En mi trabajo estoy solo siempre. Conduzco 15 minutos desde casa, aparco en la puerta, y si llego 10 minutos tarde no pasa nada.
Mi jefe vive en Cataluña y con una llamada al día es suficiente para coordinarnos. Cada cuatro o cinco semanas aparece un día o dos.
La mitad del tiempo estoy lo suficientemente ocioso como para forear, ver Youtube, trastear con mi impresora 3D o leer algunas páginas de un libro.
Puedo escuchar lo que me de la gana, o hacer caca a voluntad. Hago cosas innecesarias simplemente porque pudiendo, siento la necesidad de burlar las normas no escritas que se presuponen (y por desapego y aburrimiento). Por ejemplo hago escapadas a una gasolinera cercana para comprar porquerías, o salgo a que me de el sol cuando me apetece.
Durante una semana tuve un chorizo, un trozo de queso bueno y cervezas sobre la encimera de una pequeña cocina. Simplemente porque puedo. Porque no hay ojos que me controlen.
En verano utilizo la nave/oficina como mancave secretamente, y puedo estar ahí con mi impresora 3D, comiéndome una pizza para cenar y escuchando Motorhead a todo volumen, o como recientemente, construyendo un cabecero para mi cama. O arreglando un arañazo en mi coche hasta la noche, cuando soy la única persona en todo el polígono.
Los contras, la primera línea. Lo que en apariencia es una ventaja, ahora en invierno se acaba convirtiendo en una losa.