Apofis
No-calvo de mierda
- Registro
- 1 Abr 2013
- Mensajes
- 14.700
- Reacciones
- 13.595
Hijos de puta.
De joven tenía problemas para adentrarme en el mundo de los sueños. Recuerdo el primer día que me pasó, que fue con uno de los cambios de hora al pasar de horario de invierno al de verano y esa noche no pude dormir ni pa dios. Veía pasar las horas del reloc y me agobiaba y pensaba lo poco que me quedaba para despertarme y me agobiaba y me agobiaba y lloraba, porque soy imbécil, pero no llamaba a nadie porque eso significaría tormenta de hostias e insinuaciones sobre que, quizá, no estaba cavando las zanjas necesarias durante el día.
A partir de ese día bastante a menudo me sucedía que me costaba coger el sueño.
Bien, qué hice al respecto? Inventé historias. Algunas no triunfaron en mi selebro y otras sí. Las hice de guerra, de aventuras, de que me tocaba la lotería, de amor. A esa edad yo no tenía experiencia en ninguno de estos ámbitos así que las historias eran totalmente pueriles y carentes del más mínimo rigor.
Según iba adquiriendo conocimientos fui perfeccionando las historias y algunas las deshechaba por absolutamente faltas de cualquier atisbo de realidad.
Hubo una que triunfó durante una época y era que yo encabezaba una especie de revuelta contra un rey nebuloso. Al principio mi ejército iba a caballo y poco a poco fui modernizando la batalla hasta llevar fusiles de asalto, carros de combate etcétera.
Era cachondo el tema porque no me valían las trampas, todo tenía que ser realista. Si pensaba en historias de que me tocaba la lotería la cantidad que me tocaba tenía que ser real y lo que hiciese con ella también. Por el día me informaba de los premios de esa semana, del valor de inmuebles, de cuánto y cómo se viajaba en avión y por la noche todos estos conocimientos los ponía negro sobre blanco en mis fantasías.
Este afán de querer ser realista tenía la contrariedad que me dificultaba coger el sueño y era un obstáculo más para dormir. Primero tenía que lidiar con los cabos sueltos de mis invenciones y una vez tranquilo, tenía que lidiar con desarrollar la historia de tal manera que me permitiese ir sumergiéndome en los brazos de Morfeo lenta pero inexorablemente.
Así estuve una temporada hasta que encontré el nicho definitivo. A los 14 años ideé la gran historia. Yo era un soldado en la guerra civil, pero un soldado bastante especial pues asqueado de unos y de otros había decidido retirarme a las montañas donde vivía como un ermitaño. Yo sólo a veces hacía incursiones en pueblos para poder sobrevivir y cuando alguno de sus habitantes me comentaba alguna injusticia, vengaba esas afrentas y mataba al militar o político que estuviese al frente de aquella pedanía.
Arrollado por los acontecimientos me veo obligado a luchar en los estertores de la guerra pero ya es tarde, mi bando ha perdido y aunque no siento como mía la República el contrario no debe pensar lo mismo y me veo obligado a irme Pirineos arriba donde me dan a elegir, campo de concentración o alistarme en la legión extranjera y decido esto último.
A veces, en mis épocas de celo de 16 años, metía alguna historia de amor, casi siempre amorosas y no solo sexuales.
Bien, en una escaramuza me veo rodeado de nazis y ellos sueltan unos perros que me persiguen monte arriba y yo corro y ellos están ahí detrás cada vez más cerca y más cerca y esos perros llevan ladrándome cerca de 21 años ya. 21 años llevan esos perros conmigo, ese griterío alemán de fondo porque quieren mi cabeza y la historia no se ha llegado a desarrollar más allá de aquí porque debí de dejar de tener problemas de sueño debido a los madrugones y el poco dormir y ahí se quedó.
21 años ya, madre mía cómo pasa el tiempo. Y esta noche volverán a ladrarme aunque no me llegarán a dar caza.
