Fue a las semanas de cortar con mi última novia, sobre enero de 2011.
Me había pillado un ciego increíble de tequila y calimocho en el Tuareg, pero a las dos y media cerraron.
Deambulé por los bajos buscando un garito abierto en el que no cobrasen entrada.
Encontré uno en la última planta, abajo del todo, que parecía sacado de la discoteca de la primera película de The Matrix.
Me sentía como Eduardo Inda en un poblado hippie.
Fui directo a la barra y me pedí otro José Cuervo, y mientras me servían la jarra de calimocho, otro más.
Observé que durante esos cinco minutos, entre que me atendían y me servían, había una tía cañón a lo Shasa Gray que no paraba de mirarme.
Pelazo, super guapa y tipazo.
Y unas tetitas tiernas y bien puestas.
El alcohol haría lo suyo, supongo.
Debía de conocer a la camarera, porque se sacó más tequilas.
Me cogió del culo y nos dimos el lote.
Yo le cogí bien del culo también, redondito y pequeño.
Me dijo de ir al baño.
Me subió la camiseta, me lamió todo el pecho y se puso a la faena. Una mamada fetén, todo el grumo para dentro.
Le quise invitar a mí casa, vivía al lado, pero ella insistía que no.
Seguimos bebiendo tequilas.
Me encontré a un conocido y me contó que tenía penis.
Me quedé un poco confuso al principio, pero luego me la sudó. Tras sacar la última ronda, que no pagué ninguna, y ya cerrando el bar, le pegué un morreo con magreo y me marché a casa a cuatro patas.