en medio de tu inserción a la vida laboral, fuera cuando fueras llamado a filas.
Ahora, eso no quita que haya vivido momentos lolescos cumbres, situaciones kafkianas, y otras serie de vivencias que quieras o no te han enriquecido tu experiencia vital y mola recordarlas.
Yo por de pronto, la camadería entre compañeros dada en aquella situación no la he vuelto a ver, ni la veré. Allí, que cada uno era de su padre y su madre, al final nos ayudábamos entre sí, y se hacía todo en comandilla. Había la salvedad de algún gilipollas o asocial, pero los demás como hermanos.
Nunca se me olvidará un tal Pascual, de un pueblo de León, bruto no, lo siguiente, con dedos como pollas de lexington steel, forjado en las labores más duras de la labranza y cuidado del ganado, verle llorar como un condenado el último día que salíamos antes de ser flechas, justamente al día siguiente. Y el tío dentro de su sencillez, y por supuesto ninguna doblez, te decía: Yo nunca lloré por nada, pero es que estos meses os habéis convertido en mi familia y he vivido cosas que jamás olvidaré.
El tío, que obviamente no había salido de su pueblo en la vida, sal principio se quedaba en el cuartel incluso los fines de semana, porque además era pobre a rabiar y no podía pagarse autobuses todos los findes. Viendo esto y que además el tío era una persona impresionante, no falto de carácter, pero que ayudaba al que se lo requería, empezamos a llevarnóslo el fin de semana a casa de cada uno, que seríamos, 10 o 12, los más allegados, y salir por ahí de copas.
A ese hombre le ví disfrutar y pasárselo como nunca se lo había pasado en su vida, le oí las carcajadas más sonoras y contagiosas que haya oído, y comerse un cocido madrileño que preparó mi madre como si hubiera estado días sin comer. Al final, por inútil que fuera la mili, que lo era, la pérdida de tiempo que suponía, terrible, hay vivencias y experiencias que son oro puro, y te enriquecen en tu devenir personal.
Ahora que me mandarán la labor de vigilar un polvorín en la Marañosa y casi arme la de San Quintin, es otra historia.