Ayer, como muchas otras veces, me encontré con una especie a la que ODIO profundamente, y a la que pasaré a describir resumidamente. Estoy refiriéndome a:
- Grupo de 5 tias cachondillas que van acompañadas por otros tantos amigos -y solo amigos- de estos que conocen desde el instituto
Crueles son esta clase de zorras.
Porque ves por la conducta que ambas partes ejercen (las cuatro o cinco amigas con los tres o cuatro amigos) desde que entran al local, que solo son eso, amigos, y más concretamente amigos pagafantas. Amigos de toda la vida. Esos con los que no se plantean ni por asomo nada fuera de la amistad pura y dura. Lo ves, ves la distancia permanente entre ellos y ellas mientras bailan, ves de vez en cuando algún abrazo de hermano que las zorras les dedican a alguno de sus amigos, seguido de una caricia en el pelo de estas que consiste en remenearte los pelos de la cabeza, caricia "Bobby", las caricias típicas que le haces a tu perro.
Total, que las tias van con su vestimenta de zorrupias alternativas, con sus peinaditos, sus falditas y sus bailes exageradamente sexuales. Saben que están matando demasiados pájaros de un solo tiro. Porque saben que el pagafantas de Quique, su amigo desde primero de la ESO, está allí haciendo ver que baila, teniendo por seguro que no estrechará la distancia entre ambos a menos de un metro. Sin duda saben que esos amigos pagafantásticos con los que llegaron se van a quedar (una vez más) con las ganas mientras ellas mueven sus caderas con cara incluso de actriz porno en plena labor.
Pero ahí no acaba la función que ejercen sus amigos pagafantásticos. Porque todos los machos ajenos a ese grupo que las contemplamos, somos reacios a acercarnos a un grupo de tias que están bailando con sus amigos. Primero porque los menos observadores incluso piensan que esos amigos son sus parejas sentimentales. Segundo porque los que nos quedamos con la copla, no podemos hacer más que apretar los dientes de la rabia. Porque no, señores, al menos yo soy incapaz de entrar a una tia que va con otros tios aunque sean sus inocentes amigos. No puedo. Me resulta jodidamente incómodo. No es miedo, ni mucho menos, es una situación que resulta harto embarazosa y además muy estresante de afrontar.
Yo y la gran mayoria de tios así lo percibimos, y ellas lo saben. ¿Conclusión final? Toda la puta discoteca ha babeado por ellas, su ego se ha llenado, se han levantado muchas pollas: las pollas de los machos ajenos a ellas, las pollas de los porteros, las pollas de los camareros, las pollas de sus perritos acá amigos pagafantas... y ellas se han vuelto a casa tan contentas e intactas cual monja de clausura.
Zorras.