Putostristes in the patio

Yo una vez fui vitoreado y jaleado con vehemencia gracias a que me tiré un peo especialmente nauseabundo justo antes de que empezara un ecsamen. La peña no había estudiao un carajo y todo el mundo andaba cardiaco con la idea de enfrentarse a dicho examen. Yo esa mañana me había zampao dos donuts de chocolata en el recreo y me había fumao un Fortuna a escondidas a continuación. Veinte minutos después, ya en la clase al acabar del recreo, me empezó a sonar la barriga y a bajar los gases hasta el ojol culo. Yo, al notar lo que se avecinaba apretaba el orto para que no saliese nada de aquella podredumbre al exterior, pero al final fue imposible retenerlo por más tiempo.
Notaba cómo subía y bajaba el gas metano por mi intestino, como diciendo: "Cabrón, déjame salir de una puta vez". Llegó un momento en el que no pude aguantar más y recuerdo que pensé: "Este peo va a causar estragos", como asín fue.

Los dos del pupitre de delante empezaron a vociferar y a hacer aspavientos... "¡Hostia! ¡Que peste! ¡Qué asco! ¡Aggggh!" los de delante de estos lo mismo, y claro, se fue creando un efecto dominó gracias al cual, al final, toda la clase se levantó en armas queriendo salir del habitáculo a toda costa. El maestro se puso como una furia, amenazó con mandar al responsable de semejante atentado al despacho del director, y de ahí a su casa expulsado una semana; pero claro, ¿quien cojones se iba a auto inculpar? Y sobre todo, ¿cómo iba éste buen hombre a localizar el ano del que salió tamaño pestazo? Salimos todos fuera de la clase, llamaron a las limpiadoras para que vinieran a echar ambientador y tal y pascual; total, que al final ni hicimos el ecsamen ni pollas, y como era viernes y no volvíamos a tener esa clase hasta el martes siguiente, pues cuatro diítas más que tuvimos para repasar el contenido de dicho examen.

Yo no dije que había sido yo por miedo a las perras chivatas, pero mi compañero de pupitre lo soltó y yo me acojoné pensando que iba a acabar en el despacho del dire, pero que va, entre todos me rodearon y me colmaron de abrazos y agradecimientos. El ecsamen se hizo por fin el martes de la semana siguiente y el número de aprobados fue bastante superior al de suspensos. Si lo hubiésemos hecho el día que tocaba, hubiésemos palmado la mayoría. Yo suspendí igualmente, porque en lugar de pegarme el finde aprovechando pa repasar, me lo pegué en el descampado de marras fumando Fortuna y apedreando lagartijas.
 
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Tengo un recuerdo grabado a fuego en mi cabeza. Una vez los niños organizaron una especie de fiesta a la americana. Era una fiesta que se haría en el gimnasio del colegio en plan merendola. Las niñas al estar bajo la influencia de pelis americanas decidieron emparejar a todos los niños y niñas de la escuela para ir acompañados en plan baile de instituto americano. Un día apareció la lista de niños y niñas emparejados del cole y fuimos todos corriendo a ver con quien nos emparejaron. Todo era bastante obvio, el popular con la guapa y el feo con la fea, todo normal excepto por una cosa, yo estaba abajo de la lista sin un nombre de chica a mi lado. Creo que en ese momento me dí cuenta de que jugaba en otra liga diferente a la de todos los demás, hasta el gordo de la clase estaba emparejado joder. No fui a la merendola y me fui a cazar arañas y meterlas en un bote con uno de mi pueblo que no quería nadie y olía a cadaver apodado "el tortugo".

Y con esto es suficiente para que os hagáis una idea de como era en el colegio. El instituto ya fue diferente.

Me pasó esta misma cosa en dos ocasiones:

