Putostristes in the patio

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21 May 2018
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Contad algo sobre esto.
¿Erais el rarito? ¿Fumabais a escondidas en el patio a hurtadillas de los profesores? Yo tengo algo que contar sobre esto.
Año 1982,un chaval que estaba supertrillado,por lo visto tenia un problema muy gordo y era el jodidisimo raro pero de cojones,un tio que nunca hablaba en las clases y iba solo en el patio (bajito,pero no obeso) como me imagino al forero de por aqui,bueno pues el tío se dedicaba a dar vueltas al patio con su bocadillo y zumo mientras se lo comia imaginaros al tio recorriendo en media hora el patio entero por la parte pegada a la pared :121turbo: algunas veces nos dedicabamos a cronometrarlo y demás.
Ah si,y cuando un autista literal se cago en un lavabo cuando había un retrete a dos metros :trump:
 
Es que me quitabais el bocadillo y el zumo y por eso tenía que escapar de vosotros. Erais unos ogros y me hacíais mucho daño moralmente. De hecho, fíjate dónde he acabado.
 
¿Qué clase de bocadillo comías en el recreo?

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Yo de pequeño en el recreo me llevaba arroz con pollo y para beber: albóndigas.
Así estoy ahora; calvo perdido
 
En el patio del colegio, aparte de cabezón y similares, me apodaban el Magistrao, porque iba con gafas, la raya a un lao, una trenca, unas Reebook the Pump y un maletín de plástico con una foto del loop de una montaña rusa pegada con Pritt. La foto, no la montaña.

Un poco más subnormal y no nazco.

Yo de pequeño en el recreo me llevaba arroz con pollo

images

Approves.
 
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El Durum en Suecia y la flecha indicando como ha viajado el Kebab de Oriente a Alemania :lol:
 
Yo llevaba el bocadillo más paupérrimo del colegio, como la nocilla era muy cara y duraba poco, el bocata placebo que me daban era de mantequilla con cola cao espolvoreado por encima.

Muy triste, muy triste ahí haciéndote creer que eso era un buen sustituto de una crema de chocolate y avellana, y la realidad es que al segundo bocado querías tirar esa puta mierda que no se comían ni los perros
 
Última edición:
Yo hubo un curso, uno de mis "Momentos más oscuros" que me tocarían visitar, en el que simulaba jugar al fúrgol en uno de los múltiples partidos que se jugaban en cada cancha, por aquello de que no me vieran solo y desgraciao.

Estuve así un tiempo hasta que una vez un compi de clase me dijo: "Te vi el otro día en uno de los campos... estabas solo ¿no? :face:

Me morí de la vergu y ya no lo hice más. A mitad de curso, por azares del destino, me juntaron con los malotes, lo que se sumó a que ese curso lo suspendía todo y todo, y mi estatus subió lo suficiente como para salir de los 3 o 4 marginados que había en clase. Éxito.
 
En el patio del colegio, aparte de cabezón y similares, me apodaban el Magistrao, porque iba con gafas, la raya a un lao, una trenca, unas Reebook the Pump y un maletín de plástico con una foto del loop de una montaña rusa pegada con Pritt. La foto, no la montaña.

Un poco más subnormal y no nazco.



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Approves.
Nah, ya conté que mi puta madre me ponía para el recreo un bocata de membrillo que hacía ella misma y tofu.
-14 en carisma y +2 millones en marginalidad.
 
Nunca he sido un lider, siempre me ha gustado la tranquilidad y pasar desapercibido. En mis primeros años en el colegio adquirí algo de fama, gracias a las peleas de patio. Los mayores nos echaban a pelear, y siempre había algún pequeño que iba subiendo en el ranking, yo era de los mas bajitos y con cara de niño bueno, así que cuando empece a ganar peleas, otros niños en busca de fama iban a buscarme las cosquillas confiados en su corpulencia, y salían derrotados, pero era muy inocentón, no recuerdo haber hostíado a otro, siemplemente los tiraba al suelo o algún puñetazo en el estomago.

Ya con 9 o 10 años o cosa así, los niños empezaban a pasar de los mas mayores, y no entraban al trapo, así que ya pasé a desapercibido, un niño tardío en todo, en crecimiento y en viveza, vamos que no era precisamente espabilao, nunca lo he sido. Nada que destacar.

