Debo de ser rancio, pues me lo dice ocasionalmente mi mujer, no sé, dice tantas cosas.
Juzgad vosotros: uso Varon Dandy desde que me lo regaló mi abuela a los catorce, "toma hijo, que ya eres un hombre", gasto gemelos, pantalón de pana desde Santa Teresa hasta San José, alpargatas de esparto durante la canícula y jamás me pongo pantalón corto. Frecuento tabernas y despachos de vino, con mostrador de mármol, vino en frascas y latas de escabeche, es en esos cubiles donde más a gusto estoy y en general en bares que al entrar bajo la media de edad un par de semanas.
El plan de la RENFE de hace veinticinco años me parece estupendo y debería hacerse extensivo a todo espacio público, me gustan los toros el flamenco y la Sofía Loren, mi serie favorita "Curro Jiménez", las películas de Paco Martínez Soria, los libros de la colección Reno y he releído muchos de los Episodios Nacionales; de ella no he leído una puta página y sigo bien.
Limpio los zapatos el domingo por la mañana, con poco betún y mucho cepillo, después una gamuza y tan relucientes, engraso periódicamente los dos pares de botas de caballería y añoro las tardes en casa de mi abuela con el run run de la tertulia y el tintineo de las copitas de anís en el salón mientras en el despacho del abuelo rebuscaba entre sus libros que después leía tirado en la alfombra.
Algo rancio debo ser.