- La primera fue en una excursión que íbamos a hacer en la semana blanca esa a la bolera, que posiblemente iba a ser la única buena excursión en mi vida. Bueno pues el profesor dijo que hiciésemos equipos para jugar. Era tercero de la eso y yo estaba en el sumun de mi marginalidad, pero en cosas relacionadas con deporte mi marginalidad solía quedar a un lado y contaban conmigo porque se me daba bien.
Esta vez no fue así.
No sé cuándo hicieron la reunión para decidir los equipos pero a la vuelta del recreo había un folio con los grupos hechos y un nombre al final de la lista, solo, y ese nombre era el mío. El profesor vió la lista y dijo que bueno, que si sobraba una persona pues esa persona tendría que rular por todos los equipos cada turno. Esto no gusto a los que hicieron la lista y a la clase en general pero ellos, con mentes ágiles para la maldad, se dieron cuenta que no habían metido en la lista a los de integración: paquito, el mongólico que me pegó tiempo atrás, mari pili, que tenía autismo y Ruth a la que llamaban " la niña mono" y que era una de estas personas que están ahí ahí con la subnormalidad.
Los veo venir. Me quedo pálido. Pienso que el profesor va a poner algún reparo a este arreglo pero el tipo, que también para él yo era invisible, da el visto bueno al grupo. Risas, apluasos, vítores y burlas a mi espalda. Oigo a uno que dice " madre mía el grupo de los tontos al completo" y me vine abajo.
El día de la excursión salí de casa con el bocadillo de tortilla y mi zumo en la mochila y con mi madre, pobre mujer, ilusionada diciéndome que a ver si quedaba en primer puesto. Pero, amigos, en vez de ir al colegio me fui al paseo de los chopos en San Fernando donde me hice un montón de pajas a la orilla del río, me dormí un rato y a última hora me tocó salir corriendo porque unos gitanos se percataron de mi presencia y quisieron robarme.
Recuerdo perfectamente que ese día me daba muchísima pena mi madre. Pensaba que pobre mujer, ilusionada con tener hijos y le había salido yo, una puta mierda que 25 chavales de una clase repudiaban, que me habían puesto con los retrasados porque nadie le quería. Me acuerdo mirar una mierda de zapatillas que me habían comprado por reyes y yo pensar que pobre mujer, gastándose dinero en el subnormal de su hijo el repudiado, el que ha acabado en el río, solo, haciéndose pajas y durmiendo al ras en vez de estar en la bolera.
Recuerdo haberle dado muchas vueltas a la cabeza ese día.
- Segunda vez: esta fue años antes. Estamos en el amigo invisible y en mi clase al menos, una vez al día había que dejar un papelito en una cesta dando una pista a tu amigo invisible sobre quién eras. Todos tenían papelito excepto yo. Y así toda la semana que duraba la mierda esa. Llega el día de darse los regalos y yo no tengo. Me acerco a la profesora y digo que yo no tengo nada y me dice que si, que es que mi amiga invisible era ella pero que ha estado muy liada, que a la vuelta de navidades me compra algo.
Todavía sigo esperando el regalo, claro.
 
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Yo envidiaba vilmente a los hijos del conserje del colegio, que por aquel entonces tenían casa dentro del mismo.

Les veía disfrutando sin cortapisas de las pistas de deporte, de los balones de fútbol y baloncesto, del patio en toda su extensión, sin que nadie les molestara, haciendo uso de material escolar cuando les saliera del nurzo, y levantándose una hora después que yo, porque podían salir un minuto antes de su casa y presentarse puntuales

La verdad es que con el paso de los años te dabas cuenta que más que una ventaja era una especie de Alcatraz para esos chavales, porque la mayoría de los colegios y en ese caso el mio estaba en medio de la nada
 
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¡Cagüendios qué deprimentes! Propongo cambio de título a Putostristes in the patio.

Yo envidiaba vilmente a los hijos del conserje del colegio, que por aquel entonces tenían casa dentro del mismo.

Les veía disfrutando sin cortapisas de las pistas de deporte, de los balones de fútbol y baloncesto, haciendo uso de material escolar cuando les saliera del nurzo, y levantándose una hora después que yo, porque podían salir un minuto antes de su casa y presentarse puntuales

La verdad es que con el paso de los años te dabas cuenta que más que una ventaja era una especie de Alcatraz para esos chavales, porque la mayoría de los colegios y en ese caso el mio estaba en medio de la nada

Ay, hamic, yo de pequeño también creía que el hombre más rico del mundo era el dueño de la tienda de golosinas, con el mostrador y estanterías llenas de mil y un productos dulces y salados, sobres de cromos, bebidas, revistas guarras, cómics...
Luego creces, y te das cuenta de que es más rico aún de lo que pensabas.
 