Lo de los bocadillos, recuerdo a los pedigüeños los fosquitos y panteras, y aquellos bocadillos asquerosos que llevaban algunos mezcla de no se que con azucar, sucedaneos de algo dulce que parecía mierda. Y sobre todo los quioscos que montaban los conserjes tras la ventana de la cantina, parecía el salto la verja del rosio, todos los niños encaramados a los barrotes de la ventana para comprar.
Había 3 posibilidades; esperar tu turno a base de empujones, ir al colegio de al lado (eran 2 colegios pegados) o ir al instituto de al lado atravesando las verjas, esta última posibilidad era un riesgo ya que los del instituto solían hacer un pasillo donde te apaleaban si ibas a su cantina.
La mejor era ir comprar al colegio de al lado, donde los mas que te podía pasar es que alguno te retase por colarte en su territorio. Colarte en el colegio de al lado también era una práctica habitual para huir cuando hacías alguna maldad y los profesores te buscaban. Era como cruzar la frontera con México, lo que ocurría en el patio solía quedar ahí, salvo casos muy graves, los delitos prescribían y no te iban a buscar luego a clase.

Con los años lo de las peleas fue subiendo de nivel, llegaron generaciones con mas maldad, yo ya estaba a lo mio. Ya venían del colegio de al lado, el mas malote de un lado contra el mas malote del otro, luego de otros colegios , incluso gitanos. Había roturas de costilla y peleas malsanas. No eran aquellas peleas de pequeños cabezones, ahora eran de repetidores con pelos en los huevos.

Lo del instituto ya fue otra historia, me mandaron para otro sitio donde no conocía nadie, no me adapte y encima con 14 años parecía que tenía 10 y la gente me preguntaba si estaba en bachiller sorprendidos. No fueron buenos tiempos los primeros años en aquel instituto.
 
Yo llevaba el bocadillo más paupérrimo del colegio, como la nocilla era muy cara y duraba poco, el bocata placebo que me daban era de mantequilla con cola cao espolvoreado por encima.

Muy triste, muy triste ahí haciéndote creer que eso era un buen sustituto de una crema de chocolate y avellana, y la realidad es que al segundo bocado querías tirar esa puta mierda que no se comían ni los perros
Tu padre era Papá Piquillo?
 
Ni mis compas ni yo llevábamos bocata, eso era de gordos que no podían estar cinco horas sin comer.

Este hilo es peor que el que abrió el otro trolaso para contar de dónde proviene el nick de cada uno.
 
También recuerdo eso, esa puta asquerosidad de la mantequillas con cola cao o algo peor espolvoreado por encima, que puta asquerosidad, que cutre coño, era algo muy habitual en aquella época, que hijos de puta hay que ser para darles eso a un hijo. La verdad que la relación padre-hijo ha cambiado mucho de esa época a estos tiempos.

También ha cambiado mucho la relación con las ninfulas, aquella separación niños y niñas, era de mariquita jugar con ellas, de hecho era una realidad, los que jugaban con ellas luego salieron bastante truchos. Luego empezaban a llegar las mocedad, y los mas espabilaos empezaban a entablar relación amistosa y de palique basura con las niñas que empezaban a florecer, entre esos no estaba yo obviamente, yo no hubiera sabido hablar una moza, ni que decirle, ni tenía necesidad.

Ahora te ves a niños y niñas juntos, como algo natural, corriendo con mallitas, ellas marcando rajita y ellos marcando un pequeño apendice, tan normal felices corriendo como gacelillas.
 
No, si ahora va a venir todo el mundo a contar su vida.

Recuerdo la vez que tuve que cruzar la frontera, con el colegio del al lado. Si algo había en aquella época en el colegio era pedralla. En un momento dado pille una piedra plana, mi intención era hacerla votar un poco pero contra suelo de cemento, como cuando se hacen saltar en el agua y darle en los pies a uno de mi clase. Debió rebotar, mucho porque el objetivo resulto abatido con las manos rascándose la cabeza llorando tirado en el suelo. No era una piedra muy grande, ni siquiera le hice una brecha.

Lo malo es que la madre era profesora y le tocaba guardia en ese recreo. Así que cuando llegó la madre a pedirle explicaciones a los que estaban con él, decidieron culparme de lo acontecido. La mujer con su hijo de la mano dio varias vueltas, así que no pude mas con la presión y huí al colegio de al lado, incomodo con las miradas furtivas de los niños del otro patio.
 
