Lástima que este tema se haya convertido en una sucesión de troleos baratos y dispersiones sin interés, porque tomándolo en serio la cosa daría jugo.
El estereotipo negativo del gallego viene del Siglo de Oro, cuando una serie de grandes escritores hicieron suyos los prejuicios populares acerca de los gallegos emigrados a la meseta, de origen humilde y hablando un idioma que no era el suyo (Galicia era entonces monolingüe en gallego). En mi biblioteca hay un libro dedicado a ello del que pueden extraerse jugosas referencias de las comedias de Lope de Vega, de los versos de Quevedo o de textos de Cervantes que dejarían pequeño el odio a los maquetos de Sabino Arana y similares, algo de lo que jamás se habla cuando se nos quiere vender la cultura mesetaria como abierta, integradora, universal y tolerante frente a las malignas y excluyentes lenguas periféricas. Si alguien lo pone en duda, podría postear docenas de textos que lo confirman.
En nuestros días la cosa ha cambiado: los gallegos caemos más o menos simpáticos, somos un popular destino turístico con buena gastronomía y excelentes vinos, dejamos que nos gobiernen los delincuentes del PP (espero que las Mareas cambien un poco esto) y no damos mucho la matraca con nuestro idioma. Pero aunque ya no despertamos ese desprecio feroz de antaño, seguimos siendo una especie de hermano pobre, especialmente si nos comparamos con los otros periféricos. Si nos fijamos en cualquier serie televisiva o película en la que aparezcamos, nuestro idioma simula una especie de dislexia (el Manquiña de "Airbag" es un buen ejemplo) o un dialecto rural hablado con una entonación chirriante por personajes ridículos de baja estofa (creo que en "Ocho apellidos catalanes" hay un ejemplo muy bueno), cuando no está simplemente ausente (Recuerdo la mofa que despertó en Galicia una adaptación a la TV de "Los gozos y las sombras" en la que los personajes rurales hablaban un perfecto castellano con tiempos compuestos, que aquí no se usan ni en castellano). Por no hablar de esas cadenas televisivas que ponen subtítulos a las declaraciones de políticos catalanes, perfectamente entendibles para un castellanoparlante pero no a la de los gallegos. Y siguiendo con el malestar que he podido percibir en muchos mesetarios de visita cuando se han encontrado nuestro idioma en una misa, una obra teatral, en los rótulos de un museo o en una simple conversación entre particulares, como si les molestase la dignificación del gallego cuando se va más allá del tópico paleto en el que nos tienen encasillados.
Porque habría que definir lo que es un paleto. Dice Manuel Rivas que Galicia es uno de los pocos sitios en los que el pueblo llano es más cosmopolita que la burguesía supuestamente culta, y gran parte de ello se debe a la emigración. Es decir, que aquí mucha gente humilde ha viajado, trabajado fuera y tiene un gran bagaje idiomático y de experiencias. A más de un pijo urbanícola le he visto fruncir el gesto cuando un taxista o dueño de taberna les ha echado una mano para entenderse con un guiri hablante de alemán, inglés, francés o italiano, o para traducirles un documento cualquiera. Si hablas con un urbanícola vigués o coruñés de clase media, probablemente te encuentres los mismos trillados temas que hablando con un vallisoletano: coches, fútbol y Star Wars. Pero si lo haces en otros ambientes, puedes encontrate fascinantes historias sobre temporales en Terranova, sobre las minas de oro sudafricanas, navegaciones por el río Congo comparables a las de Conrad o sobre la vida en el interior de la Australia profunda. Y en donde yo vivo, cualquier agricultor que no haya salido de su aldea que lleva elaborando Albariño de su cosecha con una tradición de muchas generaciones podría sacarle los colores a un enólogo de salón que venga exhiendo su pedantería, algo que no hará jamás, pues la gente más interesante suele ser también la más humilde y nuca tratará a un foráneo listillo con la prepotencia que él recibiría en reciprocidad fuera de su ambiente.
Como conozco perfectamente la calidad de la tierra que habito, cualquier intento de estereotiparla en negativo me mueve a la risa más incontenible. Si alguien quiere considerarnos un terruño cutre de gentes con boina a rosca que hablan de forma ridícula, me parece perfecto: esas personas no suelen ser las más cultas, ni las más pudientes. Muchos son los típicos muertos de hambre que son racistas y odian a los emigrantes porque no tienen a nadie más por debajo, en palabras del gran Castelao son "o home que comprou un can para ter en quen mandar". Por mi parte, en cada paseo por un rincón remoto de mi tierra encuentro una joya en forma de iglesia románica, pazo barroco, galería modernista o castro preromano. En mi idioma he entendido y me he hecho entender en grandes urbes como Río o Sao Paulo, en las profundidades de la Amazonía, en mis charlas con los pescadores de Cabo Verde o en unas vacaciones en Madeira. En el he leído sin necesidad de traducicón a Eça de Queiroz, Camoens, Castelo Branco, Jorge Amado, Guimaraes Rosa y tantos otros. Encuentro una historia fascinante en muchos interlocutores casuales y una bodega para solazarme en cada esquina, y tengo más de 100 playas con bandera azul a menos de una hora de mi casa. Sigan con su odio, a mí no me importuna en absoluto.