Me pasó esta misma cosa en dos ocasiones:

- La primera fue en una excursión que íbamos a hacer en la semana blanca esa a la bolera, que posiblemente iba a ser la única buena excursión en mi vida. Bueno pues el profesor dijo que hiciésemos equipos para jugar. Era tercero de la eso y yo estaba en el sumun de mi marginalidad, pero en cosas relacionadas con deporte mi marginalidad solía quedar a un lado y contaban conmigo porque se me daba bien.
Esta vez no fue así.
No sé cuándo hicieron la reunión para decidir los equipos pero a la vuelta del recreo había un folio con los grupos hechos y un nombre al final de la lista, solo, y ese nombre era el mío. El profesor vió la lista y dijo que bueno, que si sobraba una persona pues esa persona tendría que rular por todos los equipos cada turno. Esto no gusto a los que hicieron la lista y a la clase en general pero ellos, con mentes ágiles para la maldad, se dieron cuenta que no habían metido en la lista a los de integración: paquito, el mongólico que me pegó tiempo atrás, mari pili, que tenía autismo y Ruth a la que llamaban " la niña mono" y que era una de estas personas que están ahí ahí con la subnormalidad.
Los veo venir. Me quedo pálido. Pienso que el profesor va a poner algún reparo a este arreglo pero el tipo, que también para él yo era invisible, da el visto bueno al grupo. Risas, apluasos, vítores y burlas a mi espalda. Oigo a uno que dice " madre mía el grupo de los tontos al completo" y me vine abajo.
El día de la excursión salí de casa con el bocadillo de tortilla y mi zumo en la mochila y con mi madre, pobre mujer, ilusionada diciéndome que a ver si quedaba en primer puesto. Pero, amigos, en vez de ir al colegio me fui al paseo de los chopos en San Fernando donde me hice un montón de pajas a la orilla del río, me dormí un rato y a última hora me tocó salir corriendo porque unos gitanos se percataron de mi presencia y quisieron robarme.
Recuerdo perfectamente que ese día me daba muchísima pena mi madre. Pensaba que pobre mujer, ilusionada con tener hijos y le había salido yo, una puta mierda que 25 chavales de una clase repudiaban, que me habían puesto con los retrasados porque nadie le quería. Me acuerdo mirar una mierda de zapatillas que me habían comprado por reyes y yo pensar que pobre mujer, gastándose dinero en el subnormal de su hijo el repudiado, el que ha acabado en el río, solo, haciéndose pajas y durmiendo al ras en vez de estar en la bolera.
Recuerdo haberle dado muchas vueltas a la cabeza ese día.
- Segunda vez: esta fue años antes. Estamos en el amigo invisible y en mi clase al menos, una vez al día había que dejar un papelito en una cesta dando una pista a tu amigo invisible sobre quién eras. Todos tenían papelito excepto yo. Y así toda la semana que duraba la mierda esa. Llega el día de darse los regalos y yo no tengo. Me acerco a la profesora y digo que yo no tengo nada y me dice que si, que es que mi amiga invisible era ella pero que ha estado muy liada, que a la vuelta de navidades me compra algo.
Todavía sigo esperando el regalo, claro.
Hablando de los hamijos invisibles.

Mi madre, un auténtico roboc para pergeñar planes perfectos, se le ocurrió que un año debía ir de campamento. Yo quería ir a una especie de colonias veraniegas de carácter deportivo donde dormías en literas y bajo techo, y además estaban relativamente cerca, unas en Zaragoza y otra Ávila. Pero el roboc, desconsiderando por completo mis deseos, optó por una fórmula magistral basada en la mejor relación precio-distancia.

A Ribadeo, Lugo, me mandó. Y nada de instalaciones deportivas, eso era un camping enmedio de la nada

Si hubiera habido un campamento en las Azores y hubiera sido más barato, ahí hubiera ido.

Lo único bueno es que estaba lindando con la playa de las catedrales tan famosa. Pero eso a mi me importaba tres huevos entonces. El campamento era para verlo. Tiendas de las guerras carlistas, colchonetas que tenían más lamparones que la camiseta interior de papá piquillo. Para más inri me pasó como Apofis y la hora de elegir tienda me tocó un bandarra cuasi adolescente que apuntaba al trullo y dos hermanos idos de la cabeza que pegaban hasta su padre. Bien es cierto que esto se convirtió en una ventaja más adelante.

Un puto infierno, si sumamos que las duchas no tenían agua caliente nunca. Las veces que llamé llorando para que vinieran a recogerme y mi madre siempre me decía que llamaría a mi padre para ir a por mi de inmediato . Cosa que obviamente nunca hizo.