Y pienso, hoy lo he pensado, si cuando sea un viejo, si es que llego, seguirán estos perros conmigo y si cuando toda mi familia esté muerta estos perros seguirán conmigo y yo seguiré con esa historia para siempre y pensaré en ese chaval de 14 años que la empezó
De joven tenía problemas para adentrarme en el mundo de los sueños. Recuerdo el primer día que me pasó, que fue con uno de los cambios de hora al pasar de horario de invierno al de verano y esa noche no pude dormir ni pa dios. Veía pasar las horas del reloc y me agobiaba y pensaba lo poco que me quedaba para despertarme y me agobiaba y me agobiaba y lloraba, porque soy imbécil, pero no llamaba a nadie porque eso significaría tormenta de hostias e insinuaciones sobre que, quizá, no estaba cavando las zanjas necesarias durante el día.
A partir de ese día bastante a menudo me sucedía que me costaba coger el sueño.
Bien, qué hice al respecto? Inventé historias. Algunas no triunfaron en mi selebro y otras sí. Las hice de guerra, de aventuras, de que me tocaba la lotería, de amor. A esa edad yo no tenía experiencia en ninguno de estos ámbitos así que las historias eran totalmente pueriles y carentes del más mínimo rigor.
Según iba adquiriendo conocimientos fui perfeccionando las historias y algunas las deshechaba por absolutamente faltas de cualquier atisbo de realidad.
Hubo una que triunfó durante una época y era que yo encabezaba una especie de revuelta contra un rey nebuloso. Al principio mi ejército iba a caballo y poco a poco fui modernizando la batalla hasta llevar fusiles de asalto, carros de combate etcétera.
Era cachondo el tema porque no me valían las trampas, todo tenía que ser realista. Si pensaba en historias de que me tocaba la lotería la cantidad que me tocaba tenía que ser real y lo que hiciese con ella también. Por el día me informaba de los premios de esa semana, del valor de inmuebles, de cuánto y cómo se viajaba en avión y por la noche todos estos conocimientos los ponía negro sobre blanco en mis fantasías.
Este afán de querer ser realista tenía la contrariedad que me dificultaba coger el sueño y era un obstáculo más para dormir. Primero tenía que lidiar con los cabos sueltos de mis invenciones y una vez tranquilo, tenía que lidiar con desarrollar la historia de tal manera que me permitiese ir sumergiéndome en los brazos de Morfeo lenta pero inexorablemente.
Así estuve una temporada hasta que encontré el nicho definitivo. A los 14 años ideé la gran historia. Yo era un soldado en la guerra civil, pero un soldado bastante especial pues asqueado de unos y de otros había decidido retirarme a las montañas donde vivía como un ermitaño. Yo sólo a veces hacía incursiones en pueblos para poder sobrevivir y cuando alguno de sus habitantes me comentaba alguna injusticia, vengaba esas afrentas y mataba al militar o político que estuviese al frente de aquella pedanía.
Arrollado por los acontecimientos me veo obligado a luchar en los estertores de la guerra pero ya es tarde, mi bando ha perdido y aunque no siento como mía la República el contrario no debe pensar lo mismo y me veo obligado a irme Pirineos arriba donde me dan a elegir, campo de concentración o alistarme en la legión extranjera y decido esto último.
A veces, en mis épocas de celo de 16 años, metía alguna historia de amor, casi siempre amorosas y no solo sexuales.
Bien, en una escaramuza me veo rodeado de nazis y ellos sueltan unos perros que me persiguen monte arriba y yo corro y ellos están ahí detrás cada vez más cerca y más cerca y esos perros llevan ladrándome cerca de 21 años ya. 21 años llevan esos perros conmigo, ese griterío alemán de fondo porque quieren mi cabeza y la historia no se ha llegado a desarrollar más allá de aquí porque debí de dejar de tener problemas de sueño debido a los madrugones y el poco dormir y ahí se quedó.
21 años ya, madre mía cómo pasa el tiempo. Y esta noche volverán a ladrarme aunque no me llegarán a dar caza.
Y pienso, hoy lo he pensado, si cuando sea un viejo, si es que llego, seguirán estos perros conmigo y si cuando toda mi familia esté muerta estos perros seguirán conmigo y yo seguiré con esa historia para siempre y pensaré en ese chaval de 14 años que la empezó