Doc_Triviño
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Por muy entusiasmado que ande uno al meterse a un hospital a ejercer lo que uno estudió, y viendose por anticipado como un intrépido salvavidas rodeado de rostros agradecidos, muchas veces la realidad es otra.
Más de una vez he visto venir gente con enfermedades terminales o heridas por las que nada se puede hacer. En esos casos uno tiene que aprender a aceptar lo que viene, y preparar lo mejor posible a los desdichados parientes. Como cuando vino un tipo con insuficiencia global, todos los órganos le fallaban. Yo mismo les advertí a los allegados que estuvieran preparados para todo porque se podía acabar todo en cualquier momento, y eso pasó, luego de darle media hora de reanimación al hombre. La cara inexpresiva del coma donde se hallaba pasó a una atroz mueca desorbitada y con todo el cuerpo contraído al ver a la Parca que se lo venía a llevar, para luego apagarse con su último aliento. Y yo tenía mi cara a centímetros de la suya. Ese rostro lo tendré en mi mente mucho tiempo.
Pero cuando uno realmente se siente abrumado por la impotencia y el dolor es cuando ve pacientes que se podían salvar o enfermos de nimiedades, morir. Uno como que se siente casi culpable por la muerte de esa persona, sobre todo si en algún instante intervino o opinó sobre ella.
No fue justo, por ejemplo, que venga de otra ciudad una jovencita de 17 años recién dada a luz de su hijo con un tremendo caso de enfisema subcutáneo (la cara se le había deformado con el aire subcutáneo) por una enfermedad obstructiva pulmonar crónica. Acá se le hace toracotomía, se la ventila, y nada, ve uno cómo la pobre criatura hacía esfuerzos espartanos por soltar el aire que se resistía a salir. La meten en terapia intensiva y fallece a la hora de ingresada por dos paros respiratorios consecutivos. Justo dan la noticia cuando yo estaba haciendo un registro clínico a la madre, esa mujer se derrumbó toda...
Otra que vi dio, más que pena, indignación, por la indiferencia, la lasitud y la estupidez. Un niño hijo de campesinos viene a emergencia y se le diagnostica obstrucción intestinal. Cuando se especulaba de la razón, ésta emerge por sí sola. Un Ascaris Lumbricoides que el niño vomitó. Un paquete de áscaris. Según lo que me dijeron, primero el jefe de los cirujanos dijo que era algo metabólico y que debía observarse. Doce horas pasó el niño mientras esos gusanos le robaban toda su glucosa y su fuerza. Cuando lo veo al empezar mi guardia, el muchacho estaba casi comatoso. Lo peor de todo era que la BESTIA del padre, animal ignorante e insensible andaba por ahí con las manos en los bolsillos con actitud de "si se ha de morir, que muera rápido". La madre tres cuartos de lo mismo. Ahí con cara de palo, sin siquiera soltar una lágrima de preocupación. Me dijeron que era el noveno hijo, como si quisieran justificar su quemeimportismo. Los cirujanos pidiéndole a los padres materiales para la cirugía, ellos aduciendo no tener, y el niño agonizando. Y uno sin poder hacer una puta mierda, por no tener jerarquía, materiales o experiencia suficiente. Justo cuando logran reunir lo necesario, fallece el chiquillo. Y por ahí fueron los mal llamados padres. Con la misma cara de "me importa un carajo". :x
Son cosas que a uno lo revientan, cuando uno tiene toda la voluntad para ayudar pero surgen obstáculos infranqueables que le obligan a agachar la cabeza y observar cómo el paciente sufre y se retuerce (me parece una imbecilidad de dejar al paciente con dolor cuando hay sospecha de apendicitis, por "no enfriar o disfrazar el cuadro", entonces, que sufra lo suyo la persona, qué mierda).
Son cosas que detesto de mi trabajo. :x
Más de una vez he visto venir gente con enfermedades terminales o heridas por las que nada se puede hacer. En esos casos uno tiene que aprender a aceptar lo que viene, y preparar lo mejor posible a los desdichados parientes. Como cuando vino un tipo con insuficiencia global, todos los órganos le fallaban. Yo mismo les advertí a los allegados que estuvieran preparados para todo porque se podía acabar todo en cualquier momento, y eso pasó, luego de darle media hora de reanimación al hombre. La cara inexpresiva del coma donde se hallaba pasó a una atroz mueca desorbitada y con todo el cuerpo contraído al ver a la Parca que se lo venía a llevar, para luego apagarse con su último aliento. Y yo tenía mi cara a centímetros de la suya. Ese rostro lo tendré en mi mente mucho tiempo.
Pero cuando uno realmente se siente abrumado por la impotencia y el dolor es cuando ve pacientes que se podían salvar o enfermos de nimiedades, morir. Uno como que se siente casi culpable por la muerte de esa persona, sobre todo si en algún instante intervino o opinó sobre ella.
No fue justo, por ejemplo, que venga de otra ciudad una jovencita de 17 años recién dada a luz de su hijo con un tremendo caso de enfisema subcutáneo (la cara se le había deformado con el aire subcutáneo) por una enfermedad obstructiva pulmonar crónica. Acá se le hace toracotomía, se la ventila, y nada, ve uno cómo la pobre criatura hacía esfuerzos espartanos por soltar el aire que se resistía a salir. La meten en terapia intensiva y fallece a la hora de ingresada por dos paros respiratorios consecutivos. Justo dan la noticia cuando yo estaba haciendo un registro clínico a la madre, esa mujer se derrumbó toda...
Otra que vi dio, más que pena, indignación, por la indiferencia, la lasitud y la estupidez. Un niño hijo de campesinos viene a emergencia y se le diagnostica obstrucción intestinal. Cuando se especulaba de la razón, ésta emerge por sí sola. Un Ascaris Lumbricoides que el niño vomitó. Un paquete de áscaris. Según lo que me dijeron, primero el jefe de los cirujanos dijo que era algo metabólico y que debía observarse. Doce horas pasó el niño mientras esos gusanos le robaban toda su glucosa y su fuerza. Cuando lo veo al empezar mi guardia, el muchacho estaba casi comatoso. Lo peor de todo era que la BESTIA del padre, animal ignorante e insensible andaba por ahí con las manos en los bolsillos con actitud de "si se ha de morir, que muera rápido". La madre tres cuartos de lo mismo. Ahí con cara de palo, sin siquiera soltar una lágrima de preocupación. Me dijeron que era el noveno hijo, como si quisieran justificar su quemeimportismo. Los cirujanos pidiéndole a los padres materiales para la cirugía, ellos aduciendo no tener, y el niño agonizando. Y uno sin poder hacer una puta mierda, por no tener jerarquía, materiales o experiencia suficiente. Justo cuando logran reunir lo necesario, fallece el chiquillo. Y por ahí fueron los mal llamados padres. Con la misma cara de "me importa un carajo". :x
Son cosas que a uno lo revientan, cuando uno tiene toda la voluntad para ayudar pero surgen obstáculos infranqueables que le obligan a agachar la cabeza y observar cómo el paciente sufre y se retuerce (me parece una imbecilidad de dejar al paciente con dolor cuando hay sospecha de apendicitis, por "no enfriar o disfrazar el cuadro", entonces, que sufra lo suyo la persona, qué mierda).
Son cosas que detesto de mi trabajo. :x