Pues bien como fin de campamento hubo el amigo invisible, algo totalmente nuevo para mi. Me tocó una chica y en mis habilidades sociales no se me ocurrió comprar un bote de fabada en una especie de colmadito que había en aquel lugar. La cara de la chica era un poema, máxime cuando a mi lado estaba el bandarra desecho de la risa. Patético.

También es cierto que una chica me tuvo que regalar a mi. Su presente fue una cometa hecha a mano con lana que parecía un banderín del depor, que mandé a la hoguera en la chasca nocturna.
 
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Recuerdo perfectamente que ese día me daba muchísima pena mi madre. Pensaba que pobre mujer, ilusionada con tener hijos y le había salido yo, una puta mierda que 25 chavales de una clase repudiaban, que me habían puesto con los retrasados porque nadie le quería. Me acuerdo mirar una mierda de zapatillas que me habían comprado por reyes y yo pensar que pobre mujer, gastándose dinero en el subnormal de su hijo el repudiado, el que ha acabado en el río, solo, haciéndose pajas y durmiendo al ras en vez de estar en la bolera.

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Hablando de los hamijos invisibles.

Mi madre, un auténtico roboc para pergeñar planes perfectos, se le ocurrió que un año debía ir de campamento. Yo quería ir a una especie de colonias veraniegas de carácter deportivo donde dormías en literas y bajo techo, y además estaban relativamente cerca, unas en Zaragoza y otra Ávila. Pero el roboc, desconsiderando por completo mis deseos, optó por una fórmula magistral basada en la mejor relación precio-distancia.

A Ribadeo, Lugo, me mandó. Y nada de instalaciones deportivas, eso era un camping enmedio de la nada

Si hubiera habido un campamento en las Azores y hubiera sido más barato, ahí hubiera ido.

Lo único bueno es que estaba lindando con la playa de las catedrales tan famosa. Pero eso a mi me importaba tres huevos entonces. El campamento era para verlo. Tiendas de las guerras carlistas, colchonetas que tenían más lamparones que la camiseta interior de papá piquillo. Para más inri me pasó como Apofis y la hora de elegir tienda me tocó un bandarra cuasi adolescente que apuntaba al trullo y dos hermanos idos de la cabeza que pegaban hasta su padre. Bien es cierto que esto se convirtió en una ventaja más adelante.

Un puto infierno, si sumamos que las duchas no tenían agua caliente nunca. Las veces que llamé llorando para que vinieran a recogerme y mi madre siempre me decía que llamaría a mi padre para ir a por mi de inmediato . Cosa que obviamente nunca hizo.

Pues bien como fin de campamento hubo el amigo invisible, algo totalmente nuevo para mi. Me tocó una chica y en mis habilidades sociales no se me ocurrió comprar un bote de fabada en una especie de colmadito que había en aquel lugar. La cara de la chica era un poema, máxime cuando a mi lado estaba el bandarra desecho de la risa. Patético.

También es cierto que una chica me tuvo que regalar a mi. Su presente fue una cometa hecha a mano con lana que parecía un banderín del depor, que mandé a la hoguera en la chasca nocturna.
usted no tiene entrañas quemando la puta cometita y la zorra a la que le regalo el bote fabadil tb. eran tal para cual. AUn no lo ve claro?
 
Supongo que bastante común, pero a uno de mi generación todavía se le conoce como “El Picha Corta”, lo grandioso es cuando estos motes salen del ambito escolar y en el pueblo todos te conocen por el poco honroso apodo pero pocos saben tu real nombre.
A mí se me conoce por un mote que se me puso en el colegio, de pequeño me daba coraje pero luego lo fuí aceptando.

Por lo visto hay una cantante yanki que se apellida así y una compañía médica también.
 
@Apofis me gustaría saberlo todo de tu etapa de trickster. Relato fascinante, amigo.
 