A mi un niño me tiró contra una farola y me salió un chichón en la frente como los de los dibujos animados, una niña me persiguió para apretarme los cojones y yo, huyendo de ella, me caí y me rompí un diente y por último, llegaba tarde un día a clase y mi madre me llevaba en volandas, como si yo fuese una especie de remolque de ella, cogido de la mano y trastabillando todo el rato porque mis patas no daban para ir a su ritmo. En una sacudida que dió a ese extraño coche articulado que éramos nosotros, me tiro contra unas escaleras y me partió una ceja.
No todo esto fue en un mismo día, se entiende, pero sí que todos estos acontecimientos sucedieron en sucesivos meses de febrero, mes en el que también murieron mis dos gatos y mes en el que cagué sangre por primera vez
 
En mis tiempos el recreo era sobre las 11 de la mañana. Media hora de liberación tras matemáticas, lengua, historia, etc. Salíamos de las clases como cabestros y toros en un encierro. A ver quién llegaba antes al campo de futbol sin importar que niñita empujabas o que cabeza del caído en la carrera pisabas. Era media hora de futbol en las que se aprovechaba para soltarle patadas, codazos y zancadillas al rival de ese día. Algo se llevaba la pelota para disimular. Un par de veces en el año las chiquillas se empeñaban en jugar al futbol y entonces...El horor... Todo aquél que se atrevía a disputar un balón recibía la acometida de toda la manada de niñas prestas a despedazar al proyecto de machirulo a base de patadas, tirones de pelo, pellizcos y manotazos. Moribundos pidiendo la eutanasia era el resultado mientras las niñas, bañadas en sangre y con cabelleras entre los dedos, volvían a las clases tras la campana. Un espectáculo dantesco.

Como para ponerse a comer un bocadillo estaba la cosa. Por mucha pasión que se sienta por el rico porilainen o por muy sabroso que esté el kapsalón las circunstancias no eran las adecuadas. Comerse un bocadillo en el recreo. Asquerosos burgueses de vida fácil. Una guerra os hace falta.
 
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Yo era el puto marginado del colegio al que todos odiaban, aunque menos de lo que yo les odiaba a ellos.

No llevaba bocadillos, me repugnaba la visión de mis retrasados compañeros masticando y riendo como asnos.

Prefería emplear el tiempo en conectar la silla del profesor al enchufe de debajo de la pizarra, llenar los asientos de chinchetas, espachurrar ranas o sacarme los mocos con los lapiceros de las niñas pijas, acciones que se realizaban en la soledad e impunidad de la famosa "hora del bocadillo"

Luego crecí y me decanté por ir a la parte de atrás a fumar con deleite los deliciosos cigarrillos Cleopatra™ que vendían sin ningún pudor a menores en los estancos de la zona.

Treinta años después sigo igual, solo que ya no se fabrican los cigarrillos Cleopatra (dicen que los primeros son inolvidables y lo confirmo). Una perdida irreparable.
 
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En mi colegio, en aquellos tiempos, no se si seguirá siendo así, no se contemplaba la opción de hacer turnos para el recreo. Y se juntaban cabezones de 6 años con cabestros de 13 o 14. Teniendo un solo campo de futbito, en muchas ocasiones se terminaba jugando varios partidos paralelos en el mismo sitio, no se como nos la apañábamos, muy bien no desde luego, lo mas normal es que alguna vez acabáramos con un balonazo inesperado en la cara, o algún pequeño atropellado, era la manera de estos de aprender a no meterse a jugar al futbol.
Otras veces los mayores cogían los balones de otros compañeros de campo y los tiraban fuera.

Los recreos en aquella época eran una aventura, ya que era muy fácil escaparte, cruzar las vías del tren, poner monedas en la vía que eran aplastadas, irte a los descampados de la zona, o cruzar de patio. Lo mas que hacia el director era asomarse con un altovoz y decir aquellos que están subidos a la torre (era una torre de alta tensión) que se bajen inmediatamente.
 
A mí no me ponían bocadillo y encima siempre me tocaba de portero, de puto manta que era.

A la segunda vez que me reventaron las gafas, balonazos mediante, opté por llevarme un libro y leérmelo en el rincón más apartado y oscuro del patio.
 
Yo llevaba el bocadillo más paupérrimo del colegio, como la nocilla era muy cara y duraba poco, el bocata placebo que me daban era de mantequilla con cola cao espolvoreado por encima.
Torquemada, creo que tus anécdotas infantiles, como la de las zapatillas de deporte por ejemplo, merecen un hilo propio. Tú de niño debías ser un puto cromo de mucho cuidao, el súmmum del cutrerío.

Mantequilla con colacao espolvoreado, la virgen. ¿Estás seguro de que te lo ponian en un trozo de pan y no en uno de cartón? :lol:

Edito: joder, he ido al buscador y me he dado cuenta de que había DOS anécdotas diferentes con esas zapatillas de deporte. Es que menudo cuadro debías estar hecho.
 