@Apofis me gustaría saberlo todo de tu etapa de trickster. Relato fascinante, amigo.
Entiendo que a los que os ha gustado la historia es porque os sentís de alguna manera identificados.
Esta es la historia que, quizá, peor me hizo sentir, pero historias parecidas tengo bastantes, por desgracia.
Tengo que decir que agresiones físicas solo hubo una, un día que por puro divertimento tres tíos que me sacaban 6 cuerpos y 3 años empezaron con tortitas en la cara y escupitajos y acabaron jodiendome todos los libros, la mochila, la ropa y me llevé un par de tortas.
Pero esto no fue lo peor, ni mucho menos. Lo peor es el día a día que te va minando. Las miradas de los mil metros de quienes te rodean cuando les miras suplicando ayuda, los silencios cómplices de los profesores y el hacerte creer culpable de la situación.
Ya digo, una temporada me dió por darme mucha pena mi madre, en la mierda de hijo que había tenido.
Nunca la dije nada de lo que pasaba y a día de hoy no sabe nada.
La gente que me conoce de nuevas se dejan llevar por mi apariencia actual y dice que bueno bueno tú has debido ser un cabrón que flipas eh? Menudo debías ser tú.
Y yo pienso " si tú supieras".
De alguna manera lo que eras en el patio del colegio es lo que vas a ser el resto de tu vida. Eso es lo que yo pienso.
Qué haría si viera a las gentes que me jodieron esos años? No sé si habéis visto Leolo pero la escena sería idéntica a la que al que maltrataban de pequeño se encuentra a su maltratador ya de adultos y el maltratado es culturista y le podría vestir de torero de una hostia, pero es incapaz de devolverle los insultos que le propina y las tobitas que le da y acaba llorando en el suelo.
 
Hasta en un hilo sobre cosas que se hacían en el patio, Apofis tiene que escribir post donde el núcleo central sea, cómo no, su madre. La obsesión que tiene con las féminas de su vida es enfermiza.
 
A mí por suerte nunca me agredieron ni resulté especialmente mal parado, pero creo que mis problemas mentales vienen de esa época, la división esquizofrénica del patio del colegio estructurado como una sociedad estamental. Si les hubiera dado por joderme, me hubiera pasado exactamente lo mismo que a ti.
 
Cuando yo era pequeña pequeña, de parvulitos, estuve en un cole de monjas al que tenía que ir en autocar, en «ruta» que se llamaba entonces. Mi mami me preparaba un bocadillito pal recreo que me zampaba en el mismo autocar de ida al María Virgen, que se llamaba mi cole de monjas.
En el recreo me entraba un hambre canina que el bocadillito ese me lo zampaba antes de las 11, y como siempre he sido muy militar&legal, cuando llegaba la hora del recreo esperaba a que la cestita de los bocadillos se vaciara. Que entonces había que depositar los bocadillos nada más llegar a las 8 de la mañana en un cesto común y a la hora del recreo los repartían. Pues yo con mis 6 años no dejaba nada que ya me lo había zampado y esperaba a ver si sobraba alguno. Y qué emoción todos los días, que todos los días había niños inapetentes que pasaban del suyo y yo iba y decía que era mío.
Un día a un inapetente de esos le entró el hambre más tarde, y una monja preguntó que quién se había agenciado su bocata. Y se empezó a liar y yo salí y dije que había sido yo. Y me castigaron, no recuerdo bien cómo, uno de los castigos fue escribir en cuadernos con cuadros, que yo ya regía en folio blanco, y algo más, no recuerdo bien pero mis padres me sacaron de allí y me metieron en otro cole.
Y antes de eso un día se me quedó la cabeza atascada en una papelera buscando bocadillos, que yo sabía que los inapetentes los tiraban a la papelera. Recuerdo que se iba la ruta y yo intentando sacar la cabeza.
Qué hambre pasaba Dios mío, de pequeña era muy flaca y me daban bien de comer en casa, pero es que tenía hambre todo el rato.
 
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Hasta en un hilo sobre cosas que se hacían en el patio, Apofis tiene que escribir post donde el núcleo central sea, cómo no, su madre. La obsesión que tiene con las féminas de su vida es enfermiza.
Si ya lo sabes, lo sabemos todos.
Mi madre-abuela-novia son como tu compadre, seres mitológicos
 
Cuando estaba en el colegio María Virgen ése me pasó algo guay. Había un cole de niños al lado pero estaba debajo, no sé cómo se llamaba, te asomabas a una barandilla y veías el cole de los niños. Pues un día iba yo sola merodeando por ahí y me ví a un niño agarrado a la barandilla que había trepado por una farola que conectaba los dos colegios. Y recuerdo verle ahí y ayudarle a subir. Y que me dijo al llegar: «Hola, soy superman»
Son cosas que no se olvidan.
 
Pues yo tenía todas las papeletas para vivir comiéndome collejas día si y día también: Gordo y estudioso. Bueno, no es que fuera estudioso. Es que me tragaba cualquier libro que se me pusiera por delante: novelas, enciclopedias, diccionarios. Era una esponja de conocimiento y solía saber más que los profesores o incluso los corregía o preguntaba por qué cada puto año lo mismo. Mis profesores me odiaron. Mis compañeros no, justamente por respondón y desafiar al poder. Sin embargo esto venía de mucho antes.

Al principio de todo, antes de que conocieran mi verdadero ser y true forer, una mañana en el patio me apretaron y pusieron contra la pared unos 3 o 4 malotes. Eran de mi misma edad y clase, pero eran los malotes. Pasaban de todo y sus hermanos mayores también iban y eran la escoria. La cuestión es que estaba entre ellos y la pared. No recuerdo exactamente porque vinieron a por mí. Lo que sí sé es que en ese momento el cerebro reptiliano se activó: luchar o huir. Y vaya que luché, pero sucio claro está. Cogí una maceta que tenía al lado mío y se la partí en la cabeza al que era el cabecilla. Terminó en el suelo con una brecha en la cabeza, inconsciente y en medio de un charco de sangre. Los otros huyeron despavoridos ante la escena.

La cuestión es que llamaron a ambas madres y la mía siempre fue de armas tomar y querer pelearse y buscar gresca con todo el mundo. No en el sentido estricto de la palabra, pero siempre fue combativa y porculera. Años más tarde encaminó eso en estudiar derecho y me imagino que cuando ejercía de abogada los jueces ya le darían directamente el caso por ganado para que no les diera por culo y pudieran estar tranquilos sin escucharla. En fin, que desvarío. Llamaron a ambas madres y salí indemne. No hubo ni juicio por daños, ni indemnización ni terminé expulsado. Simplemente estuve yendo una temporada con la psicologa a quién debo haber dado por culo también.

Nunca más nadie se metió conmigo y terminé siendo un personaje popular y respetado en la escuela. Por respondón, payaso y sobre todo porque todo el mundo sabía que al gordo estudioso se le iba la pinza si le tocabas los cojones. A día de hoy soy amigo del que recibió el macetazo. Cosas de la vida.

Luego en el instituto fui un marginado y apestado total sin apenas hamijos pero esa historia será para otro hilo o día.
 
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De alguna manera lo que eras en el patio del colegio es lo que vas a ser el resto de tu vida. Eso es lo que yo pienso.
Qué haría si viera a las gentes que me jodieron esos años? No sé si habéis visto Leolo pero la escena sería idéntica a la que al que maltrataban de pequeño se encuentra a su maltratador ya de adultos y el maltratado es culturista y le podría vestir de torero de una hostia, pero es incapaz de devolverle los insultos que le propina y las tobitas que le da y acaba llorando en el suelo.

Yo sí la he visto y entiendo perfectamente qué quieres decir. Pero posiblemente puede que sean ellos los que si en un momento determinado te hicieron sentir ira, si los vieras ahora probablemente te suscitasen lástima.
 
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Hay gente que tiene talento para el bulling, y se adaptan a las circunstancias, no puedo decir que yo lo recibiera, pero si tuve que tragar mucha mierda, cosas que me ponían de los nervios, faltas de respeto y soledad (Mas bien en el instituto). Me hacían mas daño las palabras que una agresión, esto último era mi casus belli, mi liberación para soltar todo el odio que tenía. No era respondón, me ponía nervioso entrar al trapo, no sabía y aguantaba y aguantaba, y por algún motivo era incapaz de agredir a otro si antes no era agredido, por muchas ganas que tuviera.

En aquella época no entendía a aquellos que se dejaban pegar, los veía como unas ratas miserables que venderían a cualquiera con tal de no sufrir dolor físico. Al verlos chillar, mi cabeza entraba en un conflicto, por un lado ganas de unirme a la golpisa y por otro rabia por lo injusto.
Ahora lo veo de otro manera, cada uno tiene sus miedos, el mio siempre ha sido ser examinado por otros, la vergüenza, salir de las sombras y ser objeto de atención. El bullingboy capta esas circunstancias, ha nacido para eso, y camina entre lineas, ataca y sale esperando a que se enfríe la situación y vuelve a atacar. El bullingboy no va a ir a por un cordero con insultos si sabe que a este no le afectan, ni va a ir a agredir al tejón de la miel si sabe que este se va a revolver, a cada uno le da donde mas le duele y donde menos se puede defender.