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En el cole era el puto amo, EL PUTO AMO. Nadie me mojaba la oreja y mayores de hasta dos años, muy pocos. Era puro nervio junto a la agilidad de un galgo y los reflejos de un lince. Tenía madera de lider pero mi timidez me aconsejaba estar siempre en segunda línea. Era un rasputín que movía los hilos de las bandas de la camorra juvenil desde las sombras.
Joder, es que era el que más corría, un puto gamo. Era el que mejor jugaba a furbó, el que siempre "media" y elegía a mi equipo. Era el que decía si había sido penalti, mano, falta, si la barrera estaba demasiado cerca, si el córner se quería sacar demasiado abierto, el que decidía si el partido seguía aunque hubiese sonado el timbre del fin del recreo, y el tiempo de más que añadía a ese partido. Si me salía de los huevos al finalizar el partido pegaba un patadón al balón y lo mandaba fuera del colegio para apto seguido mandar al más tonto a por él. O si alguien hacía esa gracia con otro, podía hacerle pagar su osadía.
Ponía la zancadilla en los pasillos al más pintado, y si alguno se atrevía a hacérmela me lo tomaba como un desafío a mi autoridad y allí mismo se llevaba una paliza totalmente desproporcionada que servía tanto para sosegar al rebelde como de medida disuasoria para los demás.

Entre los niños era temido y respetado por igual, tenía lugartenientes a los que nunca me tembló la mano cuando tuve que pegarles una paliza delante del populacho para que los cachorros no se me revolviesen. Me dolía a mí más que a ellos, pero un lider debe de hacerse de respetar por encima de todo. Y muchos aquí no lo sabéis ni lo sabréis nunca por experiencia propia, pero en la cima se está solo, muy solo.

No se metían palillos en la cerradura del colegio o se echaba superglu3 sin mi consentimiento, todo pasaba por mí. Hablo de mi generación, claro, luego estaban los mayores que esos jugaban en otra liga y cada vez que nos los cruzábamos nos hacían mil perrerías que luego nosotros hacíamos a los más pequeños.

Nunca llevé bocadillo al recreo, nunca. Sólo una élite de potentados llevaban donetes o cuñas, o cuernos o cosas de esas. Los demás estábamos como el niño ese del pijama de rayas. No os voy a engañar, también me llevé hostias a espuertas, pero eso era lo que me forjaba, eso fue lo que hizo de mí ser un cabrón al que no le importaba nada morir matando por un quítame allá esas pajas.
Fue bonito mientras duró, aunque luego el destino me hizo un quiebro y poco a poco fue cayendo hasta donde me veis ahora. Qué os voy a contar que no sepáis.
 
Torquemada, creo que tus anécdotas infantiles, como la de las zapatillas de deporte por ejemplo, merecen un hilo propio. Tú de niño debías ser un puto cromo de mucho cuidao, el súmmum del cutrerío.

Mantequilla con colacao espolvoreado, la virgen. ¿Estás seguro de que te lo ponian en un trozo de pan y no en uno de cartón? :lol:

Era algo muy habitual en la época, no se de donde surgió la idea, ni si en sus mentes pensaban que aquello era un manjar o simplemente lo hacían como castigo. Ya digo que la relación padre-hijos a cambiado mucho de un tiempo a esta parte. la cosa era invertir lo menos posible en la prole.

A mi nunca me obsequiaron mis padres con tal asquerosidad, la margarina debía ser muy barata, porque era un componente habitual en las meriendas. La otra versión era margarina con un saco de azúcar en lo alto.

Luego estaba el sucedáneo de nocilla, una fina capa de mierda untada en pan duro. El caso era joderles la vida.
 
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Torquemada, creo que tus anécdotas infantiles, como la de las zapatillas de deporte por ejemplo, merecen un hilo propio. Tú de niño debías ser un puto cromo de mucho cuidao, el súmmum del cutrerío.

Mantequilla con colacao espolvoreado, la virgen. ¿Estás seguro de que te lo ponian en un trozo de pan y no en uno de cartón? [emoji38]

Edito: joder, he ido al buscador y me he dado cuenta de que había DOS anécdotas diferentes con esas zapatillas de deporte. Es que menudo cuadro debías estar hecho.
Pues ya con 17 añazos, y con dinero para gastarme sin que me imosieran las zapatillas para comprarme, era capaz de comprarme esto:
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Un acto de suma inteligencia, que supuso que en el equipo del instituto me conocieran como Astraco durante todo un año.
 
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