Incluso hoy sigo sin saber afrontar esas situaciones en las que alguien me pone nervioso, o no hago nada o me paso de frenada. No se decir oiga deje de molestar, me gustaría hacerme entender con una sonrisa falsa, pero no puedo, mi cabeza no entiende que los demás molesten de manera obvia y no reparen en ello. Alguien que se para en mitad de una acera estrecha, mientras los demás tiene que hacer equilibrios para pasar, el que te grita en la puta oreja mientras llama a no se quien, el que parece que come mierda cuando mastica.

Esto último, es un ejemplo de lo que quiero decir. Recuerdo de niño un primo prácticamente de mi edad comiendo unos sándwiches, no se como coño lo hacen, si mastican con el paladar o que, pero hacen un ruido nauseabundo, los ves comer como regodeándose, con cara de imbécil. Lo normal hubiera sido decirle que no fuera tan asqueroso comiendo, pero aguante un rato, hasta que no pude mas y tuve que darle un guantazo con todas mis ganas.



Hasta en un hilo sobre cosas que se hacían en el patio, Apofis tiene que escribir post donde el núcleo central sea, cómo no, su madre. La obsesión que tiene con las féminas de su vida es enfermiza.

Ese era Benito, que Dios lo tenga en su gloria.
 
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Hasta ahora se ha tocado en algún post (uno mío) historias relacionadas con las heces. Llegados a este punto me permito pasar a abordar el no menos apasionante mundo de los vómitos.

La historia que me dispongo a relatar no aconteció en el patio del colegio, sino en una excursión escolar. Nos llevaron a pasar el día a un conocido parque de atracciones de nuestra geografía. Como se ha demostrado posteriormente a lo largo de mi vida parece que no tengo mal encaje a la hora de aguantar y tolerar golpes e impactos. Aguanto bastante, no es fácil tumbarme en líneas generales. Pero no me sucede lo mismo con vueltas, volteretas y situaciones donde reinan ámbitos oscilantes.

El día no prometía mal. Pero ya de buena mañana (aun no teniéndolas todas conmigo) me monté en una puta montaña rusa (no de las de looping) sino de las de velocidad. En el estampida de port aventura vamos. Me monté una vez y salí mareado pero aguantaba. Pero ante la tentativa de un imaginario de entonces para que nos montáramos de nuevo cedí a la presión y monte de nuevo al poco rato.

Aquí vino la debacle. A mitad del recorrido empiezo a vomitar. A lo bruto en varias ocasiones. El imaginario me decía cierra los ojos pero ya estaba todo perdido seguí vomitando alternativamente a intervalos durante todo el recorrido. Justo al parar el vagón eché el resto en el asiento y salí mirando al frente y sin decirle nada a nadie. En las fotos a mitad de recorrido que se hacen en este tipo de atracciones se me veía con la cara girada y el chorro de vómito saliendo a presión.

Acabé en la enfermería donde me tumbaron en una camilla, me dieron una pastilla y se olvidaron de mí. Lo cual no me vino mal porque por lo menos me pude quedar tumbado un rato. Pasado bastante tiempo llegó una enfermera y con cara de indecible pena me dijo si se habían olvidado de mí. Se me olvidaba mencionar que entre que salí de la atracción y fui a la enfermería aún tuve tiempo de vomitar sentado en un banco.

Pasé el resto del día mareado perdido sin poder montar en nada y queriendo acostarme en mi puta cama el problema es que estaba a cientos de kilómetros de mi casa. A las cuatro horas o así se me fue pasando y por lo menos pude hacer el viaje de vuelta más o menos bien ya. Terminé comiendo yo sólo en un chino casi a punto de irse el autobús porque antes evidentemente no había podido comer por el mareo y tal.
 
Hasta ahora se ha tocado en algún post (uno mío) historias relacionadas con las heces. Llegados a este punto me permito pasar a abordar el no menos apasionante mundo de los vómitos.

La historia que me dispongo a relatar no aconteció en el patio del colegio, sino en una excursión escolar. Nos llevaron a pasar el día a un conocido parque de atracciones de nuestra geografía. Como se ha demostrado posteriormente a lo largo de mi vida parece que no tengo mal encaje a la hora de aguantar y tolerar golpes e impactos. Aguanto bastante, no es fácil tumbarme en líneas generales. Pero no me sucede lo mismo con vueltas, volteretas y situaciones donde reinan ámbitos oscilantes.

El día no prometía mal. Pero ya de buena mañana (aun no teniéndolas todas conmigo) me monté en una puta montaña rusa (no de las de looping) sino de las de velocidad. En el estampida de port aventura vamos. Me monté una vez y salí mareado pero aguantaba. Pero ante la tentativa de un imaginario de entonces para que nos montáramos de nuevo cedí a la presión y monte de nuevo al poco rato.

Aquí vino la debacle. A mitad del recorrido empiezo a vomitar. A lo bruto en varias ocasiones. El imaginario me decía cierra los ojos pero ya estaba todo perdido seguí vomitando alternativamente a intervalos durante todo el recorrido. Justo al parar el vagón eché el resto en el asiento y salí mirando al frente y sin decirle nada a nadie. En las fotos a mitad de recorrido que se hacen en este tipo de atracciones se me veía con la cara girada y el chorro de vómito saliendo a presión.

Acabé en la enfermería donde me tumbaron en una camilla, me dieron una pastilla y se olvidaron de mí. Lo cual no me vino mal porque por lo menos me pude quedar tumbado un rato. Pasado bastante tiempo llegó una enfermera y con cara de indecible pena me dijo si se habían olvidado de mí. Se me olvidaba mencionar que entre que salí de la atracción y fui a la enfermería aún tuve tiempo de vomitar sentado en un banco.

Pasé el resto del día mareado perdido sin poder montar en nada y queriendo acostarme en mi puta cama el problema es que estaba a cientos de kilómetros de mi casa. A las cuatro horas o así se me fue pasando y por lo menos pude hacer el viaje de vuelta más o menos bien ya. Terminé comiendo yo sólo en un chino casi a punto de irse el autobús porque antes evidentemente no había podido comer por el mareo y tal.
Fiestas de cockslada, tendría yo 11 años o así. A mi nunca me han gustado mucho lo de las atracciones y menos las que son montadas por gitanos en una mañana, pero bueno resulta que me habían llamado para ir a las fiestas un par de chavales digamos de un estamento superior al mío. Eran del barrio pero se iban con los malotes y tenían cierta fama. Por la mañana había estado con ellos jugando al fútbol y debí caerles en gracia y me dijeron de ir a las fiestas por la tarde.
Ya allí, vemos una atracción que se llama " el martillo" que es como la barca vikinga esa pero da la vuelta completa. Dicen de montar y yo ya sé que las voy a pasar más putas que Caín, pero a ver quien era el guapo de decir que no montaba.
Pues nada, ya dentro y cuando hemos dado un par de vueltas noto que el estomago me empieza a traicionar. Empiezo a salivar de la hostia y en un momento dado empiezo a tralllar sin mesura alguna. La puta historia es que vomitaba y al seguir moviéndose la atracción la raba nos daba de frente o nos caía encima a todos. Recuerdo ver tropezones por los asientos y los barrotes de la atracción. Uno de los que venía conmigo me miraba y se reía, no podía parar de reír. Los demás que estaban en la atracción se cargaban en dios y gritaban " para ya, hijo de puta"
Cuando bajamos salimos corriendo porque los de la atracción nos querían fostiar. Cuando ya habíamos huido y estábamos limpiándonos la pota el que no podía parar de reír estaba serio y me dijo que le había dado pena en la atracción. Lo dijo, o eso percibí yo, con la pena que yo siento por los disminuidos que ya son adultos y van de la mano de su madre de 90 años. Lo dijo con una lastima infinita.
Me dijo que bueno que ellos se quedaban por allí, que me fuese para casa ya si quería.
Y hasta ahí llegó mi tonteo con la popularidad.
 
Yo siendo bastante canijo, me gustaba meterme en los charcos con mis botas de agua, esas que luego se han puesto de moda llamándolas Katiuskas o algo así.

Charco que veía, charco en el que me metía, pasando por todo el charco o sin mojarme.

Pero claro los retos se van subiendo y después de unas lluvias muy intensas se formó un charco del quince. Era mi nueva meta y allí fui. Todo iba como siempre, yo ahí enmedio del charco, cuando voy a dar un paso, el terreno estaba muy blando y empezó a tragarse la botaca.

Fue como.en cámara lenta, el agua empezó a entrar en la bota, y esta se queda clavada en el barro. Yo entro en pánico y no sé cómo lo hice, pero saqué el pie de la bota. Armando un pitoste que te cagas, salí del charco no sin parecer un navy seal de maniobras. Y cuando me ve mi madre, dos hostias por cenutrio.

Al final la bota la sacó un buen samaritano con un palo y me la pude poner para ir a casa. Eso sí era penoso sentir el pie chapoteando dentro de la bota
 
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